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Manolo García, como un niño brincando en el centro del baile

Manolo García ofreció ayer un extenso concierto en el Palau Sant Jordi con todas las entradas agotadas, donde no faltaron éxitos de El último de la fila y de su carrera en solitario, así como temas de su nuevo disco ‘Geometría del rayo’ (Sony, 2018). Tanto el cantante de Barcelona como su banda de Nueva York, y por consiguiente el público, se entregaron al máximo.

Manolo García pensaba que nunca haría un concierto en el Palau Sant Jordi. No estuvo de más que recordara aquello de ‘nunca digas nunca’ porque efectivamente allí nos encontrábamos ayer. El haber agotado las entradas de un estadio como este – 16.500 personas, según la organización – y aún encima en su ciudad natal – “estoy entre vecinos”, dijo – provocaba en el cantante de Barcelona una actitud no ya enérgica… pletórica. Una exaltación, una vitalidad, una motivación tal que contrastaba con su edad – 63 tacos, recordemos – y con su propuesta – un pop de autor más bien tranquilote -. Pero ayer rompió con todo: volvió a ser un niño, por dentro y por fuera. Y el público también.

De hecho, la infancia estuvo muy presente durante todo el concierto: que si “el nen petit que porto dintre meu” estaba realmente ilusionado, que si cuando juegas de niño el tiempo se detiene, como si dejara de existir, y es un poco lo que le estaba ocurriendo en ese momento, que si abejas de peluche y pelotas inflables, etc. Yo misma volví a la infancia. Porque Manolo García es el CD doble de Para que no se duerman mis sentidos (Sony, 2004) que mi padre ponía en bucle en aquella minicadena Panasonic tan moderna para su época. Y estoy segura de que todas las personas que estaban ayer ahí tenían su propia historia que les vinculaba a Manolo García o a El último de la fila (si quieres compartir tu historia con nosotros y con otros lectores más abajo puedes dejar un comentario). Y eso es fenomenal porque, tal y como dijo él mismo, “quan una cançó et fa companyia i et porta records… Això es impagable”.

La canción que más o menos soportaba de aquellas era Malva – de niña Manolo García no me parecía muy interesante, para qué mentir – y precisamente con esta comenzó su repertorio: le seguirían 30 canciones más. Tres horas y pico de concierto dan para mucho, muchísimo. Pero no quiero que estés tanto rato leyendo esto, así que seré breve, o lo intentaré al menos:

Impecable banda y setlist

Manolo García salió al escenario con un bastón, pero no tardó en dejarlo por ahí tirado. Como diciendo ‘pensáis que ya estoy en el final de mi carrera, ¿eh?… ¡Pues aún me queda rock para rato!’, o algo así. Y en verdad el espectáculo no decayó en ningún momento, y eso tiene mucho mérito teniendo en cuenta lo duradero que fue. Acompañó la variedad de su setlist, con todos los éxitos de su carrera en solitario – Pájaros de barroPrefiero el trapecio A San Fernando un ratito a pie y otro caminando, de Arena en los bolsillos (BMG, 1998); Somos levedad y Nunca el tiempo es perdido del homónimo álbum del 2004; Lo quiero todo y Sombra de la sombra de tu sombrero, de Los días intactos (Sony, 2011), etc – y, a falta de cuatro, todos los temas de su nuevo álbum: Geometría del rayo (Sony, 2018).

Disco que grabó en Nueva York con unos músicos excepcionales – Gerry Leonard y Meghan Toohey a las guitarras, Sarah Tomek a la batería y Jessica Hume al bajo – que también le acompañaban en directo – otro de los motivos por los que no disminuyó el hype -, igual que habían acompañado a otros artistas como David Bowie o Jack White. Preguntó si le perseguiría Belcebú por haberle puesto los cuernos a su mítica banda (Ricardo Marín, guitarra eléctrica; Víctor Iniesta, guitarra acústica y española; Juan Carlos García, teclados y voces; Iñigo Goldaracena, bajo; Charly Sardà, batería; Olvido Lanza, violín y Mone Teruel, coros), que se iban turnando con los americanos. Sea como sea, se le veía pasándolo en grande, disfrutando como un enano rodeado de sus antiguos y nuevos amiguitos.

Dos curiosidades relacionadas con el nuevo equipo: Es muy difícil de medir porque hubo muchos momentos donde el público se entregó al 100% pero apostaría porque el mayor estallido de aplausos no fue cuando García salió a escena ni cuando cantó los éxitos de El último – Como un burro amarrado a la puerta del baile en el bis y la demandada Insurreción para cerrar – sino después de presentar a Sarah Tomek. Realmente esta batería era una fuera de serie. Otra movida curiosa fue la chica que iba cámara en mano grabando el concierto: nos iba regalando movimientos y saltos de danza artística mientras se movía de un lado a otro. Había mucho talento encima de ese escenario.

