Manolo García: «Los políticos nos dan unos disgustos de la hostia»

Manolo García. El músico barcelonés acaba de lanzar un doble álbum, ‘Mi Vida en Marte’ y ‘Desatinos Desplumados’, y a partir de junio inicia una gira por todo el país. Sonarán las nuevas canciones y también la míticas del Último de la Fila.

¿Cómo es su Vida en Marte? Intento que sea lo más cálida y llevadera posible. El título del disco es una broma, pero tiene una pequeña reivindicación que surge cuando veo una noticia que cuenta que van a hacer unos proyectos en Marte. Y digo ¡ostras!, nuestro planeta azul nos lo estamos comiendo, está acabado y hay que ir a un sitio frío, inhóspito y sin agua como Marte. Las injustas actuaciones de ciertas personas en el mundo hacen daño a sus conciudadanos; no facilitan la vida, sino que la oprimen y la obstruyen. Y eso hace que me sienta un poco marciano.

Desde su atalaya marciana, ¿cómo observa a España? En este país, como en todos los occidentales y capitalistas, lo magnífico es consumir y gastar. Y alguien debe decir bien alto que, al consumir tanto y al crecer, nos vamos cargando el planeta. Lo vemos todos, pero no obramos en consecuencia. En general, los que nos dirigen van en la dirección opuesta a la que nos conviene a todos, incluidos a ellos mismos, pero yo no soy nadie, eh.

Claro, porque los políticos, ahora, están la mayoría de las veces crispados y buscando problemas artificiales. Los políticos que piensan en los ciudadanos y son honestos merecen todo el respeto. Pero el que está pensando solo en su partido, la poltrona y en chupar no merece nuestra consideración. A veces, se creen estrellas de rock, pero las estrellas nos dan alegrías, dan conciertos y nos ponen la piel de gallina. Qué bien cantó Lady Gaga o Rosalía, me da igual. Pero los políticos nos dan unos disgustos de la hostia. ¿Cómo que la luz sube? La energía es un bien común que necesitamos todos. ¡Dejen de privatizar y de hostias en vinagre! Necesitamos que un jubilado o cualquier persona, aunque su poder adquisitivo sea pequeño, tenga luz, calefacción y no se muera de frío. ¡Justicia social, coño! Si está muy claro.

No lo tienen todos tan claro. El político que lucha denodadamente por la justicia social merece todo el respeto y el que no, es que no quiero saber nada de él, ni escuchar sus soflamas, ni ver su foto ni votar. Que me dejen en paz. Y el que se esté dejando la piel por su tarea, le doy un abrazo y me tomo con él 17 cañas y cafés. ¡Buenas personas necesitamos, coño! ¡Gente decente, cojones!

Pero qué difícil parece. Para colmo, vivimos momentos convulsos, con la guerra en Ucrania, crisis económica, pandemia… El ciudadano se ve muy pequeñito ante estos conflictos. Es la víctima porque las crisis económicas no las provoca el ciudadano. Somos la masa de hormigas que pagamos impuestos. Las crisis las provocan los que parten el bacalao y los que llevan la batuta. Los ciudadanos somos los que trabajamos y nos levantamos a las seis de la mañana. ¿Hay problemas? Por nosotros no será; trabajamos como locos.

Acaba de publicar un doble disco cuando se cumplen 24 años de su primer disco en solitario y 41 años desde la grabación del primer álbum de Los Rápidos. ¿Asusta la veteranía? No, me complazco en la veteranía; me hace menos torpe. Disfruto más que nunca con el trabajo. Cuando eres más joven, eres más inconsciente y te tiras a la piscina aunque no haya agua; ahora, por lo menos, miras si hay agua. Eres más consciente de lo bien que te trata el público y más agradecido con la gente que acude a tus conciertos y compra tus discos.

¿Cuántas canciones ha compuesto a lo largo de estos años? El primer disco fue en 1981 con Los Rápidos, luego fueron Los Burros, El Último de la Fila y, ahora, en solitario. En ese viaje, como letrista solo o en equipo, he participado en 300 y pico canciones, de las que cerca de 200 son mías en solitario.

¿Cómo es su relación con canciones míticas que todo el mundo conoce como ‘Querida Milagros’ o ‘Aviones plateados’? Es una relacion entrañable y de cariño. En las giras, las sigo cantando porque la gente me las pide. Insurrección no me la quito ni con agua hirviendo. Si no la toco, la gente empieza a gritar Insurreción… Y yo las toco encantado. Son canciones que hice con Quimi Portet y es un honor y un orgullo. No solo no me desdigo porque sean de la etapa de juventud, sino que las suscribo y la vuelvo a firmar. Son canciones muy sinceras con un punto ingenuo, pero no tienen una construcción mala. Éramos jóvenes, pero no tontos ni torpes.

