«Ya no se venden discos y el plan es que no los haya más»

Manolo García ofrecerá un concierto en el marco del Cabaret Festival esta noche en la Plaza de Toros de Roquetas de Mar a las 22.30 horas

Manolo García no necesita presentación. Quizás sí sus últimos trabajos, en plural, pues en esta ocasión ha sido un doble lanzamiento el que ocupa su actual gira, que esta noche deleitara los oídos almerienses en la Plaza de Toros de Roquetas de Mar en el marco del Cabaret Festival. ‘Mi vida en Marte’, la primera de las joyas, comienza a fraguarse en 2019. También durante los atípicos instantes pandémicos, en los que tuvo que trabajar a distancia para finalizar su grabación en otoño de 2021. Tras esto, con la idea inicial de añadir un ‘bonus track’, arrancó un frenético final de año compositivo que culminaría en ‘Desatinos desplumados’, cuyos matices musicales distan del primero.

–¿Cuál va a ser su odisea para llegar hasta la apartada Almería?

–Es complejo, casi acabaremos llegando en diligencia. En algunos conciertos llego antes, dependiendo de lo que dices, la facilidad para llegar.

–¿Le da tiempo a visitar las ciudades a las que va de gira? ¿Suele planear los sitios que visitar o se pierde?

–Depende del montaje, de si todo va bien, del calor, a veces intento descansar, me escapo a algún museo, no tengo una norma fija y voy improvisando.

–Siempre nos quejamos del transporte, pero si no fuésemos el lugar que no queda de paso quizás tampoco quedaría mucho de la Almería de la que presumimos.

–Nunca llueve a gusto de todos, te diré que Almería no es la única ciudad de España que está con una comunicación precaria, por decirlo de algún modo. El progreso es hacer que las ciudades tengan posibilidades de autovías y AVES. Todo depende de la cantidad de habitantes, las ciudades pequeñas con menos y las grandes con más necesidades. Habrá mucha gente que valore esa tranquilidad y esa no masificación y otra que añore el despiporre general, que pretenda que su ciudad se convierta en Nueva York. Pero en definitiva se trata de trabajo para todos, condiciones de vida digna, trabajo y comida.

–Quizás hemos creado una necesidad vital artificial.

–Esa idea la comparto, pero estamos en un momento que parece que tragamos con rueda de molino. Nos tiramos a saco, en plancha. Las condiciones de vida aprietan más a nivel del dinero que se tiene que sacar cada mes para vivir. El collar se va cerrando e incluso las personas con pretensiones sencillas casi empiezan a no poder realizar ese deseo. Hay algo que nos va empujando a todos a un sinvivir extraño. Es curioso, porque incluso para los que pretendemos esas vidas sencillas nos es costoso. Esa utopía de los años 70, el modo de vivir autogestionado, el sueño hippie, fuera de las grandes urbes. Pero la aspiración a la simpleza también es loable y se puede ir capeando el temporal siempre que se nos permita.

–Es difícil alejarse de toda esta influencia cuando hasta en medio del desierto de Tabernas te sigue llegando el wifi.

–(Risas). Estamos acostumbrados a unas formas de vida que nos tienen esclavizados. Alabado sea el que, dentro de esta sociedad nuestra, sea feliz. No ya tanto esa felicidad perenne continuada, sino tener un tiempo de calma y de paz. Nos lo ponen difícil. Solo si te escapas a una aldea, e incluso en la aldea, a la que te descuides, hay una antena que te está irradiando, porque todo el mundo quiere móviles. Ahora que si trabajamos on line, antes trabajabas ocho horas y ha habido décadas de lucha por unas condiciones laborales dignas. Ahora toda esa gente trabaja 14 horas, tiene que atender 200 WhatsApp, hasta al más templado le deja tocados los nervios. No todo el mundo puede trabajar on line, alguien tiene que trabajar la tierra y hacer comida.

–Precisamente Tabernas parece un paisaje marciano. ¿Cuando habla de ‘Mi vida en Marte’ ve la solución para este sálvese quien pueda que es la vida en La Tierra? ¿Hay esperanza?