Reivindicaciones y reflexiones

Siguiendo con el equipo, y ya voy acabando: “Habréis observado que hay un incremento de la presencia femenina en ambas bandas”, nos dice. “¡Ya era hora de la paridad! Y aún llega en el siglo XXI, manda cojones. Porque, ¿qué es esto de que las ejecutivas cobran menos que los ejecutivos?”, García habló de machismo, de precariedad laboral, de política, de la complicada situación de ‘las kellys’ y de las ganaderas… Incluso tuvo tiempo para el cambio climático: “Si no frenamos el cambio climático, el cambio climático nos frenará a nosotros”. Di que sí, Manolo, di que sí.

Con todo, normal que el público se entregara tanto – incluso en prensa había gente dándolo todo -. Y él les dominaba, salvando las distancias, a lo Freddie Mercury: les hacía gritar a su antojo. Y, por supuesto, les hacía cantar. Porque “cantar obre l’ànima, ens fa volar i dona sentit a les nostres vides”, nos dijo, feliz. Así, García conseguía hacerle frente a su temido tempus fugit – paranoia que probablemente compartirían los asistentes al concierto porque la mayoría eran de mediana edad -. No fue el único regalo que le hizo a sus fans: les devolvía la entrega porque se bajó del escenario en muchas ocasiones, incluso perdiéndose entre el público. Una cosa está clara y es que los que peor lo pasaron ayer fueron los seguratas: se les caía la gota gorda con tanta hiperactividad.

Me fui de allí pensando en algo curioso: en lo distintos que son Manolo García y Quimi Portet. Uno, extrovertido, que ha optado por una música más apta para el gran público; mientras que otro, introvertido, ha decidido mantenerse en un plano más underground. Pensé, quizá estoy equivocada, que tal vez por eso Él último de la fila tuvo tanto éxito, porque los dos artistas juntos eran como el yin y el yang, tan complicado y tan simple como eso.

Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit
Manolo García | © Víctor Parreño
Concierto de Manolo García en el Palau Sant Jordi. Foto © Víctro Parreño / Qualsevol Nit

Fuente: Qualsevol Nit – Paula Perez – Fotos Victor Parreño – ENLACE 

Crítica de Rock: Manolo García. BAÑO DE MASAS

Lugar y fecha: Palau Sant Jordi (20/X/2018) RAMON SÚRIO – La Vanguardia

Dijo que nunca actuaría en el Palau Sant Jordi, pero Manolo García se comió con gusto sus palabras para mostrarse exultante. Era el concierto más importante de la gira de Geometría del rayo y el cantautor selo tomó muy en serio, con una entrega que hizo temer por su integridad física dada la insistencia en proporcionarse auténticos baños de masas, ya desde los primeros compases de una actuación que alcanzó las tres horas y cuarto.

Salió con bastón de patriarca para testar el ambiente con la melancólica Malva, rubricada por el violín de Olvido Lanza. Al segundo tema, Un alma de papel, que dedicó a Adrià Puntí y Ivette Nadal, ya tiró su chaqueta al aire para mostrar sus mimbres rockeros, con la ayuda del guitarra solista y director artístico Ricardo Marín en una pose de héroe de la vieja escuela que tuvo continuidad en el primer clímax con Nunca el tiempo es perdido.

La mezcla de pop aflamencado, rock duro y épica de Prefiero el trapecio fue ideal para zambullirse entre los fans antes de hablar de «la il.lusio que li fa al nen petit que porto dintre meu» por tocar en un local tan emblemático antes de abordar Pan de oro con acento blues. Luego vino un guiño a Triana en el preludio de Con los hombres azules y una dedicatoria a las ganaderas catalanas en Lo quiero todo, que sirvió para introducir a los músicos con los que ha grabado el nuevo disco.

En Las puntas de mis viejas botas destacó la contundente batería Sarah Tomek y sobre todo las texturas del guitarrista irlandés Gerry Leonard, que brilló en la ambientación de La llamada interior, rubricada por una armónica tocada por el propio García, que luego cantaría sepultado por los fans Océano azul antes de volver al escenario con un ramo de flores y vitoreado. Tras rescatar la celebrada Un giro teatral, dio la alternativa a su hermana Carmen —protagonista cantando Ruedo, rodaré y estrenó otros temas como Humo de abrojos, que cantó repantingado en un sofá, las épicas y jondas El frío de la noche o Si todo arde y la glam-rock La regla de la sabiduría, antes de acabar enardeciendo a la audiencia con Campanas de libertad. En larga tanda de bises destacó el pop moruno de Sombra de la sombra de tu sombrero, con speech anti violencia machista, y el arreglo rumbero de Como un burro amarrado en la puerta del baile. También Somos levedad y un amazacotado fin de fiesta con las dos bandas abordando al unísono A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando.

Y la traca final, el himno Insurrección, que se empeñó en cantar de nuevo atravesando la multitud para acabar derrengado y muy satisfecho tras haberlo filmado todo al detalle para que quede constancia de un concierto que fue un hito en su longeva carrera..

