El Último de la Fila: «El mundo que vivimos de pequeños nos proyectó hacia el disparate que han sido nuestras vidas»

Llegan al Ateneu Barcelonès para hablar del regreso de El Último de la Fila. Manolo García lleva una chaqueta vaquera. Quimi Portet, una americana de entretiempo. «Parezco el abogado de Manolo», dice el astro intercomarcal con el sentido del humor que salpica también la rueda de prensa. «Estamos a su disposición por si tiene alguna pregunta fácil que no hemos estudiado», pide Portet. «Nos merecemos esa alegría», añade García. La alegría de hacer una gira de nueve conciertos que empezará el 25 de abril de 2026 en Fuengirola y que después pasará por el Estadio Olímpico Lluís Companys (3 de mayo), Roquetas de Mar (16 de mayo), Madrid (23 de mayo), Barakaldo (30 de mayo), A Coruña (7 de junio) el Estadio Ciutat de València (4 de julio). Las entradas, con precios que van de los 71,50 a los 104,50 euros (con los gastos de gestión incluidos), se ponen a la venta este jueves a las 10 h en la web de Ticketmaster.

[Actualización. Posteriormente, y tras agotar entradas para las primeras actuaciones, El Último de la Fila ha añadido tres conciertos más: uno en el Estadio Olímpico Lluís Companys el 7 de mayo, otro en Barakaldo el 5 de junio y otro en Valencia el 9 de julio. Las entradas para estos tres conciertos se ponen a la venta el 30 de mayo a las 10 h]

Es el regreso de una sociedad artística que ha dejado como legado a uno de los cancioneros más importantes de la música en castellano. Por el momento, descartan ensanchar el legado con un disco nuevo, aunque sí publicarán una canción nueva que todavía está «en fase de sobremesa». Será un regreso con cómplices históricos del dúo: el batería Ángel Celada, el bajista Antonio Fidel, el teclista Juan Carlos González y los guitarristas Josep Lluís Pérez y Pedro Javier González. Aunque serán conciertos de estadio, Portet y García tienen claro dónde deben poner las cerezas. «No haremos experimentos. Tocaremos las canciones que han aportado felicidad a la gente ya nosotros mismos», dice Portet. «Las canciones harán el trabajo», concluye García. Un rato después, ambos atienden al ARA.

¿Qué recordáis de aquellos conciertos de Los Burros y Los Rápidos en Razzmatazz en 2016, ¿que con perspectiva se pueden considerar un prólogo de la gira de El Último de la Fila del 2026?

— Manolo García: Fue fantástico, como siempre que te encuentras con gente con la que has reído. Somos un equipo trabajando para sacar adelante un proyecto mágico. ¿Tenemos un taller para hacer caracoles? No. Tenemos un taller para hacer canciones, tocarlas y es algo que funciona y nos da felicidad. Y ahora haremos lo mismo: con la barba blanca, pero la ilusión es la misma. Cuando estamos un tiempo sin tocar y llega el reencuentro, siempre me ocurre que el primer día de ensayos me emociono.

En aquellos conciertos de Razzmatazz gestionó muy bien la nostalgia.

— Quimi Portet: Había mucho de Los Rápidos, mucho de Los Burros, y al final había unas canciones de El Último, pero poquitas.

¿Te da miedo la nostalgia?

— QP: No. Además, a partir de cierta edad, la nostalgia es positiva, es creativa. Si eres joven y naufragas en la nostalgia, existe una parte de depresión y de tristeza. Pero a unos tipos que han pasado los 60 años, la nostalgia debe permitírseles, porque tienen todo el derecho. Hay una cantidad de tiempo detrás y una provisionalidad del tiempo delante, digamos. Me parece que como homenaje a haber estado en este planeta mereces utilizar esta nostalgia de forma creativa. La nostalgia es una gasolina para funcionar hacia delante.

Manolo, del repertorio de El Último de la Fila, cuál es la canción compuesta por Quimi que más te gusta. ¿Y a ti, Quimi, cuál de las que hizo Manolo?

— MG: No me acostumbro.

— QP: A mí, de Manolo, me gustan mucho Aviones plateados y Lápiz y tinta.

No me acostumbro ¿por qué?

— MG: A veces Quimi llegaba con alguna canción hecha. No una idea o unos acordes, sino toda la canción: letra, música, melodía. Normalmente, el cantante inventa melodías, pero yo encontraba que lo que me llevaba me encantaba. Hay unas cuantas, de esas que llevaba Quimi, como Estimada Milagros y No me acostumbro. Eso sí, debe haber una complicidad. Piensa que, aparte de mis letras, yo sólo he cantado letras de Quimi.

— QP: Escribir para otro es muy difícil. Tienes que pensar en una intersección entre los dos mundos, el tuyo y el suyo. Y deben ser cosas que él pueda asumir emocionalmente, y más si hablas de las cosas de las que hablábamos cuando teníamos 30 años, que eran cosas muy importantes. Ahora escribimos sobre lo que podemos: yo he llegado a escribir sobre escribir. Pero a los 30, a los 40, a los 45 años escribes sobre cosas muy importantes. Y escribir para otra persona que es tu amigo es relativamente complejo.

Aviones plateados, ¿por qué, Quimi?

