Quimi Portet es un tipo imprescindible. Inquieto creador (además de imponente guitarrista) nos obsequió en un no menos agitador El Molino, con otra de sus memorables galas en la que no cabía ni la rutinaria aguja.
El de Vic posee talento por arrobas. Ha creado alguna de las mejores canciones compuestas en idioma catalán (no se admiten comparaciones) que, todavía, enloquecen a fans y recientes seguidores. Es evidente que su singular mundo bebe de influencias tipo Pau Riba o Sisa (no le importunará el símil). Sin embargo, esa condición, llamémosla galáctica, no precisa de arreglos especiales, a él lo que le va es el rock rudimentario o primitivo (propias palabras) para expresar esa sorna que le invita a mofarse de la realidad cotidiana e incluso, de su propia personalidad. Sabe que no es un cantante ortodoxo (tampoco lo era Gato Pérez ni lo son Dylan o Young), pero de esas, teóricas, capacidades limitadas, extrae tremendos frutos: el recitado de “Progresso adequadament” fue espectacular. El canto es relatar sentimientos, no lanzar notas absurdas al aire.
Para su aparición en el Paral·lel (el barrio del Poble Sec insistentemente mencionado) se vistió con el uniforme de gala, músicos de confianza, ya me entienden. Txell Rovira (bajo), Ángel Celada (batería) y el tremebundo Jordi Busquets a la guitarra. Un trio alejado de absurdas frivolidades, centrado en lo que debían hacer: tocar buen rock and roll. Así lo hicieron.

En una de sus usuales bromillas, Portet bautizó el show como parte de un supuesto World Tour 2025, que, de hecho, persiste desde 1987. Sin novedades, fueron sonando todas sus grandes creaciones, tarareadas, con efusión, por irreductibles incondicionales (mi oído quedó saturado); no importó. Esas melodías, simples, de fuerte calado, cantables, aparecen como un oasis en medio de la simpleza de los estribillos (si existen) nacientes.
La fiesta comenzó con “Macarrons” y prosiguió con un par de temas que hacía tiempo que no interpretaba: “Montserrat” y “Oh my love”. Entre hits tipo “La Rambla”, “La Terra és plana” (por si no teníamos claro el concepto), las extraordinarias “Massa”, “Flors i violes”, “Paisatge amb anxova”, “Pamela”, “Homes i dones del cap dret” o “Tinc una bèstia a dintre meu”, aparecieron la enérgica i filosófica “Francesc Pujols” o el subidón proporcionado por “Sabadell”, emblemática canción que triunfa dondequiera que se interprete. Para los bises, optó por “Aparteu les criatures” y “La música dels Astres”. Soberbio finiquito.
Quimi Portet calificó su comparecencia como catarsis colectiva, enésimo sarcasmo que, en este caso, reflejó la realidad de lo que había acontecido. Lo dicho: irremplazable.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás Roch
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