Monthly Archives: julio 2018

Número especial de “Cuadernos Efe Eme” dedicado a Manolo García!

Presentamos un espectacular número monográfico de “Cuadernos Efe Eme” dedicado a Manolo García y a sus grupos (Los Rápidos, Los Burros, El Último de la Fila), con 224 páginas en color encuadernadas en rústica con solapas. Ya a la venta en La Tienda de Efe Eme (próximamente en librerías).

Este número especial de “Cuadernos Efe Eme” incluye textos especiales y personales de Enrique Bunbury, Miguel Ríos, Diego A. Manrique, Ignacio Julià y Jesús Ordovás.
Uno de los contenidos más impactantes es una imprescindible entrevista de cincuenta páginas con Manolo García realizada por Arancha Moreno, en la que el músico repasa toda su trayectoria y se sincera como nunca antes.

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Entre decenas de imágenes, muchas inéditas, transcurre un número en el que el equipo de EFE EME analiza todos los discos de García (en solitario y con los grupos) y que se refuerza con contenidos especiales, algunos sorprendentes: sus trabajos primeros como diseñador gráfico, el nacimiento de Los Rápidos, las letras de sus canciones…

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Con textos de África Egido, Carlos H. Váquez, Carlos Pérez de Ziriza, César Prieto, David Pérez Marín, Eduardo Tébar, Fernando Ballesteros, Héctor Sánchez, Javier Escorzo, Juan Puchades, Luis García Gil, Luis Lapuente, Manolo Tarancón, Marcos Gendre, Marta Sanz, Xavier Valiño.

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Un número especial para coleccionistas de la obra de Manolo García y para todos los interesados en ampliar la biblioteca sobre los grandes del rock español.

Fuente: EFE-EME – https://www.efeeme.com/numero-especial-de-cuadernos-efe-eme-dedicado-a-manolo-garcia/

Manolo García enciende a 6.000 almas

El cantante catalán pasa por Cádiz dentro de la gira de su último trabajo con un concierto de casi tres horas que hizo vibrar y disfrutar al público

Como si el tiempo se hubiera detenido en su voz, colgando desde su garganta a sus manos, con esa habilidad de pintar las melodías con todos los colores de su particular soniquete. El mar -un mar antiguo- como telón de fondo y un batallón de casi 6.000 almas que tararean el mismo compás. Y podríamos haber seguido allí, en el puerto, cantando hasta devorarnos el alba. O hasta que los músicos hubieran terminado de evaporarse tras las más de dos horas y media de concierto que nos brindaron. Manolo García volvía a sonar en Cádiz y la ciudad lo envolvía en un abrazo. Comenzaba con el Frío de la noche en una cálida interpretación a pie de escenario, con su guitarra y su voz desnuda, sin artificios ni adornos. Hasta treinta temas sonaron y al público, incesante y hambriento de más, nos supo a poco. “Nos comimos la tarta entera, y cuando nada quedaba, aún era tanta el hambre, que nos comimos hasta las velas”.

Las letras de sus canciones siempre fueron como enredaderas de palabras que te envuelven de los pies a la cabeza. Palabras y metáforas imposibles cargadas de peso y sentido. En el escenario, sin embargo, todo se vuelve etéreo, flotan delicadamente en el aire y seducen a los espectadores paralizando el tiempo. Hubo lugar para lo antiguo y lo nuevo. Tras el frío, Fragua de los cuatro vientos entre el humo y las cuerdas del violín de Olvido Lanza. De Ardió mi memoria al Océano azul. “Te besé una vez y atrapado me quedé”. Y atrapados nos quedamos, aislados entre la multitud, como si sólo estuviera el mar, la música y su voz.

Fueron ocho los temas que interpretó de su nuevo trabajo, Geometría del rayo. Un álbum con un gran contenido poético. Destaca el acústico de la melódica En tu voz, que entra hasta el fondo sin pedir permiso, remueve y trastoca todo tu interior y ya nunca más puede salir de ese rincón. Fue el primero de los bises. También pudimos disfrutar de la voz de su hermana, Carmen García, que nos regaló Ruedo, rodaré, “fueron mi puerto de agua dulce marinero”. Hasta una versión de La bamba con la que pretendía cerrar la noche y que el público recibió alegremente. Pero no podía irse todavía, no así. Y es que no escatimó en temas ni en bises. Hasta tres veces volvió al escenario. Y hasta dos se bajó de él para mezclarse con el público. Como es costumbre en sus conciertos, dándolo todo hasta no poder más. Con la camisa empapada pero la voz intacta.

Manolo tuvo palabras para Cádiz, una tierra por la que siente especial cariño tal y como siempre ha demostrado. “Queda claro que los de Cádiz os apuntáis a un bombardeo”. Lamentó que esta fuera una de las provincias más desfavorecidas, “con la buena gente que hay aquí”. Y también tuvo un guiño feminista -qué sería del mundo sin las mujeres-, donde expresó que “ojalá fueran todas las políticas mujeres. El mundo iría mucho mejor”. No podía despedirse sin deleitarnos con temas míticos como A San FernandoSi te vienes conmigoPrefiero el trapecio o Nunca el tiempo es perdido. Y cómo no, ese Pájaros de barro en acústico con el que volvía por última vez al escenario antes de retirarse. Finalmente el público pedía a gritos la Insurrección, pero no nos la cantó, no. Se sentó a la batería y dejó que fuera la banda quien la interpretara. Sí, sí, a la batería. Y todos marchamos con una sonrisa enorme tras un magnifico concierto. Y tú, “¿dónde estabas entonces?”.

