Manolo García se entrega con su gira ‘Cero emisiones contaminantes desde ya’ en un recorrido enérgico e impoluto por su carrera musical
Cuando lleva más de cuatro décadas subido a los escenarios y creado en el estudio de grabación, resumir la carrera en un concierto, se hace complicado. Tanto como para que Manolo García no fuera capaz de dejar el ‘show’ del WiZink Center en menos de tres horas -con 15 minutos de descanso para que la gente pudiese ir al baño o a ‘repostar’-. ¿Qué menos para responder al cartel de ‘sold out’ que se había colgado con esta segunda parada en la capital con su gira ‘Cero emisiones contaminantes desde ya’? Cumplió. Con creces. En una demostración enérgica de que, efectivamente, los viejos roqueros nunca mueres. Y no solo eso, sino que son capaces de adaptarse a otros géneros en las antípodas melódicas, como puede ser la ranchera.
Quizás la seriedad y el compromiso sean dos de esas piezas claves sobre las que se edifica la relación de confianza y amor con un público que le ha acompañado en todas las etapas que ha atravesado su música. A las 20.30, puntualísimo, aparecía sobre el escenario para arrancar con uno de esos clásicos que invitan a la nostalgia. ‘Nunca el tiempo es perdido’, como alegoría de lo que lleva haciendo, a través de sus canciones, desde que consiguiera dar los primeros pasos en pro de cumplir un sueño.
Tras esto, una exhibición de músculo vocal, de afinación y de una vitalidad envidiable. De esa de la que deberían aprender muchos de los nuevos artistas que están en el inicio del recorrido. Manolo, que también tuvo su momento para pasearse entre el público y notar el calor de su gente -concretamente, mientras, sin soltar el micrófono, entonaba ‘Un giro teatral’– hizo un recorrido por todos los grandes ‘hits’ de su vida. Incluidos aquellos que nacieron al amparo de El último de la fila. Aquella agrupación que irrumpía en la escena nacional a mediados de los años 80, después de un par de incursiones en la industria las que el barcelonés se llevó el rejonazo del fracaso comercial.
Dentro de esa especie de mapa por la que ir haciendo paradas para recrearse en la grandeza de su repertorio, ofreció desde ‘Rosa de Alejandría’ a ‘A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando’ -globos entre el público incluidos, para tener un entretenimiento y levantar a quienes habían pagado su entrada-; de ‘Insurrección’ a, cómo no, ‘Pájaros de barro’; de ‘Como un burro amarrado a la puerta del baile’ a ‘Quisiera escapar’; de ‘Sobre el oscuro abismo que te mereces’ a ‘Reguero de mentiras’. Y, así, hasta una treintena de números 1 entregados a las miles de gargantas que abarrotaban el recinto.
Hubo espacio para que le acompañara un buen amigo. Pepe Robles (Los Módulos), inseparable de su guitarra con la que marcarse un tremendo solo, se encargaba de tocar su tema ‘Cicatrices’ al lado del maestro Manolo García. También le dieron vida a un clásico de Medina Azahara: ‘Todo tiene su fin’. Un ejercicio no solo de compañerismo, sino de poner en el directo esos mano a mano que tanto proliferan, en la actualidad, entre las novedades musicales… pero que no son ningún invento moderno. Esa interacción simbiótica, es algo de lo que sabe muy bien Manolo, una de las voces de la mejor variedad musical que escuchas en CADENA 100.
Y, por supuesto, hubo unas pinceladas con las que salirse de su registro. Con las que demostrar que la ‘cover’ es un terreno en el que, a sus casi 70 años, también se maneja. Como para no. Así que, la traca final era para ‘El rey’, esa ranchera que es parte del imaginario colectivo -y que hace no mucho, en ese mismo lugar, escuchamos en boca de Fher, vocalista de Maná-, y ‘La Bamba’. Ambiente festivo para dejar a los asistentes en lo más alto de la noche. Próxima parada, con el mismo ‘show’, Santander, el próximo sábado, también con todo vendido desde hace tiempo.