Monthly Archives: julio 2012

MG: Manolo García ya es azulino

Este domingo a las 22.30 horas fue el concierto de Manolo García en la Plaza de Toros de La Isla de León y el San Fernando CD estuvo presente en el concierto. El presidente Dani Luna entregó a Manolo García la camiseta del San Fernando y posó con ella orgulloso en el concierto de este domingo en la Plaza de Toros.

Manolo García presentó su nuevo álbum titulado «Los días intactos» y repasó su discografía en el concierto. No pudo ser nuestra idea de que cantase el «A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando». Pero sí conseguimos cerrar el concierto con Manolo García con la camiseta y el carné de socio del San Fernando CD. El presidente Daniel Luna fue el encargado de subir al escenario de una Plaza de Toros repleta y de entregar en mano primero la camiseta del San Fernando y posteriormente su carné de socio.

Manolo no dudó en enfundarse la camiseta con el número 1 y su nombre grabado ante los aplausos y vítores de los asistentes. El alcalde José Loaiza, el segundo teniente de alcalde Ángel Martínez, la delegada de fiestas Cristina Arjona, el delegado general del área de Presidencia y Ciudadanía Daniel Nieto, la delegada de deportes María Jesús Ortega, la delegada General del Área de la Familia María José de Alba, entre otros miembros del Consistorio, contemplaron desde su ubicación en la grada el acontecimiento. Cristina Arjona y las salineras acompañaron a pie de escenario a Daniel Luna, que fue la única persona que pudo subir arriba. ¡ Gracias Cristina !

Daniel Luna contó a todos que era la camiseta del equipo de la Ciudad con 70 años de historia y recordó el ascenso reciente a 2ª B. Manolo García, en un gesto que le honra, posó, disfrutó, jaleó y terminó el concierto con la azulina puesta.

Fuente: San Fernando CD – ENLACE

MG: Iremos un ratito a pie y otro caminando

«Llévame esta noche a San Fernando, iremos un ratito a pie y otro caminando…» Aún no sabemos cómo se desarrollará esta noche en La Isla el concierto de Manolo García pero es fácil imaginar al personal de la Plaza de Toros desgañitado, a voz en grito, identificando un nombre con una ciudad, quizás no la ciudad para la que fuera concebido el tema pero, qué más da, Manolo García canta «llévame esta noche a San Fernando» y el público gaditano ensancha sonrisa, espanta los males, alza las manos y es feliz. ¿No se trata de eso, al fin y al cabo? Rozar, por un momento, la esquiva utopía, la felicidad.

A Manolo, de todas formas, le gusta San Fernando, le gusta Cádiz, le gusta el Sur. Así que suponemos que lo entona de corazón: «Llévame esta noche a San Fernando…» A veces se escapa a La Isla para tomar un pescaíto, da una vuelta por Cádiz, pasea por Alcalá… Y no lo molesta nadie. Eso también le gusta a Manolo. Perderse entre la gente, entre las calles, observar, respirar, anotar cosillas en su libreta, dibujar en los hoteles… Encontrar, al fin, un repunte de esos Días intactos, una especie de blanco luminoso que atraviesa las horas, los lugares, lo exterior y lo interior bañándolo y acercándolo a otra utopía mal amante, la eternidad.

Porque Manolo no se sitúa en un territorio físico. A Manolo lo anima un territorio social, una rebeldía social. Y ahí está el secreto. Sus pinturas no son más que jeroglíficos que ocultan su disconformidad con el devenir de los acontecimientos. Otro tanto le ocurre a sus canciones. ¿No lo creen? Él mismo lo cuenta: «Todo parte de esa idea que he tenido siempre desde muy joven de que yo no puedo ser feliz si mi vecino no es feliz, que yo no puedo disfrutar de la plenitud de mi vida si lo que me rodea es decadencia, es pobreza, es miseria, es dolor… ¿Por qué nos putean de esta manera? ¿Por qué a los mineros no los dejan ganarse la vida? ¿Por qué se cierran escuelas rurales? ¿Cómo puede ser que obliguen a la gente mayor a seguir trabajando y la gente joven esté mano sobre mano? ¿Es justo que la gente joven se tenga que ir fuera porque aquí se le cierran las puertas?… Eso me subleva y me lleva a pintar, a escribir, porque sino exploto y me cabreo». En esta provincia, algo sabemos de eso.

Fuente: Diario de Cadiz – ENLACE

MG: Manolo García se entrega a Huelva

De apoteósico se puede considerar el conciertazo, si ustedes me permiten la expresión, que el incombustible y genio musical de Manolo García concedió la pasada noche del viernes en el escenario del Foro Iberoamericano de La Rábida. Estuvo enorme, sin dejar lugar a la sorpresa a quien lo conocemos desde hace más de veinte años.

