El cantante barcelonés se define como un «escéptico participativo», feliz con su vida austera en el barrio de toda la vida, un tipo que no quiere perder el tiempo contando ‘likes’ o mirando los mensajes de Watshapp.
Manolo García (Barcelona, 1955) dice que se levanta cada día más rockero aunque escribe más poesía que nunca. Su último libro ‘El fin del principio’ (Penguin Random House) permite al letrista acercarse a algunas de sus inquietudes vitales, entre ellas, la ecología o la aversión a la tecnología cuando es sinónimo de dependencia. Para localizarle lo mejor es llamarle al teléfono fijo de su casa o buscarle en alguna terraza de su barrio de toda la vida, el Poblenou.
Los Rápidos, Los Burros, El Último de la Fila, dos décadas de carrera en solitario y aún sigue disfrutando de las giras. Define como «piratas con parche en el ojo y pata de palo» a plataformas como Spotify, Youtube o Apple, y reconoce que si pudiese retiraría su música de todas ellas. Ironiza definiéndose como «un famoso de tercera regional». Es un rockero que pasará este fin de año como los anteriores: acostándose pronto tras haberse tomado un batido de cacao.
Parafraseando el título de uno de los poemas del libro, ¿cómo es ahora la vida de Manolo García?
Es una vida con constante curiosidad. Me autodenomino como un escéptico participativo. Me defino escéptico con muchas de las cosas pero luego intento poner mi grano de arena para que esto tire para adelante. Modestamente, como hormiguita que soy, intento dar lo mejor de mí y alegrar un poco la vida a los demás, a la vez que alegro la mía, con los cuadros, poemas y las canciones. La ilusión de mi día a día es seguir haciendo lo que me gusta.
Y eso que a lo mejor ya no lo necesita para vivir.
Hay que saber que un artista es él y una pléyade de personas que trabajan y viven de ello, a veces allanando el camino y otros complicándolo. Eres una empresa de fabricar emociones, no te has industrializado. Existe una red de amigos con la que vas trabajando y a todos nos une la pasión por la música. En las giras somos felices.
¿Todavía se levanta rockero o cada día más poeta?
Cada vez soy más rockero que poeta pero cada vez hago más libros de poesía. La música es un nutriente para la vida. Siempre me levanto para vivir, no me conformo con malvivir. Pienso las cosas prosaicas que tengo que hacer, ya sea ir a pagar una multa, al banco, lo que toque, y después empiezo a vivir y eso es leer un libro, hablar con un amigo o mirar las cotorras que se posan en los árboles de Barcelona.
Se define como un lector voraz. ¿Con qué está ahora?
Con siete u ocho libros. Estoy disfrutando con ‘Diario de viaje a Italia’ de Montaigne y releyendo a Pío Baroja y a Pérez Galdós. Soy muy fan de Javier Marías y me gusta mucho el desparecido Roberto Bolaño porque la suya era una literatura que me toca mucho.
¿Aprovechó el confinamiento para escribir y pintar o es de los que no tenía ganas de nada?
Yo trabajé más que nunca. Ante las vicisitudes me crezco y no lo digo para presumir de nada. He sufrido y sufro la angustia general, el tener conocidos que han fallecido, pero a mí estar en casa encerrado en una habitación, componiendo y pintando, me va de maravilla. Cuadros pequeños porque la habitación es pequeña.
Igual porque ya era un poco lo que hacía también antes.
Sí, es eso. Soy una persona austera, no soy fiestera. Me gusta la tranquilidad. Tengo un ‘yo’ extrovertido, el del escenario, el de hablar con la gente y después soy el tipo que se ha ido calmando con los años, alguien más reflexivo, que pinta y escribe poemas.
¿Lo de la aversión a los ordenadores y los móviles es solo para los versos o es así también en la vida real?
No negaré que cualquier avance que sea bueno para la humanidad es positivo. La tecnología aplicada a la sanidad o al ocio puede ser maravillosa. Tengo una cámara de fotos digital y me gusta porque no tengo que estar revelando fotos. No soy tecnofóbico, soy prolibertad. Pero cualquier aparato que me enganche y me obligue a estar pendiente de él todo el día, me convierte en un esclavo y yo no quiero eso. La vida para mí es pasear por la calle, comentar con el camarero la muerte de Maradona y no es estar contando ‘likes’, mensajes o recibir chistes malos de desconocidos. No me interesa. Mi tiempo es oro incluso para no hacer nada.
Al final decidió que sus discos y los del Último de la Fila estuviesen en Spotify.
No, yo no lo decidí.
Pero están en Spotify.