Fuente: La Vanguardia – Foto Xavi Mercadé (Rockviu)

Manolo García detiene el tiempo en el Palau Sant Jordi

El cantante se estrenó en Montjuïc, tras cerca de cuatro décadas de carrera, con un concierto torrencial en el que repasó a fondo ‘Geometría del rayo’ y recuperó éxitos de toda su carrera

En todos estos años Manolo García había evitado el Palau Sant Jordi, ya sea porque prefiere las distancias (un poco) más cortas o porque un día dictó sentencia y ya no sabía cómo desdecirse, pero, sea como sea, los baños de multitudes casan con su talante apasionado y esas canciones envolventes y monumentales. Poeta de vocación popular, creador de un imaginario soñador y peón sudoroso del escenario, resumió este sábado todos sus perfiles con brío y tacto, con la generosidad por bandera, hasta quemar las naves enfilando la madrugada.

Concierto en tres secciones, la primera abierta, tras una serie de proyecciones muy animalistas (perritos jugueteando como si se tratara de unos asistentes más), con el etéreo trazo del violín de Olvido Lanza como introducción de ‘Malva’. Canción con nombre de planta aromática y de mujer, con versos de añoranza de lo más ‘manolescos’: los días sin ella “son cerezas de un cesto tejido de helechos”. Antes que nada, una aclaración resabiada: “Dije una vez que nunca tocaría en el Palau Sant Jordi, ¡nunca digas nunca jamás!”. Y una dedicatoria del concierto “a Adrià Puntí e Ivette Nadal, ¡poetas!”.

Piruetas en la vecindad

Escenario sin extravagancias, puntos y tiras de luz creando ambientes y unos escalones dispuestos para que, tras ‘Nunca el tiempo es perdido’, Manolo García se acercara al público en ese elogio de la vida aventurera llamado ‘Prefiero el trapecio’. Ya le teníamos en su posición definitiva: sonrisa complacida, descamisado, pañuelo al viento y consciente de su poder, aunque lo maquillara con su lenguaje de proximidad: “actuar aquí es como estar en el callejón de mi barrio, entre vecinos”. Y un saludo “a los visitantes de otros lugares del Estado, ¡Barcelona hospitalaria!”.

Las canciones se sucedían con su amalgama de tejidos preciosistas y un poco exóticos, medios tiempos en que las melodías podían mirar al impresionismo (voz doblada a menudo por la luminosa Mone Teruel) y se movían entre la sensualidad y la acuarela onírica. Planeta García, compaginando el pulso rockero de ‘Pan de oro’ y la mirada al sur invocando a Triana en ‘Recuerdos de una noche’ y ‘Todo es de color’, camino de un pasaje de guitarra clásica de Víctor Iniesta que condujo a los arabescos de ‘Con los hombres azules’.

El guitarrista de Bowie

En ‘Lo quiero todo’, cambio de tercio: la banda se esfumó y tomó el relevo el cuarteto estadounidense encabezado por el docto Gerry Leonard (excapataz de grupos de David Bowie y Rufus Wainwright), introduciendo su ciencia guitarrística a un largo tramo de canciones del último disco, ‘Geometría del rayo’. Puntas de intensidad en ‘Ardieron los fuegos’, ‘Ruedo, rodaré’ (con Carmen García, “mi hermanica”) y ‘Nunca es tarde’. Manolo, dedicando unas palabras “a las mujeres ganaderas”, soplando la armónica en ‘La llamada interior’ y buscando la comprensión del público sobre los “cuernos” infligidos a su grupo de siempre. “¿Es pecado? ¿Iré al infierno?”.

Pero tras una última entrega de piezas nuevas, con relieves en el ‘groove’ un poco oriental de ‘Humo de abrojos’ y el lirismo de ‘El frío de la noche’, los viejos colegas volvieron a sus posiciones y Manolo García se dispuso, ya en la tanda de bises, a consumar la toma del Sant Jordi. “Sóc feliç!”, exclamó al abrir las propinas. “A esto se le llama parar el tiempo”, reflexionó antes de acudir a un último tramo de concierto salpicado por éxitos como ‘Pájaros de barro’, ‘A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando’ y el hito de El Último de la Fila ‘Como un burro amarrado a la puerta del baile’, con cenefas de violín mirando a oriente.

Y, cerrando, otro recuerdo al grupo que un día montó con Quimi Portet, el clásico de clásicos ‘Insurrección’, oportuno, señaló García, «dado el desajuste social que tenemos», y conducido hasta el paroxismo a pie de pista. «Això no ho oblidaré mai, ho juro». Manolo García, deteniendo el tiempo durante tres horas y 15 minutos en un Palau Sant Jordi que resultó, después de todo, más amoroso de lo que quizá nunca sospechó.

Fuente: El Periódico – Jordi Bianciotto – Foto Maite Garcia – ENLACE