Manolo García, «el raro de la clase»

El reconocido cantante, que actúa en el Buesa Arena el próximo 3 de mayo, descubre a EL CORREO cómo surgieron cinco de sus mayores éxitos

Dice Manolo García (Barcelona) que sale de casa preparado para el fin del mundo. «Siempre llevo un libro en la mano por si hay un apocalisis. Si me quedaran dos horas me sentaría en un banco y me pondría a leer» , cuenta entre risas. El que fue cantante de El Último de la Fila, una de las voces más inimitables de la música española, llega al Buesa Arena el próximo 3 de mayo. «Siempre he trabajado de la manera roquera o popera desde el año 81. Siempre he hecho conciertos eléctricos y sé que no invento la sopa de ajo, pero en mi sonoridad hay un cambio porque ahora trabajamos con guitarra acústica, española, bandurria, acordeón, violín…».

De esta manera describe los cambios en el directo. Lo que permanece en el músico son los hábitos cuando viaja de una ciudad a otra. «Cuando voy de gira llevo siempre mis cuatro o cinco libros en mi maleta y siento que la vida tiene algún sentido, sino pienso que todo es un coñazo», cuenta este cantante, pintor que tiene un tono optimista al mismo tiempo que indignado. Dice que escribe «páginas y más páginas» del mundo que le rodea. Y prefiere hacerlo sobre el papel que con los pulgares sobre el móvil. «No me gustan las pantallitas», indica. «Yo era el tío raro de la clase. Lógicamente ni peor ni mejor, pero iba a mi bola». Así se ha hecho un nombre respetado por su inconfundible voz. El cantautor repasa -más allá de ‘Como un burro amarrado en la puerta del baile’- que siguen formando parte de su repertorio habitual.PUBLICIDAD

Cinco éxitos de Manolo García

Forma parte de su debut en solitario ‘Arena en los bolsillos’ (1998). Surge en un momento en el que el pasado casi arolla al presente e incluso se plantea dejar la música tras el fin del grupo con el que había alcanzado el reconocimiento. «Es fruto de la incertidumbre. Cuando terminó El Último de la Fila me quedé un poco desangelado. Había pensado que iba a ser para siempre porque hacíamos un equipo muy majete, trabajamos juntos, compositores los dos y vas viendo que en la vida todo acaba. Estuve un año y pico pintando como loco y me salvó de esa incertidumbre porque hubo momentos en los que me planteé volvé al diseñador gráfico y volver a la antigua empresa que me daba trabajo. Fruto de ese tiempo y esa confusión mental es esta canción». Vídeo. 

Otro de los éxitos de su primer disco en solitario enraizada en su familia y sobre todo en la figura de su padre. «Esta canción viene de cuando era chavalillo. Éramos una familia muy humilde, mi padre vivía del campo; a los 20 y tantos se vino desde Albacete a Barcelona y seguíamos siendo una familia humilde. Yo recuerdo decirle a mi padre que me llevara al cine y me decía «sí, al cine de las sábanas blancas». No había dinero: había para comer y para pagar el alquiler. Punto. Era para decir que tocaba irse la cama con un doble sentido porque en esos tiempos también se proyectaba en sábanas blancas. Hice una canción en su honor. Otra frase era cuando le decía si íbamos a coger el tranvía. «No, vamos a andando, en el cochecito de San Fernando, un ratito a pie y otro caminando». Eran frases que mi padre me decía».

El camino y las dudas empiezan a despejarse tras el éxito del primer trabajo. Con el disco ‘Nunca el tiempo es perdido’, grabado entre Barcelona y París, recupera las buenas sensaciones. «Fue muy bien el primer disco y fue una sorpresa para la compañía que tenían dudas. El disco les despeja la incógnita porque pega un patinazo. Entonces me enfrento al segundo disco con la sensación de que no puedo fallar y a partir de ahí tengo la intuición de que todo lo que haga va a estar bien. Lo que hago es disfrutar de los días sin ponerme tenso. Voy al cine, me muevo a deshora… Voy jugando conmigo mismo y de ahí sale la canción: rompiendo mi ritmo y buscando un no-método que sea la forma de trabajo». Vídeo. 

Una de las canciones más enérgicas y un himno generacional de El Último de la Fila. No tenía mayores pretensiones cuando se compuso que lograr la duración mínima de un disco. Forma parte del álbum ‘Enemigos de lo ajeno’ (1986). Segunda canción de la Cara A. «Su nacimiento es nada poético. En esa época estamos grabando para una compañía rata, muy rata. Y estamos una semana en estudios grabando sin ningún lujo y tenemos hasta las dos de la tarde en el estudio. Tenemos un disco muy corto y nos falta una canción. Soy muy optimista, entonces pido un riff que tenía Quimi Portet y nos ponemos de acuerdo. Mientras entra a grabar el ritmo me hago la letra rápida. Y en una hora la tenemos. Fruto de las prisas y la constatación de que nos iba a quedar un disco muy corto, sale».

El mundo onírico de la banda se desborda entre las cuerdas y la particular voz del cantante. La última canción del disco ‘Como la cabeza al sombrero’ (1988) tiene alma huidiza, suena a los veranos de la juventud. «La siento muy mía porque me pilla en una época muy bohemia, muy jipi. Me acaba de ir del núcleo de casa de mis padres. En esa época iba por libre, estaba empezando y estaba con cuatro cosillas que hacía. Trabajaba de diseñador gráfico, pero estaba empezando. Recuerdo que dibujaba cajitas para calzoncillos y bragas. Estaba en esa época. Vivía en un buhardilla y tenía que pedir permiso al dueño de un bar de abajo para ducharme. Estaba un poco como apajarado. Hacíamos vida de noche y durante el día dormíamos pero yo tampoco dormía: me ponía a pintar y a escribir textos. Sale en esa época juvenil de salir por la noche, una copilla…».

Fuente: El Correo Álava – ENLACE