Manolo García: «La pandemia nos obligó a componer online, pero yo prefiero la magia de la presencia»

Ha tocado esperar un poco más de lo previsto, pero la música de Manolo García sonará en Puertollano el próximo sábado 10 de septiembre, en un repertorio que entrelaza un viaje que va desde las letras que el tiempo ha convertido en himnos, hasta algunas de sus nuevas canciones, presentes en su último doble disco.

Puntual levanta el teléfono para atender a Lanza, con una voz clara por la que ya ha desfilado el primer café de la mañana. En su habitación seguramente estén las maletas hechas para viajar este jueves hasta Córdoba y que llevará un par de días después hasta Puertollano; recordando el estrés del músico que vuelve a los escenarios para disfrutar con la gente que ha estado esperando volver a verlo.

En verano, la vida de los cantantes y sus bandas es eso, un trasiego de puertos que necesita de sus mares y de sus llanos; pero sobre todo, busca la voz de la gente dispuesta a sentir sin barreras, como se hace cuando se canta con la boca llena y sin remedios.

Con «Un viaje a Marte«, Manolo García está volviendo a recorrer España y a conectar con un público terrenal que corea sus letras desde hace décadas, porque el catalán ha sido el conector entre la infancia y la madurez de muchos entre los que me encuentro. Al fin y al cabo crecimos oyendo sus vinilos para madurar con sus letras en versión digitalizada.

Héctor Peco: Manolo, en esta gira estamos de estreno. Así que, la pregunta de rigor en relación al nombre del disco. ¿Cómo sería vivir en Marte?

Manolo García: Debe ser espantoso, aunque aquí en nuestro planeta también parece muchas veces que estamos en Marte. Es muy extraño todo, estás oyendo la radio y no paran de poner anuncio de empresas de seguridad y piensas, qué raro todo; lo que hay que hacer es que la gente pueda vivir dignamente. Estamos en una situación curiosa. La vida en Marte, ese planeta helado, debe ser horrible, pero aquí para mucha gente también lo es y tenemos que luchar por esa justicia social. Yo soy un simple músico, que escribe canciones, pero me preocupa mucho cómo funciona la sociedad. Me fascina la antropología, el comportamiento humano.

H.P: Le confesaba hace tiempo a Jesús Quintero que ha llegado a este mundo demasiado tarde, cuando quizá esté todo demasiado desgastado, demasiado lleno de artificio, ¿quedan lugares para refugiarse?

M.G: El primer lugar para refugiarse y vivir en calma, si se consigue, está en uno mismo. El mundo exterior tiene una parte hostil, pero desde la época de los dinosaurios, donde unos se comían a otros. Luego hay una desazón con el deterioro al que estamos sometiendo del entorno, con que estemos esquilmando a la Madre Tierra. Para muchas personas sensibles entre las que me encuentro, considero que es excesivo el daño que estamos haciendo en beneficio de un hipotético y pretendido progreso que llega a muy pocos. La vida siempre ha sido dura, pero en pleno siglo XXI deberíamos estar mejor organizados como seres humanos. Ya hay intentos. Ya hay cosas positivas que van en esa dirección, pero por lo que se ve no es suficiente.

No está todo perdido. Hay que tener fe en que las nuevas generaciones tomen el control pronto y demuestren esa conciencia clara de querer arreglar lo que tenemos.

H.P: Estamos en los últimos coletazos del verano. ¿Es capaz de imaginar un verano sin verbenas ni orquestas?

M.G: No. Yo además me eduqué en esa disciplina muy jovencito. Empecé a tocar en grupos de baile para amenizar las verbenas y me di cuenta rápidamente que era maravilloso ofrecerle a la gente la posibilidad de cantar, bailar, festejar durante unos días, y así estuve hasta los 23-24 años. Es importantísima la verbena, la fiesta, para que la vida no sea sólo trabajar, pagar Hacienda, pasar la ITV o angustiarte porque te has saltado un radar o a tu vecino lo van a desahuciar. No todo debe ser esa fustigación y por tanto, las verbenas son muy importantes.

H.P: Qué bonito es cuando un lugar te espera con los brazos abiertos. Se ha hecho larga su espera en Puertollano, pero por fin lo verán el 10 de septiembre.

