«sé que el que más te gusta, la música que te acompaña a diario en el coche es la de Manolo García»
Ruth Beitia, con 1,97 metros, logra la medalla más paciente del mundo después de cuatro JJOO y 26 años en el salto de altura
Sabina te diría: «Nunca es demasiado tarde, princesa». Pero como sé que el que más te gusta, la música que te acompaña a diario en el coche es la de Manolo García, será mejor decirte lo que tú ya sabes de sobra, «nunca el tiempo es perdido» y hasta recordarte que «cuando tú regresas, las mañanas levantan el vuelo».
Y, sí, claro que hoy es una de esas mañanas. Quizá la mejor de tu vida, oro olímpico, al fin, a los 37 años, Ruth Beitia Vila, tanto tiempo esperando, tantas lesiones y pesadillas vencidas, tanta paciencia los inviernos, «nunca el tiempo es perdido», lo dice la canción y hay pocas canciones que mientan.
No se sabe siquiera si esto de hoy es un alegato a lo imposible. Una mano o una broma del destino. Pero sí se sabe que tú oro olímpico ya está aquí y que llegó, a fuego lento, en el estadio Joao Havelange, a 8.000 kilómetros de tu casa, en Santander. Te ha sido suficiente con 1,97 metros.
La atleta cántabra Ruth Beitia celebra su medalla de oro en salto de altura en los JJOO de Rio. REUTERS/Dominic Ebenbichler
Son los tiempos que corren en el salto de altura y que tú has interpretado antes que nadie. Así que nosotros tenemos el deber moral de recitar de memoria ese podio que nos deja Rio: Ruth Beitia, Mirela Demireva y Blanka Vlasic. Se dice y no se cree. Campeona olímpica. Hay lugares adónde la imaginación no sabe cómo llegar.
Al fondo quedan los días y los cielos lluviosos, la libreta de tu entrenador y tantas gentes de tu generación que se retiraron hace tanto. Es la certeza de que no ardió tu paciencia en todo este tiempo y de que no siempre fue fácil. La intuición de reinventarse y de volver a vivir a Santander, a ver el mar desde tu ventana.
Aún recuerdo a la antigua Ruth Beitia, la que no pasó la previa a los 25 años en los Juegos de Atenas 2004. La que no imaginaba solución a sus dolores de espalda. La que veía que el tiempo pasaba y el destino no la tomaba la mano.
Tampoco lo hizo en Pekin 2008, séptima, pero lo que seguíamos sin imaginar entonces, princesa, es que «nunca es demasiado tarde» y que, sin aproximarse a los 2,08 metros que saltaba la croata Blanca Vlasic, algún día también podrías ser medallista. Así ha sido.
El resultado es hoy, 48 meses despues del cuarto puesto de los Juegos de Londres. Un desafío que has ejecutado con seguridad antes y después de llegar a Río. Así que hoy nos hiciste un poco más sabios. Nos has demostrado que un oro olímpico no es incompatible con trabajar y estudiar, matriculada como estás ahora en la Facultad de Psicología.
Y la motivación. Sobre todo, esa motivación, que se resigna a envejecer. A los 37 años, seamos realistas, no es lógico estar en Río. La edad media de las 17 finalistas no era esa. Pero tú tienes una diferencia. «Adoro competir», replicas cada día que te preguntan y, si te dan a elegir, prefieres que nadie te llame princesa. No naciste para serlo, dices y les dices a tus sobrinos.
Y eso es carácter, Ruth, tu primera medalla, según tu entrenador, el viejo Ramón Torralbo, sabia consecuencia de ésta y de las trece medallas que llegaron con anterioridad, casi todas en estos últimos cuatro años en los que tus ilusiones también nos pertenecieron a nosotros. Fue un placer vivirlas y conocerlas.
Así que enhorabuena, amiga, y el día que nos falle la paciencia nos acordaremos de tí y de Manolo García y de la letra de esa canción suya en la que nos pide «cabalgar hacia la eternidad». Aquí estás tú, Ruth Beitia Vila, su vivo retrato
Fuente: Público – Alfredo Varona – ENLACE