— QP: Me sucede algo maravilloso con muchas canciones que ha escrito Manolo. Pero con ésta especialmente. Aviones plateados me transporta al barrio del Poblenou. Yo digo que soy de Vic para hacer el chulo, pero me crié en el Guinardó, que podríamos decir que es el Poblenou de arriba. Hay Poblenou de Mar y Poblenou de Munt. Y me transporta de muchas maneras: con los olores de las fábricas, la grasa de los camiones, los bares, todo el mundo con ranas de mecánico comiendo paellas económicas, tomando cigalones de Terry y fumando caliqueños y farias hechos en Lleida. Nos transporta a un mundo que compartíamos porque lo hemos vivido. Antes hablábamos de nostalgia como fuerza creativa. También existe la filiación geográfica. Obviamente, somos catalanes, venimos de dónde venimos, pero también es importante la filiación geográfica específica a barrios, a funcionamientos de barrios obreros que han desaparecido totalmente, un mundo de una vivacidad increíble. A las 6 de la mañana había un pollo de camiones, y de caracoles, caliqueños y mezclas de anís y moscatel. Aviones plateados me transporta y Manolo lo hace con la punta del haba. Quiero decir que no lo hace con pedantería, sino con naturalidad. Es el mundo que vivimos de pequeños y que nos proyectó hacia el disparate que han sido nuestras vidas, arriba o abajo.

Como público, ¿qué es lo mejor y lo peor de un concierto en un estadio?

— MG: ¡Ostras! Por un lado, es importante la fiesta: 40.000 o 50.000 personas juntas disfrutando de canciones, riendo, cantando. Un lugar como éste [señala el auditorio del Ateneu Barcelonès] seguramente es mejor para dar un concierto, porque suena todo mejor y la propuesta es más sincera, sonoramente hablando, porque no necesita mucho alboroto de luces ni de nada. Puedes poner cuatro lucecitas, pero lo importante son las canciones. Ahora bien, en un estadio tienes una fiesta colectiva en la que lo más importante son las 50.000 personas. Y nosotros lo que hacemos es aportar la gasolina, que son las canciones, para que se lo pasen de puta madre. A mí me ha pasado, que he ido a un concierto grande y he mirado el escenario, he mirado las pantallas, muy bien, pero cuando he mirado a la gente he pensado: «Hostia, qué fuerte».

— QP: Si técnicamente está bien resuelto, todo va bien. Hay una incomodidad, sí, pero también existe el placer de formar parte de una multitud de 50.000 personas unidas por algo concreto, emocional en este caso.

Recuerdo un momento de piel de gallina en un concierto deIron Maiden en el Estadi Olímpic, con todo el mundo cantando Run to the hills. En ese momento no era tanto qué pasaba en el escenario como las 50.000 personas cantando juntas.

— QP: Nosotros vimos a Paul McCartney en Filadelfia hace muchos años, quizás en 1993. Todavía le recuerdo como el mejor concierto que he visto en mi vida. Era un estadio de béisbol de esos americanos. Éramos los únicos tipos con pantalones largos de todo el estadio. Flipé lo sonadas de guapas las canciones. Hey JudeMichelle, todas estas canciones sonaban magníficamente, incluso las más íntimas. Y las vivías de una forma fantástica. Bien, debes aceptar que las dimensiones son las que son, que el bombo no es pum, sino que es BUM! Y si encima de este BUM hay una voz que es ¡UUUUH!, pues ya está. O sea, es una cuestión simplemente de proporción.

¿Recuerda el día que decidió disolver el grupo?

— MG: El último concierto fue el 30 de marzo de 1996, pero entonces no habíamos hablado de ello, que sería el último. Normalmente, acabábamos la gira y meses después empezábamos a hacer canciones ya pensar en un nuevo disco. Pero notamos que no… Y tardamos dos años en dar la noticia. En enero de 1998. Todo ello se diluyó de forma muy natural. Teníamos 40 años y era un buen momento para empezar a hacer caminos en solitario. Teníamos ganas, cada uno de una manera muy limpia, sin ningún problema más. No había más historia. El tema de los egos y todas esas historias que normalmente pasan a los grupos, de celos y tal, en nuestro caso no ha existido.

— QP: Si no nos hubiéramos disuelto, habríamos hecho unas vacaciones importantes. Estábamos cansados. También terminaba un contrato discográfico. Coincidían muchas cosas y había fatiga, fatiga.

— MG: Había una parte de cansancio psicológico, mental y físico. Y tampoco queríamos ser esclavos de nuestra condición de lado muy famoso y muy esperado. «¿Cuándo hará una nueva gira, cuando un disco nuevo?» Queríamos desligarnos de esta dinámica.

— QP: Esto es como haber ido al casino, que todo haya ido bien y entonces vas a la ventanilla a cambiar las fichas y recoger las ganancias. Pero si no vas nunca, en la ventanilla, puedes pasarte toda la vida jugando… y te mueres dentro del casino sin recoger las fichas. Estas fichas las considero libertad. La libertad de Manolo de hacer de Manolo y de Quimi de hacer de Quimi, siendo amigos, respetándonos muchísimo, colaborando puntualmente… Pero en algún momento tienes que ir a la ventanilla y decir: «Escúcheme, yo tengo estas fichas, vengo a canjearlas». He visto casos de gente que ha muerto y no ha pasado por la ventanilla a cambiar las fichas.

— MG: El símil que ha puesto Quimi es perfecto. La vida nos ha dado esto, que ha estado muy bien, pero tampoco debemos estar aquí cogidos, enganchados. Todo debe ser natural, todo natural.

Fuente: Diari Ara – Xavier Cervantes – Foto Pere Tordera – El Último de la Fila: «A unos tipos que han pasado los 60 años, la nostalgia se les debe permitir»