Tiró de memoria e hizo un perfecto recordatorio por todos aquellos lugares de la provincia de Huelva en los que han estado, empezando por la Palma del Condado, pasando por Huelva capital, Punta Umbría, Gibraleón, Moguer, y concluyendo en la misma Rábida. Comentó que «era la primera vez que estaba en tal lugar, asegurando que era un perfecto marco para que la música nos hiciera felices a base de canciones».

El repertorio, de casi tres horas de duración, tuvo de todo. Desde el recuerdo a sus primeros proyectos como Los Burros, su larga etapa en El Último de la Fila, con temas como Los ángeles no tienen hélice o Aviones plateados, y finalmente la mayoría de los temas su ciclo en solitario, parándose deliberadamente en su último trabajo de estudio Los días intactos, brillando por encima Alma de papel, Un giro teatral y su particular visión sobre la violencia de género Sombra de la sombra de tu sombrero.

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Además, dedicó el concierto a los pequeños agricultores y ganaderos, ya que ellos son el futuro, aunque apostillo el «si les dejan». También mencionó a su padre y curiosamente a todos los jóvenes músicos de la provincia de Huelva que intentan poco a poco ir buscando su sitio.

En cuanto a la estética de la escena, muy de Manolo García. Del techo colgaban unas amplias redes sin peces, pero con una gran cantidad de botellas de plástico. Mientras, por todo el escenario e incluso sobre su soporte de micrófono, grandes jaulas de pájaros vacías o con diferentes elementos inertes. Todo adornado con grandes árboles realizados con material de reciclaje y un importante arsenal de lámparas que daban calidez a las canciones que permitían una baja iluminación.

La banda de músicos que acompañó al artista de Albacete, traía notables bajas como la de Pedro Javier González y Eric de Wit. Aunque mantiene la esencia de muchos de los compañeros que le han seguido en los últimos años, como Nacho Lesko, Charlie Sarda, Íñigo Goldaracena o Juan Carlos García, se ha hecho por méritos propios un sitio el guitarrista y productor Ricardo Marín, quien también ha llevado la dirección musical de esta gira de conciertos.

Decir que se nota la mano de Ricardo, ya que los temas caminan más en el rock, como cambios bruscos de tempo, anacrusas, sincopas y variedad sustancial en las cadencias y finales de frases y de temas. Del mismo modo, engarzaron canciones dando la sensación de continuidad constante.

El público, que abarrotaba de manera casi completa el foro, estuvo entregado desde el comienzo del concierto, como ya es habitual entre los seguidores de Manolo García. Cantaron, bailaron y saltaron al compás de los sones más conocidos. Se realizaron dos bises con una cantidad importante de piezas, destacando Insurrección, que sirvió para que el cantautor asegurara un discurso pacífico pero de «llamada a la rebelión y al movimiento de las personas que sustentamos la base de la pirámide». También esgrimió en su argumento que «está bien que con el dinero de todos se paguen futbolistas, pero sobre todo que esas partidas económicas vayan destinadas a educación y a investigación, ya que se merecen incluso de mayor modo.

Todos los asistentes, casi sin excepción, pudieron disfrutar de música en estado puro. Nada de secuencias ni elementos externos que ya proliferan en demasiados conciertos. Manolo García se mantiene fiel a sus principios «siendo la música la sonrisa del alma». Nada de artificios ni cuestiones tecnológicas, ya que se considera un artesano, con una propuesta desde la propia identidad. Nada de trucos ni de mentiras, música y solo música. Y un artista enorme.

Fuente: Huelva Información – ENLACE

MG: Manolo García no es un tipo cualquiera

El polifacético artista ofreció un concierto lleno de brillo en La Rábida. El público, entregado desde el primer momento, disfrutó de una noche repleta de viejas y nuevas canciones de la mano de García y su banda. Un sonido de grandísima calidad, junto a un montaje personal y único perfilaron una noche para recordar. Hace algunos años escuchaba una entrevista a un tal José María Sanz, algunos lo conocen más como Loquillo, en la que decía que nunca prestaría atención a un artista que no se preocupase por su estética. Yo enseguida pensé en Neil Young, un tipo que pasado los 60, sigue gastando unos vaqueros viejos, una camisa de cuadros y que armado con una vieja guitarra, es capaz de seguir dando lecciones de rock´n roll, como las que daba de jovencito.

Manolo García pertenece a la especie de artista a la que pertenece Neil Young, artistas que piensan en lo que hacen y lo trabajan. Este tipo, es cierto, deja de lado trajes caros y elaborados o las estéticas llamativas en el vestir. Si llama la atención es porque podría subirse al escenario como van a trabajar mucho de sus seguidores. Algunos lo han acusado de parecerse al vecino del quinto, pero Manolo, aunque se apellide García y García-Pérez de segundo, no es un tipo corriente.