Fuente: La Voz del Sur – Estefania Escoriza – ENLACE

Manolo García, el timbre y la piel

  • Unas 6.000 almas disfrutan del concierto del músico catalán en el Muelle de Cádiz
  • El artista bajó del escenario para compartir un momento con su público

Sin pose alguna, sin gestos forzados, sin trampa ni cartón. Manolo García, el timbre y la piel. El verso y el pantalón vaquero. Y el timbre. Su timbre, reconocible hasta debajo del mar, del mar antiguo al que invoca (con la palabra, que no con la canción) cuando da las gracias a las más de 6.000 almas que anoche se dieron cita en el Muelle de Cádiz para compartir con el músico catalán sus viejas y nuevas (sobre todo las nuevas) canciones. «Gracias por sudar, gracias por respirar, gracias por estar aquí», por el esfuerzo, dice, «que sé que esta provincia es de las más desfavorecidas en lo laboral, ¡me cago en la leche!». Sin pose alguna, lejos del producto plastificado, del usar y tirar. Manolo García, timbre y piel. Sentado con la acústica, se sienta en la escalera muy cerquita de su público. Y toca. Timbre y piel.

Acaricia las cuerdas, le arranca El frío de la noche, como un pa ti y pa mí, como ese amigo que se acomoda a nuestro lado a cantarnos al oído. Primer tema que es toda una declaración de intenciones del tono en el que se movería la noche que culmina con ese himno que es Insurrección, coronando además un apartado de bises que bien podrían formar un concierto aparte. Desde una divertida versión de La bamba de Ritchie Valens a ese otro inolvidable que es su Pájaros de barro, con el que se reencontrara con su público tras dejar El Último de la Fila, pasando por Prefiero el trapecio o Nunca el tiempo es perdido... ¡Entre otras!

No estuvo escueto en bises ni en cercanía. Tan juntito a su público, Manolo, se arrima con su voz limpísima, inmune al paso del tiempo, y regala dos horas y media de concierto que (todo hay que decirlo) comienza con veinte minutos de retraso y el respetable un tanto nervioso ya que los mejores posicionados cruzaron las puertas del recinto a la seis de la tarde.

La Geometría del rayo, su último compacto, el séptimo de estudio desde que hace 20 años iniciara su camino en solitario, copa la mayor parte de una noche en la que el artista logra encoger el abismo entre un escenario y una pista al aire libre. Si el universo se expande, Manolo García tira de la punta, como con las sábanas, y lo pliega, hasta encontrarse con sus entregados seguidores. ¿Cómo? Lanzándose a la brecha. Así, si hace una tentativa cantando en el foso Ardió mi memoria, media hora después, en Un giro teatral, sale de la jaula para ir al encuentro del público de la pista, colarse en la barra, avanzar entre la gente. Y cantar y cantar. De piel a piel. De tú a tú. Con su voz reconocible hasta en el mismo centro de la tierra.

Fragua de los cuatro vientos, con una presentación estremecedora de Olvido Lanza, violín y turbante, sensualidad y disciplina; Por respirarJunto a tiHumo de abrojos, con la energía totalmente arriba… Los 6.000 parroquianos cantan, saltan, graban (graban mucho, ya hay quien paga por ver un concierto a través de su propia pantalla). Disfrutan. García, 63 años en agosto, al frente del jaleo. Instigador de los gritos, de los saltos (en Pan de oro no se corta). Chorreando antes y después del cambio de camisa.

Hay tiempo para reconocerle el amor que le profesa Cádiz, las muestras de cariño que ha recibido estos días por sus calles. «Amo a Cádiz». Y no es ojana. Los gaditanos lo sabemos. «¡Manolo, Manolo!», ruge el Muelle en respuesta, al igual que no se reprime el «¡esto es Cai y aquí hay que mamar!» cuando García presenta a nuestro paisano de La Línea de la Concepción Juan Carlos García, músico que lleva con el catalán 37 años y que está al frente de los teclados.

Sin que sepas de mí, Con los hombres azules (antecedida con un guiño a Triana al entonar los primeros versos de Recuerdos de una noche), Los cítricos amantes, Irma, dulce Irma, Rueda rodaré (con su hermana, Carmen García), Arden los fuegos… Y A San Fernando… El estallido de los coros, de esa histeria tontona que nos entra a todos cuando suena nuestra canción.

Los músicos (quedan por nombrar, y por alabar, a Charly Sarda (batería), Iñigo Goldaracena (bajo), Ricardo Marín (guitarras y coros), Víctor Iniesta (guitarras) y Mone Teruel (coros) abandonan la escena. También el protagonista de la noche. Los minutitos de rigor y el muestrario abundante de bises.

Manolo parece incombustible. Arde sin cesar, como el rayo, tampoco cesa, dijo el poeta. Manolo de piel a piel. Manolo y su timbre, reconocible entre rugidos.

Fuente: Diario de Cadiz – Tamara Garcia – Foto Joaquin Hernandez – ENLACE