Repasando su biografía me ha llamado la atención que fue telonero de los Ramones y de Tina Turner. Sí, y muchos más. Hemos cantado en el mismo micrófono de Bruce Springsteen, Sting… Ha habido experiencias muy bonitas con músicos internacionales y nacionales. Con Calamaro, Alejandro Sanz… El músico va de buena fe, da su pequeña magia, igual que el pintor, el escritor… igual que otro que hace una silla. Admiro a la gente que hace cosas sin pensar en el dinero, es una pasión de vivir. Llega a un punto poético.

Con tantos temas que ha compuesto, muchos de ellos emblemáticos, cobrará un pastón de Spotify. Cobro una mierda; es la palabra que puedes poner. Pero no solo yo, todos los músicos.

¿Sigue sin ceder sus canciones para la publicidad? Sí. A pesar de que he rechazado en múltiples ocasiones anuncios y campañas publicitarias, ahora en mis canciones y en las de todos hay anuncios. No queda otra. Nos han orientado en esa dirección y nos han obligado. O lo tomas o lo dejas.

¿Se refiere a la publicidad de Spotify? A todo en general. Es el signo de nuestras vidas y tampoco me voy a quejar ni a lloriquear porque no sea justo. Le puedes preguntar a Springsteen, Serrat o al artista emergente. Ha cambiado todo y no a favor del músico, sino de la industria. Las empresas de telefonía están muy contentas. Empezaron ofreciendo cosas que no eran suyas. Se llamó piratería al principio y ahora se cobra, pero todo está disparatado. Unos pocos se aprovechan de una necesidad ficticia que nos han creado. Los móviles no los necesitamos. Se nos ha indicado ese camino y hemos entrado al trapo. Sin móviles también se vivía y más tranquilo. Es mi opinión y si alguien no está de acuerdo, lo respetaré.

¿Qué es lo más difícil de mantenerse tantos años en el panorama musical? Conservar la ilusión porque hay situaciones duras. Y mantener la disciplina y no distraerte por el camio porque hay mucho canto de sirena. Ante ti, van apareciendo distracciones, negocios, colaboraciones, películas… Para mí, es importante no perder el norte. Soy músico y me quiero ganar la vida con mi música y mis conciertos.

Lo suyo es el triunfo del tipo normal, muy alejado de las estridencias de las grandes estrellas. Bueno, quizá eso que acabas de decir es mi forma de ser estrella, es mi singularidad. La pose y la foto es importante y me gusta cuando veo artistas que le dan una importancia absoluta a la puesta en escena, al vestir… me parece simpático. Veo un músico que va vestido de una forma singular y no pienso ‘vaya notas’. Me divierte que haya diversidad. Yo soy todo lo contrario. Hay artistas que entran a un restaurante y todo el mundo dice ‘anda, qué guapo’. Le da alegría a la vida. Yo voy con una camisa normal y un pantalón normal. Le doy más importancia a las canciones. Paso más tiempo en mi estudio, componiendo, que en tiendas buscando ropa. ¡Ojo!, que me parece bien que haya artistas que se van a Londres o París a comprar ropa para que luego flipen en Madrid. Van con un look y unos peinados… Me parece guay. Si fuera yo fuera así, también estaría bien, ¡qué coño! Pero no soy así y tampoco voy a pedir perdón por ello.

Escribe letras con mimo y lo da todo en el escenario. ¿Si pudiera elegir se encerraría en el estudio y renunciaría a las giras? No, está muy bien alternar. Soy un nómada vital. Un tiempo hacia dentro para componer y hacer discos y otro para las giras.

¿Siempre quiso ser músico? Sí, desde niño. Desde los 13 años tuve la noción clara. Empecé a estudiar solfeo y aprendí a tocar la batería. También pintaba cuadros, dibujaba y tocaba. Lo tuve claro y estoy cumpliendo mi sueño.

¿Cómo es su retiro soñado? Un día de retiro en un paraje donde no haya huella humana. Ni edificios, ni carreteras, ni autovías… cosas que hace 150 años no existían. Caminar por un paraje virginal. No hace falta irse al Caribe. En un valle de Burgos, Cataluña o Galicia te lo encuentras.

Fuente: Silvia Moreno – Foto Angel Navarrete – El Mundo – ENLACE