Manolo García es un fenómeno de la música española. Muy pocos artistas son capaces de lograr lo que el catalán nacido en Férez ha conseguido con su último álbum publicado el pasado mes de octubre, ‘Los días intactos’: disco de platino de salida, varias semanas nº1 y llenos continuados allá por donde escalan sus conciertos. Y menos aún de hacerlo con un discurso propio, reconocible y cualitativamente notable, tanto musical como literariamente.
García, además, nunca se durmió en los laureles de su merecido éxito, ofreciendo directos generosos y manteniendo siempre una actitud socialmente crítica y positiva. En su última visita a Murcia, donde actuará sábado y domingo con las localidades agotadas, atacó los bises ataviado con una camiseta con la leyenda ‘Salvemos Marina de Cope’.
Tras varios días siguiendo sus pasos, logro darle alcance en Madrid, donde el martes inauguró una exposición de pinturas y dibujos de trazo propio, ya expuesta anteriormente en Barcelona.
La puesta de largo de ‘Los días intactos’ no ha podido ser más satisfactoria. Debe de resultar muy grato comprobar la absoluta confianza que genera su trabajo.
– Oye, por favor, trátame de tú, ¿vale?. Bueno, claro, es algo muy grande. Disco a disco vas trabajando en una dirección, siempre desconocida para ti, porque en cada proyecto se parte de cero, y lo cierto es que no estás pensando en el público a la hora de trabajar. Pero luego, si una vez que está publicado, ves que el disco gusta, siempre es una gran alegría y también una responsabilidad. Pero bien, uno no se mete en este oficio para sentirse presionado o para estar angustiado, sino para ser feliz. La música siempre nos salva.
Acabas de estrenar tu nueva gira, el pasado fin de semana en Roquetas. ¿Todo en orden?
– Sí, muy bien, la verdad es que hubo una euforia desbordada. En esta gira lógicamente hago una presentación de este disco, unas ocho o nueve canciones, completadas con un repaso al cancionero mío, en el que incluso cabe alguna de Los Burros. La de Murcia será la segunda escala de la gira.
El martes inauguraste en Madrid la exposición de pintura que previamente pudo verse durante varios meses en Barcelona. ¿Qué te aporta la pintura?
– Paz. Así como el mundo de la música es más frenético, la pintura básicamente me aporta paz y apaciguamiento, tranquilidad. En la música, la calma únicamente la tienes mientras estás componiendo, que son momentos de introspección en los que nadie te empuja, no hay un calendario ni un contrato que te marque los plazos, al menos en mi caso. Pero luego a partir de ahí, cuando das el pistoletazo de salida a un nuevo proyecto, no diré que haya presión, pero sí unos compromisos y un ritmo más agitado.
Me gusta el título: ‘Apuntes de campo de un escéptico participativo. Eso suena un poco al Bogart de ‘Casablanca’.
– [Ríe] Bueno, puede haber algo de eso, sí. Digamos que por mi edad me toca ser escéptico, uno va viviendo, va sintiendo y va observando un poco el mundo y uh… Pero eso no me ha quitado nunca las ganas de participar. En mi caso, no es que me apunte a otros, sino que propongo mis propios proyectos, en los que siempre involucro a más personas.
Recientemente también has publicado un libro. ¿Es Manolo García un suerte de hombre renacentista o mejor un artesano de las artes?
– Bueno, yo prefiero considerarme un artesano, el renacentismo es algo muy superior, el dominio de muchas materias y de una manera seria. En mi caso, hago canciones pop, que es algo relativamente fácil -y relativamente difícil, vale- y otros oficios que intento desarrollar humildemente. Pinto por una necesidad anímica, los textos que he escrito son recortes de cosas que voy escribiendo y luego no me acaban de cuadrar con los acordes, pequeños pensamientos. Esa es mi participación, una participación pequeña pero que a mí me llena la vida.
En ‘Estoy alegre’, cantas: “Atraparé los sueños. Por la utopia-pista voy / Soñador profesional en ruta soy”. Tal como pinta hoy la realidad, ¿no cuesta a veces seguir soñando?
– Sí, pero es lo más saludable. Pobre del que cae en las redes nefastas y traidoras de la realidad más cruel, pobre del que no sea capaz de soñar. El acoso casi es absoluto ahora. Vivimos en un mundo moderno donde la tecnología nos informa al instante de lo que está pasando en Siria. Y tú eres de Albacete o de Cataluña y te sientes también un poco culpable de no poder ayudar. De que un sátrapa esté masacrando a su pueblo, de que arda Atenas o de que el alcalde de un pueblo al lado del tuyo haya hecho un desfalco y los empleados no cobren. A veces hay que soñar, mantener la idea de la utopía.
Pero pensar que todo se va a arreglar, así sin más, ¿no bordea la ingenuidad?
– Es que no basta con pensarlo, hay que dar pasos, pasos que además te van a reconfortar. Hay una frase de Santa Teresa que dice ‘una gota de agua no hace el mar’, vale, pero sin esa gota el mar no sería el mismo. Hay millones de granos de arena que aportar para contrarrestar la presión exterior. Sabemos que el mundo está convulso y que se repiten a diario situaciones terribles, injustas, arrolladoras, que nos pueden devastar el ánimo. Por eso precisamente hay que soñar, si no, pobres de nosotros. Lo conseguirás o no, pero piensa que lo vas a conseguir. Esa es la única actitud válida para empezar a caminar en la buena dirección.
Hablando de Grecia. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar… ¿Qué debemos preparar, el extintor o el lanzallamas?
– Madre mía, qué pregunta más difícil de contestar… Ojalá no haya que preparar nada de eso. Creo que en el punto al que estamos llegando, sería muy interesante una reflexión a nivel global. La gente, la gran banda, cuando sale a decir no a la guerra de Irak, lo hace de modo pacífico. Pero hay que llegar hasta las altas instancias y que estas altas instancias bajen de sus pedestales, donde les hemos alzamos nosotros, y empiecen a ver un poco el día a día a pie de calle. No me parece mal que la gente que mueve la rueda de la economía o el trabajo esté arriba, lo que me parece mal es que no tenga la generosidad de mirar hacia abajo.
Generosidad, bonito concepto. Tanto como bien escaso.
– Así es, por desgracia. Yo este discurso incluso lo llevaría por otra dirección: Vivimos en una sociedad laica, pero este es un país tradicionalmente católico y el cristianismo habla de generosidad, de compasión y de solidaridad como principios básicos. Los empresarios y los banqueros deberían ser generosos. La usura es un pecado mortal.
Desde hace años de algún modo autogestiona su carrera desde Perro Records. Pero incluso en su expo, decoró la sala y se encargó de los marcos. ¿Actitud hazlo-tú-mismo o tal vez desconfianza?
– Es un poco la idea de la tierra para el que la trabaja. Mi padre ha sido obrero, fue agricultor, labró la tierra… Y yo desde niño he aprendido a hacerme las cosas, a no necesitar criados. Lo que creo que debo hacer yo, lo hago yo. Ahora bien, eso no quita para que sea un firme defensor del trabajo en equipo. El equipo es vital.
Fuente: La Verdad – Murcia Rock – ENLACE