Nunca el tiempo es perdido con Manolo García en Gijón

A nadie extrañe que durante dos días Manolo García cuelgue el cartel de «no hay billetes» en el Jovellanos. Al veterano cantante se le estima en esta tierra y él, que lo sabe, no ahorra guiños a Asturias, como cuando se refirió a su familia asturiana o recordó a la región «de les vaques» que sufrió una rotunda reconversión láctea, entre otras reconversiones.

Como Manolo García es un artista íntegro, sin cuota de mala leche, recibió una ovación cerrada nada más asomarse al escenario del coliseo gijonés, donde hizo repaso de viejos temas legendarios de su discografía, como «Pájaros de barro», «A San Fernando», «Lápiz y tinta» o «Nunca el tiempo es perdido», con otros más recientes, como «Océano azul», «Ruedo rodaré» o «El frío de la noche».

El señor García comenzó el concierto con «San Genaro», acompañado de guitarra acústica, a la que se fueron sumando instrumentos de una banda muy nutrida: guitarras, flauta, violín, percusiones, teclados… con un sonido limpio y equilibrado. Desde el primer minuto se percibe emoción contenida en el patio de butacas, tal vez por influencia del tono acústico del recital. Hacia la cuarta canción se escuchan las primeras palmas.

El ambiente se va caldeando con temas de discos míticos como «Arena en los bolsillos» o «La sombra de una palmera», que suena en compás flamenco. No escatima los temas sociales en su diálogo, entre canción y canción, con el público: la violencia de género, el maltrato al medio ambiente… Con «Pájaros de barro», todo el teatro canta a una sola voz.

«Van a ser tres horas de bolos», dijo el artista al arrancar. Y cumplió. Y su público de fieles bien que se lo agradeció.

Fuente: LNE – E.V. – Foto F. Rodriguez – ENLACE