–Quisiera creer que la hay. El nuestro es un planeta maravilloso que ha dado luz y vida a miles de generaciones de seres: humanos, animales y vegetales. Nuestro comportamiento desde la Revolución Industrial ha sido determinante para llevarnos a la situación en la que estamos hoy, con un aumento de la temperatura del planeta. Es incuestionable que es la primera vez que el problema está provocado por nuestra acción, una reflexión más que sabida. El problema es cuando rebase el recipiente, ahora está subiendo. Confiemos en que las nuevas generaciones reaccionen. Hay que organizarse, somos globales y esa condición ya no nos la quita nadie, con lo cual el barco hay que mantenerlo a flote entre todos, es una cuestión de macroeconomía, macropolítica y altas esferas.

–Habla de los jóvenes, que deben de tomar las riendas. Pero estos sufren más que nadie la era digital, pues han nacido con un móvil en la mano ¿Hay cura para esta necesidad de estar conectados y querer saber todo ya?

–Es un saber todo bastante extraño. Hay una millonada de noticias y de informaciones. Humildemente pienso que más que estar leyendo unos comentarios de mi vecino, con niveles intelectuales correctos, prefiero leer un libro de Baroja o de Borges. Creo que me va a aportar más. Con mi vecino tomaré un café, hablaremos de fútbol e incluso llegaremos a filosofar. Pero estar hablando a solas, conectados, mandarnos chorradas y tonterías, con perdón, que en realidad no necesitamos. 8.000 millones de personas no pueden ser influencers, para qué vamos a influenciamos, para comprar, para que alguien se beneficie. Consumo, consumo y consumo.

–Los discos que ha lanzado han sido número uno y número dos en ventas respectivamente ¿Se siguen vendiendo discos o con Spotify se ha visto relegado a las reproducciones?

Está muerto, acabado, se ha llegado a un punto en el que alguien ha decidido que la música se debe consumir, no disfrutar en discos, en casa o en el coche. Se debe consumir en el móvil y en los adminículos tecnológicos. La venta ha caído, no sé si habrá excepciones, pero el músico ya no cuenta con la posibilidad a pesar de que ha trabajado el disco, se ha dejado la piel y el dinero haciendo la producción. Ya no se venden discos y el plan es que no los haya más. Tienen la sartén por el mango y es así desde hace años.

–¿Cómo es su relación con Spotify?

–Es forzosa, no por voluntad propia. Me gustaría que hubiera diversidad, que si alguien quisiera estar lo estuviera. Me gustaría que los discos se siguieran vendiendo. Dentro de los aficionados a la música hay un algo que está presente, un amor al soporte físico, a descubrirlo poco a poco, a escucharlo en su totalidad con sus 10, 12 canciones, el libreto, fotos, ese objeto es un tesoro que tienes en tu estantería. Das unos pasos hacia esta, lo sacas, luego otro. Esa posibilidad nos la han quitado, y hay muchísimas personas que gustarían de ese ritual maravilloso que hemos conocido en mi generación. Pero hay alguien que decide por el interés de unos pocos. Se habla de consumo, no de arte y se publican discos maravillosos, como siempre. No es que se hagan malos discos ni todo sea espantoso, muchísima gente puede escuchar joyas con esas plataformas, pero no puede ser todo así. Jamás me hubiera imaginado anunciando cosas en mi música, me encuentro contra mi propia voluntad de que para escuchar una canción mía se anuncian cosas.

–¿A qué se refiere con música espantosa? No lo veo escuchando reggaeton.

–No voy a denostar el reggaeton, cualquier género es respetable mientras tenga calidad o un curso de emoción, da igual que sea reggaeton, blues o jazz. Pero no todo el flamenco es magnífico, ni el rock, ni el pop. Hay mucha oferta y cosas magistrales. Pero si he de ser sincero, soy de los que cree que las grandes canciones del mundo, que están en la mente y el corazón de todos, se hicieron en los 70 y en los 80. Para mí el matiz es que la pretensión de la industria ha cambiado y prima la cantidad sobre la calidad.

–Hablando de esa cadencia de publicación ¿Por qué tarda varios años en componer ‘Mi vida en Marte’ y tan solo unos meses con ‘Desatinos desplumados’?

–Forma parte de los vaivenes emocionales. Hay personas más planas con picos menos agudos y otros que fluctúan más. Tengo varias disciplinas, también me dedico a la pintura y paso muchos ratos conmigo mismo a solas y la inspiración llega cuando llega. Es una apetencia, no estás pensando «estamos en mayo, en navidad nuevo disco», esa montaña rusa en la que estamos todos a unos les da por salir a caminar, otros por natación, el dominó, ver la televisión, chatear, a mí por hacer canciones y en esa búsqueda van saliendo.

Fuente: David Roth – El Ideal – ENLACE