No todos. Te voy a ser muy sincero. A mi edad y con el trabajo hecho, las giras, como la última que hice por 56 teatros, si pudiera diría que desaparezca mi nombre de ahí. Esto, como Google o Apple es piratería absoluta. Es un asalto a nuestra dignidad. Una modesta peluquera tiene que pagar por la música del hilo musical y todos estos ganan fortunas aprovechándose del trabajo del resto y sin pagar impuestos. Mi gente me dijo que había que estar, hay que seguir cómo podamos para no tener que irnos a la calle, y por eso lo hicimos. Pero que quede claro que estas empresas nos están jodiendo a todos.
Considera que hubiese sido otra persona si sus padres no hubieran dejado un pueblo de Albacete para venir a trabajar en Barcelona. ¿Qué es lo mejor y lo peor de esta ciudad?
Lo mejor fue el tejido social que había, la conciencia obrera, de gente solidaria. Barcelona era una ciudad industrial con un motor cultural magnífico. Ahora, es más bien un parque temático que no es de gusto de los barceloneses. No nos gusta como se han cargado el paisaje de las tiendas de toda la vida. A los ciudadanos nos da pena pero parece que a los que nos han gobernado los últimos 30 años les da igual.
No quería ser famoso, quería ser músico. Y al final es ambas cosas porque no solo es músico, también es famoso. No sé si esto último es a su pesar.
Soy un famoso que juega en tercera regional. Cuando voy por la calle me gusta pararme a hablar con todo el mundo. La fama no me importa, lo que sí que siempre me ha interesado es la privacidad.
Pero se le ha respetado la privacidad, ¿no?
Sí, esta filosofía mía de bolsillo se ha respetado. Yo también me he encargado de no airear nada que no fuese más allá de mis trabajos artísticos.
En uno de sus poemas la alumna le dice al profesor que pronto habrá una lucha, una revolución verde. ¿Usted que es un ecologista convencido cree que lo veremos o después de todo esto seguiremos igual o peor?
Mi temor es que se actúe cuando ya será demasiado tarde. Greta Thunberg tiene razón. Mucha gente hacemos lo que podemos pero se necesitan decisiones desde arriba.
En una entrevista magnífica que le hizo Kiko Amat en ‘Jot Down’ comentó que lo de los Estados y los gobiernos no le interesaba nada. Pero tendrá opinión sobre cómo ha gestionado el Gobierno la pandemia.
Han hecho lo que han podido. Han dado palos de ciego, como todo el mundo, aunque también hay formas de coger el palo y creo que se han cometido muchos errores. Lo que me parece lamentable es que haya partidos que se aprovechen del desconcierto para intentar tumbar a los que están.
¿La cultura ha sido el sector peor tratado en las restricciones?
Todos los sectores han sufrido.
¿Todavía existe la izquierda y la derecha o son conceptos superados?
Están superados. Ya no hay obreros porque la robótica lo está sustituyendo todo. Actuamos como si los recursos naturales no fuesen finitos y con un primer mundo que piensa que el crecimiento puede ser ilimitado. Somos muchos, estamos hiperconectados pero con una desigualdad brutal. Mientras, los políticos se han convertido en estrellas de rock y el pueblo no necesita eso. Están embebidos en sus intereses partidistas y personales, copiando el modelo americano, con las luces, escenarios, los discursos a las masas…El pueblo necesita equidad y que no haya situaciones de abuso.
Vive en Catalunya y otra vez se está debatiendo sobre el papel de la lengua castellana. Si está o no discriminada. ¿Usted qué cree?
En el Estado español hay cuatro lenguas, el galego, el euskera, el castellano y el catalán. Yo hablo catalán y castellano, un poco mejor el castellano porque es mi lengua materna. Pero hablo el catalán con todo el cariño a esta tierra que nos dio acogida a la gente que venimos aquí. Lo importante es que haya respeto y no haya garrotazos. Que cada uno se sienta como quiera.
¿Qué le parece que ahora se dediquen tantas horas a debatir cómo deben ser estas Navidades?
Me parece una chorrada.
¿Usted ya tiene decidido qué hará?
Yo haré lo mismo de cada año. Odio tomar las uvas y me da muy buena suerte. La noche de fin de año me tomo un batido de cacao y me acuesto pronto. El día 1, que además es mi santo, a las 9 de la mañana ya cojo la guitarra. Soy agnóstico, lo respeto todo pero a mí que me dejen en paz. No quiero beber champán el día 25 o el 31, quiero beberlo cuando me apetezca.
Fuente: Neus Tomás – El Diario.es – ENLACE