Con el aval de cuatro décadas de trayectoria y el éxito de público y crítica en el primer tramo de su gira Cero emisiones contaminantes desde ya con la que Manolo García ha estado recorriendo los recintos más emblemáticos de España, el artista retoma el tour el próximo sábado 21 de septiembre en la Plaza de Toros de Granada. Una gira que continuará en el Centro Hípico de Mairena de Aljarafe el 28 de septiembre y que tras su paso por grandes recintos como el Wizink Center de Madrid terminará en el Palau Sant Jordi de Barcelona el 30 de noviembre. Con una escenografía renovada y una de las voces más icónicas del panorama musical, esta cita será seguro una vivencia para sus miles de seguidores del compositor barcelonés, que interpretará en directo las canciones de su último trabajo de estudio: un doble álbum y que incluye los títulos Mi vida en Marte y Desatinos desplumados. Además, los asistentes podrán disfrutar en directo de sus grandes éxitos que forman parte de la historia de la música, como Pájaros de Barro, A San Fernando un ratito a pie y otro caminando o Nunca el tiempo es perdido. Tras su gira por teatros, el músico celebra así dos décadas en solitario precedidas del inolvidable El Último de la Fila, con estos dos nuevos trabajos grabados entre Girona y Madrid. En ellos reúne 27 canciones con la firma indiscutible de Manolo García.
Pregunta.-Con una trayectoria que arranca a principios de los 80, en la que ha pasado por distintas formaciones y que incluso arrancó como diseñador en discográficas, ¿cómo ve el mercado de la música en la actualidad? ¿Ha visto cosas que en sus inicios no hubiese creído posibles?
-Bueno todo ha ido desarrollándose de una forma previsible. Si nos remontamos a épocas anteriores la música popular tenía una vocación de servicio, de compartir emociones, el artista siempre busca un contacto de energía con otros seres humanos y desarrolla una disciplina emocionante y emocional. Luego en un mundo capitalista, como todo lo que empieza a generar grandes dividendos, ha ido cambiando y en los últimos tiempos prima la intención crematística. Las compañías también tienen que ganarse la vida y se hace música más de consumo, más fácil de vender. Ya no hay tanta propuesta, aunque sigue siendo habiendo alguna, lírica, de música de servicio a la población con el afán de compartir la emoción de la vida. Además, se ha dejado atrás el soporte físico para dar paso a una dimensión en la que todo está en los móviles, las tabletas…
P.-¿Es nostálgico?
-El consumo de música es mucho más vertiginosos y vivimos la vida de una manera más urgente. Hay mucha más oferta de entretenimiento y los discos tienen un valor efímero. Ahora tenemos millones de canciones al alcance de la mano y al final no valoramos ninguna. Para mí en eso hemos empeorado. No soy nostálgico, pero apelo a la veracidad de un disco bueno, de un LP o un CD. Eso era veraz, que una banda fuera capaz de hacer un disco como Hotel California de los Eagles. Se hacían discos completamente magistrales. Eso se ha quedado atrás en aras de un consumo desaforado.
P.-Sorprende que en esa evolución tecnológica con millones de canciones en el móvil que haya también una vuelta al directo, que no ha perdido fuerza. ¿Hay muchas ganas de vivir la experiencia de la música?
-Por supuesto. Con la irrupción de la inteligencia artificial, con la tecnología muy desarrollada y su uso continuado, nos hemos deshumanizado y al final nuestra esencia es gregaria. Necesitamos la piel, el contacto y la vivencia con otros seres, reunirnos en un local o un espacio concreto y disfrutar de canciones todos juntos en una presencia y en un presente absoluto. Además, hoy en día los conciertos suelen tener una calidad de sonido alta y eso también se agradece. Escuchar una canción en directo por un grupo que toca bien es una emoción impagable. El móvil no te la da porque, o tienes unos auriculares carísimos, o es una chicharra. Esa es otra de las paradojas del momento actual: mientras el músico se esfuerza en el estudio por sacar un sonido magistral, luego la gente escucha los temas en unos altavoces pequeños en los que todo son medios, no hay brillos, no hay agudos, no hay graves… No hay calidad. Por eso el directo ha cobrado fuerza, porque es más fiel a lo que necesita el humano, que es una veracidad. Eso ha cobrado valor en una sociedad cada vez más banal.
P.-Ha mencionado la inteligencia artificial, ¿cree que habrá oficios como el de diseñador gráfico o músico que se verán sustituidos?
-Claro, ya está pasando. Al final la intencionalidad de todo es la misma: que unos pocos sean los dueños del pastel y acumulen fortunas inmensas que no tienen ningún sentido mientras se va apartando al resto de la población de la posibilidad de ganarse la vida. Hay un contrasentido, porque a la vez que se tiende a que todo lo hagan las máquinas, el planeta cada vez está más habitado. Si todo funciona con IA unos cuantos vivirán de maravilla, los que manejen los hilos del consumo, pero si no hay empleo para la población, ¿qué va a hacer? Es una trampa que está dirigida para que unos pocos acumulen cada vez más fortuna y el resto se muera del asco.
P.-A la larga eso terminaría con el consumo.
-Es el pez que se muerde la cola, resulta muy extraña todo. La misma expresión de inteligencia artificial es incorrecta: lo artificial no es inteligente, lo inteligente es el humano que programa esas máquinas, con independencia de que ellas puedan llegar a tener su propia autonomía en un devenir delirante en el que sean autosuficientes y decidan ellas. Eso ya no quiero ni pensarlo.
P.-Estos dos trabajos se produjeron fruto de esas nuevas posibilidades tecnológicas, pues algunas se compusieron durante la pandemia y la grabación fue en Madrid, pero con músicos en América, algo que ha dicho que le gustó como salió pero no volvería a repetir. ¿Cómo fue el trabajo?
-Yo preparo las canciones lógicamente en solitario, pero luego cuando tengo que contar con la ayuda de músicos es infinitamente mejor el punto de estar trabajando juntos. Ese contacto visual, esa presencia en una sala de grabación tocando, hablando, opinando, matizando arreglos… No tiene nada que ver con estar con una pantalla estar viendo a personas a 10.000 kilómetros. Es agotador y no hay ni la mitad de comunicación que hay en una presencia real. No es lo mismo, lo puedo asegurar, no hay nada como dejarte la piel en algo común. Ellos te entienden, tú les tocas tu canción con una guitarra, hablas con el pianista y lo escuchas tocar, incluso metes la mano en el piano: «Mira perdona, me permites». No tiene nada que ver. Mi experiencia fue así porque era tiempo de pandemia, pero yo quiero trabajar con seres humanos no a través de una máquina y una pantalla.
Fuente: Granada Hoy – Manolo García: «Ahora tenemos millones de canciones al alcance de la mano y al final no valoramos ninguna» (granadahoy.com)