M.G: Y yo contento de poder ir después de todo lo que hemos pasado de pandemia, de confinamiento, de toda esa desazón, esa incertidumbre. Que los pueblos y ciudades tengan la posibilidad de ofrecer cultura, arte, diversión, ocio, que también significan miles de trabajos en el país, es sin duda una alegría.

El bienestar físico pasa por el bienestar mental. Llegar a cualquier ciudad es maravilloso, porque das alegría pero también la recibes. Para mí esto no es un trabajo, es la posibilidad vital de desarrollarme personalmente y ser más pleno. Es muy importante el intercambio de buenas emociones.

H.P: Acaba de mencionar la pandemia. En 2020, cuando comenzó, se puso de manifiesto más que nunca la necesidad de tener la cultura como un salvavidas, ¿por qué nos cuesta tanto valorarla?

M.G: Hay unos roles impuestos y los países tienen un recorrido. Francia no tiene nada que ver con Alemania o Alemania con España. Cada acontecimiento político y social de los siglos anteriores han dado un rumbo nuevo, como la piedra que rebota en un lago y da tres botes, dependiendo de la fuerza, del impulso con la que se tire. Cada pequeño acontecimiento hace que el futuro cambie.

España tiene una personalidad y un carácter que está cambiando. Por ejemplo, si tú sales fuera del país te das cuenta que los castillos están listos para pasar revista, para las visitas, y aquí hasta hace unos años, ha costado. La cultura ha estado siempre en segunda o tercera línea. Al poder siempre le ha interesado la gente inculta, porque una persona culta, es una persona que reflexiona, que cuestiona, que exige sentido común a los mandatarios, exige seriedad, una bonhomía, un trasiego de buenos sentimientos y menos corruptela.

Por suerte, se está cambiando. Antes al Museo del Prado sólo iban los aficionados a la pintura y ahora hay colas de gente para entrar. La gente lee más, está más cultivada y eso es una buena noticia.

H.P: Para muchas personas, la pandemia ha servido para explorar en la creatividad, de hecho en su caso, pilló componiendo su octavo disco. ¿Cómo fue todo aquello, esa nueva experiencia de grabar online? 

M.G: Lo normal es grabar juntos. Hoy en día con la tecnología se puede grabar por pistas, uno a uno, pero el modelo que prefiero es organizar mi banda trabajando todos juntos, porque en esa cercanía todo fluye de forma distinta y los sonidos son mucho más certeros. Las miradas influyen, los gestos también, somos gestuales.

El músico de pop no lee una partitura, “tocamos de oreja”, sabiendo que aquí va un silencio, aquí entro yo; pero los gestos son la cercanía física, la emoción de varias personas tocando juntas. Yo no me imagino a Mile Davis tocando la trompeta solo y luego metiendo una batería y un bajo. Yo imagino la emoción de todos juntos, con músicos dando lo mejor de sí en un instante de creación.

Con la pandemia he hecho alguna canción online, pero no me interesa. Ya sabía que no me iba a gustar. No ha sido tampoco un suplicio. Yo veía a los músicos que estaban en Nueva York desde la pantalla y a Sara, nuestra batería, por ejemplo, le decía aquí mete un break, aquí yo quitaría este plato…íbamos hablando, íbamos creando, pero no tiene nada que ver con estar físicamente juntos. Deshumanizar no es para nada bueno, y en la música tampoco.

H.P: A los que lleváis toda la vida haciendo música, ¿os ha trastocado mucho la transformación digital de exponer música en las plataformas?, ¿cómo lleva esto porque ya ha contado alguna vez que no es partidario de ellas?

M.G: Nos ha cambiado radicalmente. Ahora mismo no somos dueños de nuestra música, trabajamos bastante por el amor al arte. Recientemente han salido noticias sobre las trampas en los pagos a los autores que llevan a cabo algunas de las plataformas digitales para música. Lo que se le paga a los autores es una miseria. Hacen un gran negocio, sin contar a la gente que se lo baja todo de Internet que no está dispuesta a pagar por un disco pero sí en gastar 1.500 euros en un teléfono móvil.