Empezó García haciendo lo difícil. Hay una norma no escrita a la hora de hacer una canción: estrofa, puente y estribillo. El propio García la maneja muy bien. A su antojo. Algo parecido hay a la hora de hacer un concierto, o al menos para los tipos normales. García, García no es un tipo normal. Sale al escenario casi solo, con Nacho Lesko al piano, sonando de verdad. Ante una multitud, Manolo García opta por empezar con el formato pequeño y da igual, el escenario es su terreno, puede hacer lo que quiera. Canta, demostrando que sigue muy en forma, un par de canciones de épocas pretéritas, ‘Disneylandia’ y ‘Aviones plateados’, pero no es un tipo atado a la nostalgia. Se unen los músicos y no ceja en su empeño. Ganar terreno con el formato pequeño, pero no se termina ahí su recorrido.

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Repentinamente, mientras suena ‘Todos amamos desesperadamente’, según crece la canción, todo da un giro y su banda es una potente máquina de rock. Pero no un rock cualquiera, un sonido como el propio músico, lleno de matices. Acompañado de músicos que llegaron a su banda casi antes que él, Charlie Sardá o Juan Carlos García, cuidan de que el ritmo no se pierda; Ricardo Marín, histórico del rock español, dirige la banda. Nada puede salir mal. Cada músico tiene su sitio: inevitable recordar el sonido de Iñigo Goldaracena y su bajo, siempre presente, elegante y sorprendente; o a Víctor Iniesta y Albert Serrano, mezclando guitarras acústicas, eléctricas y españolas.

Corría el tiempo y no dudaban los músicos en recrearse en su sonido. Manolo García, a pesar de que lo acusen de repetitivo, ofrece una música personal y llena de detalles. Esos detalles no estarían al alcance del público si no fuera porque trabajan con un sonido antológico. A pesar de llegar a unir en el escenario cuatros guitarras, no ganan por fuerza, que también; ganan por calidad, por un sonido cristalino. Recordando conciertos viejos y nuevos, músicos de aquí y de allá, me costaría trabajo encontrar un concierto que haya sonado mejor que el del pasado viernes en La Rábida. Se escuchaban incluso las panderetas, tan importantes en el rock. Por no hablar de la voz: el tiempo no le ha hecho perder fuerza a su característico tono.

Además, García se empeña en poner a prueba a sus técnicos de sonido y a su seguridad, pasea por fuera del escenario, incluso canta una canción en mitad de su público, entre achuchones Manolo García suena tan bien como en el escenario. No deja de agradecer la presencia del público porque, como dijo, “no sólo habéis venido, además estáis aquí”.

Tirarse al barro

Manolo García es un artista consagrado, exitoso, con una carrera hecha, pero con ganas de seguir en pie. No duda en darle vueltas a sus canciones, en revisitarse a sí mismo. De la misma forma que se embarca en nuevos discos, es capaz de llevar canciones harto conocidas en su repertorio a paisajes bastante diferentes. Puede que el mejor ejemplo de eso sea ‘A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando’ de su primer disco. Queda lejos en su repertorio, pero suena bella y actual con sus nuevos arreglos. Incluso canciones como ‘Pájaros de barro’, sin que hayan recibido un tratamiento radical, parecen sacadas del mismo tiempo y lugar que ‘Sombra de la sombra de tu sombrero’ o que ‘Un año y otro año’.

Pero tirarse al barro no es sólo eso. Tirarse al barro es mostrar sus preocupaciones. Sin ser un pelmazo ni un demagogo, difícil encontrar alguien así en la geografía ibérica. Manolo García es capaz de compartir sus inquietudes más allá de la música, dedicándole el concierto a “los pequeños agricultores y ganaderos, porque de ellos es el futuro”. Le da tiempo a dedicar una canción de El Útimo de la Fila a Miguel Rios, llamando a la “insurrección, pacífica, pero insurrección”.

Un concierto cuidado y trabajado

Manolo derrochó cariño hacia su público. Repartió botellas de aguas y apretones de manos, pero sobre todo vino a hacer lo mínimo y lo máximo que se puede esperar de un músico: un concierto cuidadísimo, en todos sus detalles. Además, lo acompañó con un montaje propio y diferente. Sin necesidad de grandes pantallas ni tecnología de última generación. Con un elaborado juego de luces y unos telones, una bailarina y una banda que se sale del escenario por grande y por buena. Árboles de botellas de plásticos, redes, jaulas, pececillos colgando del escenario y superposición de luces crean un ambiente propicio y extraordinario para dejarse llevar. Un montaje a la altura del concierto.

Tras más de dos horas de concierto, con el segundo bis, García cerró el círculo como lo empezó: al borde del escenario, con un ramillete de canciones en formato acústico y regalando una ranchera, como a él le gusta, porque cuando él quiera volveremos con él.

Fuente: Huelva24 – ENLACE y GALERIA DE FOTOS