Manolo García: «España necesita respirar, justicia social y políticos éticos»

«En el segundo debate televisado vi un circo extraño y un poco enloquecedor», con una excepción, confiesa: «Solo me gustó uno, en su mesura y corrección»

Por primera vez en su carrera, el autor de himnos como ‘Nunca el tiempo es perdido’ y ‘Pájaros de barro’ llega a Palma con una gira acústica. Este viernes y sábado en el Auditorium

¿Qué define su actual gira?
R Una fórmula que nunca había experimentado: el acústico. Yo he trabajado toda mi vida en eléctrico, desde que empecé con Los Rápidos. Con este grupo recuerdo un concierto muy eléctrico en Mallorca, en 1981, en una discoteca que tenía Llorenç Santamaria.

¿Qué comodidades le brinda?
R En el acústico, el cantante puede explayarse, su voz no se cansa tanto, puede modular, dulcificar el modo de cantar y no tiene que competir con una muralla de sonido dura. La guitarra española, acústica, el violín o un acordeón le permiten a la voz una posición cómoda. Las guitarras eléctricas hacen que el cantante tenga que dar ciertos alaridos, tener una actuación histriónica.

Dos días en Mallorca. ¿Tendrá tiempo para la pintura?
R Siempre llevo mi cuaderno de dibujo, mis lápices y una goma de borrar. En los hoteles me entretengo dibujando, es un pasatiempo que me expande la mente y me despeja de la situación del día del concierto, en el que estoy algo inquieto.

¿Qué color pone a su música?
R Yo que he pintado durante mucho tiempo con colores muy primarios, ahora estoy en unos tonos más desvaídos y difuminados, suaves y dulces. En esta gira las versiones de mis propias canciones son más góndola, no un buque que tira hollín, son más de remo.

Pasados los 60, ¿se sube al escenario en busca de diversión o ya por inercia?
R Si no encontrara un placer y un algo vital, no me subiría al escenario. Todos los oficios tienen momentos un poco agrios, instantes que se te escurren entre los dedos pero cuando uno aprende de los oficios capta sus bondades.

Hace unos días Dylan se irritó en Viena hasta el punto de preguntar al auditorio: «O toco o poso». ¿Su público puede ir a sus conciertos móvil en mano?
R Que hagan lo que quieran. Detesto las prohibiciones y los castigos. El año pasado aparecí por casualidad en las Lagunas de Ruidera y me quedé sorprendido. Llevaba una cámara y al ver una agua limpia y unas cascadas paradisíacas no pensé ni por un momento en ponerme a filmar, me quité la ropa y me metí en calzoncillos, a nadar. Disfruté de lo que me ofrecía la situación. Filmar es una trampa. Esos millones de fotos y vídeos que almacenas nunca los verás en el futuro, es imposible. Y si lo hicieras, te estarías perdiendo la realidad de ese nuevo momento. Yo tengo un motor interior que me hace rechazar esa oferta lúdica. Prefiero mirar un árbol o tomarme una cerveza. Prefiero las tres dimensiones, y busco más, porque presumo que puede haberlas, si actúas en consecuencia al buscarlas. Estas dos dimensiones, largo por ancho, las acepto justitamente, en el cine, sí, uno de mis vicios confesados, en la pintura, pero la tecnología la tengo a raya, no quiero ser su esclavo porque mi espíritu no se complace en ella, más bien se siente apabullado. Me dejo llevar por mi yo animal, bastante desarrollado. No me interesa ponerme a las órdenes de los inventores de Silicon Valley, de todas sus paridas y videojuegos, un material casposo de cojones.

¿Tiene la sensación de que su carrera ha ido a cámara rápida?
R Yo llevo más años que San Pedro en esto y siempre he buscado lo mismo, por cierto, algo casi imposible: la felicidad perpetua en el arte. Busco estar contento cada día y lo consigo los días de los conciertos, cuando intuyo que me sale una canción medio regular o cada vez que descubro una canción de alguien que pone los pelos de punta.

¿Siempre ha sabido el rumbo a seguir?
R Puedo presumir de haber sabido lo que no quería, de no haberme dejado seducir por cantos de sirena y saber que mi norte era hacer canciones y ofrecer conciertos. Desde muy joven quise ser músico y sigo pensando lo mismo, porque la posibilidad de ser músico te lleva a la posibilidad de compartir emoción muchos días con muchísima gente. En algún libro he leído que la persona que vive en tribu emocional puede llegar a ser muy longeva, que es la pretensión de todos.

¿Cuál ha sido el último músico que le ha emocionado?
R Rufus T. Firefly. Lo descubrí en un concierto y me gustó mucho su voz, cómo interpreta el piano y cómo desarrolla los arreglos.

¿Ya lo sabe todo sobre su voz?
R No, qué va. Mi voz, mi instrumento, va cambiando, se va oxidando, hay que echarle aceite, adaptarse a la climatología, tomar jengibre, dormir dos horas más? Cada día es diferente y hay días que puedo hacer cosas endiabladamente difíciles con la voz y otras que soy incapaz. La voz humana es un instrumento muy serio.

Uno de sus dos conciertos en Palma tendrá lugar el día de la reflexión. ¿España necesita un baño de reflexión?
R España necesita un baño de respirar, de justicia social, de que el político realmente se entregue al pueblo que le vota y no esté al servicio de su ego o de su partido? España necesita ética, políticos éticos absolutamente, que no piensen que la gente son su negocio, repartiendo como quieren, porque luego hay agujeros en la seguridad social u otro tipo de mandangas que nos dejan alucinados.

¿Qué le han parecido los debates políticos televisados?
El primero me dio pereza verlo y ante el segundo confieso que claudiqué. Solo me gustó un político, en su mesura y exposición. El resto no me interesaron, les vi en un circo extraño y un poco enloquecedor. A ese político que me gustó le respeté por su corrección. Cuando oigo la palabra ‘justicia social’, yo aguzo la oreja. Para mí la madre de los problemas es el cambio climático, y la preocupación de los políticos por esta cuestión ha sido escasa o más bien nula. Si la temperatura del planeta sube un grado más dará igual lo que seas, político o conductor de camiones.

¿Escuchó en el debate alguna vez la palabra cultura?
R No. En la legislatura anterior los obreros del arte hemos estado muy castigados, por malos. España está a la cola de los países europeos en cuanto a lectores. Eso es una muestra de la ilusión por la cultura. La cultura, para los políticos, suele ser mosca cojonera.

¿Qué borraría de esta España actual con su goma de borrar?
R La miseria, que haya personas viviendo en una absoluta precariedad, y con letras de trazo grueso dibujaría un cambio de modelo energético, con energías no contaminantes, algo que reportaría puestos de trabajo y rentabilizaría la economía. Cambiemos ya el modelo energético, y que sean ellos los que se forren, no hay problema en eso, pero el cambio es urgente.

Fuente: Gabi Rodas – Diario de Mallorca – ENLACE