Ahora no se venden discos. La industria, las plataformas, quien sea, han conseguido que ni siquiera los coches lleven lectores de cd sin que se haya consultado a quienes hacemos música. Para mucha gente, tener un lector de cd en el coche era estupendo. Las redes se han apoderado de nuestras vidas y de la música también. Nadie lo denuncia, pero es así en estos momentos. Se nos ningunea, se nos utiliza para beneficio de las plataformas, que son las que llevan el taxímetro y deciden cuánto se le paga al que crea.

Para entendernos, el músico ahora está trabajando en dos cosas, pero sólo está cobrando por una. Es un debate de muchas horas para colectivos de autores, de músicos, de compañías de discos.

No quiero parecer un llorón, pero si le preguntas a cualquier músico, puedes corroborarlo. Hay que cuidar sobre todo a los músicos jóvenes, que serán la base para que otros muchos profesionales puedan tener trabajo también derivados de nuestro sector, ya sean técnicos, conductores, lo que sea. Por eso reivindico una mayor justicia en el negocio de la música para que millones de entusiastas no se queden en el camino como está ocurriendo.

H.P: En este nuevo entorno digital ha habido grandes apariciones como C.Tangana, Rosalía o Morad que se han convertido en referentes fuera del país. ¿Le gusta lo que están naciendo?

M.G: Me abro a cualquier artista nuevo que sea capaz de congregar público y emocionar con su propuesta, sea el estilo que sea. Yo respeto si C.Tangana, Rosalía, o a cualquier artista que llena y hace giras y hace que la gente lo pase bien, disfrute y reflexione.

Me parece admirable y respetuoso. No me cierro a nada nuevo. Soy de los que piensa que algo tendrá el agua cuando la bendicen. Yo me abro a cosas nuevas. Escuchas algo casualmente y dices, ostras, esto está muy bien, qué bien grabado, qué gran letra, qué canción tan magnífica. Para mí todo lo que sea de verdad, que no sea un montaje, tiene cabida. La diferencia es que lo artificial, el montaje, cae rápido, y las que son de verdad, aguantan y perduran a los años y los tiempos. Esas cosas que aguantan son las que tienen el gran valor.

Cada generación tiene el derecho de tener unos ídolos, gente a la que admirar y disfrutar. Claro que es estupendo escuchar a los Beatles, pero lo lógico es que los chicos de veinte años ahora escuchen a Rosalía, y si se me permite, también deben escuchar a los Beatles; pero si Rosalía les ofrece una emoción y un algo vital, pues yo me quito el sombrero porque respeto absolutamente a todos los artistas.

H.P: Pues algo debe de tener entonces Manolo García cuando lleva tantos años en la música. ¿Qué nos vamos a encontrar en esta gira?

M.G: Bueno, en esta gira estamos presentando dos discos. En los conciertos toco un poquito de cada uno de ellos aunque no baso el espectáculo únicamente en estas dos nuevas propuestas porque sería una desmesura hacer dos horas con ellas. Lo que hago es una mezcla. Toco canciones antiguas, algunas del Último que siguen vigentes para mí y para el público.

Junto a mí va una banda sólida, amiga, con la que llevo años trabajando y en el escenario se ve una complicidad absoluta.

La gira está siendo un éxito rotundo. La gente lo pasa bien, nosotros disfrutamos muchísimo y esperemos seguir conquistando estos recuerdos en cada una de las paradas que tenemos por delante.

H.P: Imagino que los viajes darán para muchas lecturas. Como lector incansable y echando mano de ese “mínimo cultural” del que alguna vez ha hablado Sabina, ¿qué está leyendo en estos momentos?

M.G: Ahora mismo estoy leyendo de nuevo por decimoquinta vez el Aleph de Borges. Estoy también con Aníbal de Gisbert Haefs. Estoy releyendo por tercera vez 2666 de Roberto Bolaños, una novela muy dura, que tengo que ir dejando porque me nubla el sentimiento y el alma; pero es fascinante. Y cómo no, está la poesía que va entrando y saliendo en la estantería.

Con sus recomendaciones lectoras, media hora de charla después, nos despedimos dejando el 10 de septiembre marcado en el calendario; porque sin conocerlo, verlo será reencontrar aquello que fuimos, que construimos alrededor de los pájaros de barro, los burros amarrados y los saltos de trapecio.

Manolo García, al fin y al cabo.

Fuente: Lanza Digital – H. Peco – ENLACE