Manolo García: «Sé que hay creadores que toman sustancias, que quieren flipar. Yo estoy muy flipado ya, lo llevo de nacimiento»

El catalán se desdobla con ‘Mi vida en Marte’ y ‘Desatinos desplumados’ (Sony), que no dejan a nadie indiferente.

Dicen que el mundo es para los valientes, y Manolo García lleva prácticamente toda su vida siéndolo. Tanto que, con los tiempos que corren, se atreve a lanzar de golpe 27 canciones en un doble álbum que ya se ha convertido en otra joya de pop rock, de esas que enganchan desde la primera escucha.

27 canciones, ahí es nada. Es que los meses han dado para mucho con el dichoso asunto de la pandemia y el confinamiento. El tiempo ha sido diferente. Y yo, como muchas otras personas, he encontrado un espacio de calma. La vorágine del día a día de nuestra sociedad actual a veces te rompe el alma. He vuelto a la idea de que no hace falta correr tanto ni hace falta tanto disparate. Eso es un engaño. La vida es más sencilla. Breve, pero sencilla. Y nosotros la hemos complicado. Como dijo Einstein, ‘hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana’. Este tiempo de pandemia me ha permitido hacer cuarenta y tantas canciones, pintar, dibujar… Huir del espanto e intentar defenderme de la realidad, sin hacer daño a nadie. 

Y el resultado es este doble disco. ¿Cómo es esa vida en Marte? Es una pequeña broma. Viene de una noticia de un periódico que decía que se estaba proyectando una especie de zona urbanizada en Marte, no recuerdo muy bien si es algo serio o una fábula. Eso me hizo mucha gracia. Teniendo un planeta maravilloso, ¿vamos a dar por sentado que ya nos lo hemos cargado? Pero, ¿qué delirio es este? Mi vida en Marte ya está siendo a veces aquí. A veces esto es una marcianada.

«La vorágine del día a día de nuestra sociedad actual a veces te rompe el alma. He vuelto a la idea de que no hace falta correr tanto ni hace falta tanto disparate»

¿Y el otro? La expresión desatinos desplumados, en principio, no suena bien. Bueno… Yo ya tenía el disco acabado. Cuando lo presento en mi compañía, me sugieren que haga un bonnus track. Entonces me decidí a hacer otro disco. Era un proyecto para otro álbum y dije: ‘qué coño, lo hago ya’. Me puse una norma, que el eje del disco número nueve serían las guitarras españolas. Y en 25 días me lo zampé.

Para componer, ¿necesita estar en soledad? Sí, absolutamente. Es que es un ejercicio de sacar, y existe pudor. Es como cuando pinto, si hay alguien, ya no puedo hacerlo. La única compañía para mi yo pintor es la música. La soledad es importante para el creador. Sí que puedes tener un fogonazo o una idea en un bar, pero para trabajar a fondo ideas o emociones la soledad es imprescindible. Esto es una aventura, un viaje. He conseguido ser un viajero en la nada. En la nada del sonido, de los pinceles, de los pigmentos… Sí, sé que hay creadores que toman sustancias y quieren flipar. Yo, es que es ponerme a dibujar o a hacer una canción y fliparme solo. Lo llevo de nacimiento. Ese es mi periplo interno, sacar mis pequeños o grandes demonios, lo cabrones que a veces somos todos.

«Ahora mismo aún me sigo viendo muchos defectos»

Estamos hablando de su labor como compositor, pero no podemos olvidar que le llaman ‘animal escénico’. ¿En qué circunstancia se siente más cómodo o más realizado como artista? Tengo una canción titulada Lo quiero todo. Ese quererlo todo emocional, pero no materialmente está en mí. Emocionalmente, sí que soy ambicioso. Quiero vivencia, quiero la emoción del día, porque el día no vuelve, y no tenemos tantos. Tengo la actitud, no impostada ni provocada, de vivir un presente absoluto.

Manolo García.
Manolo García.

Hablando de canciones, canta que «un poco de amor no puede hacer daño». Imagino que solo amor del bueno. Yo, como todo el mundo, no entiendo nada. Vas por la vida dando tumbos y pedaleando como podemos. Supongo que pretender mucho amor debe ser un pastelón muy gordo. Pretendes un poco de amor, y ya es un lío… No creo que haya que buscar nada y, como puedes imaginar, la canción es una broma, es irónica. Yo también soy bromista, aunque no lo parezca. Me río de mí mismo, hago el payaso, hago tonterías a mi edad… Y lo hago sin ningún pudor, porque creo que la alegría es inherente al ser humano y hay que darle pista, porque demasiadas ocasiones hay para la angustia, la tristeza y la desazón.

«Yo también soy bromista, aunque no lo parezca. Me río de mí mismo, hago el payaso, hago tonterías a mi edad… Y lo hago sin ningún pudor»

En Laberinto de sueños dice que cada día se parece más a sí mismo, y eso no le conviene. ¿Por qué? Porque, si me quedo parado en mí mismo, voy para atrás. Intento mejorar como ser humano, no quiero parecerme al que fui con mis errores. Quiero avanzar, no estar nunca en mí mismo, sino en el que será un poco mejor. Ahora mismo aún me sigo viendo muchos defectos. Pretendo mejorar.

Dicen de usted que es una leyenda viviente. ¿Eso le hace sentir mayor? No (ríe). Soy de los que piensan que la edad es una convención social y que los calendarios son un mal invento. Yo prefiero medir el tiempo por las estaciones del año, por las cosechas. Si las fuerzas físicas o morales no decaen, o lo hacen en su medida correcta y no hay un chasco grave en la salud, para mí no hay edad. Hay ilusión o no hay ilusión. Yo he visto a Bob Dylan ya de mayor y me ha encantado. Diez minutos sentado al piano en los que puedes pensar que vaya vejestorio, pero no, me emocioné, lloré.

«Aún canto algunas canciones de El último de la fila y me gusta, no me avergüenzo de ellas en el sentido de pensar que son demasiado juveniles para mi edad»

¿Alguna vez ha imaginado cómo habría sido su carrera si no se hubiera disuelto El último de la fila? No me ha dado tiempo y sería una pregunta inútil, porque nadie tiene una bola de cristal ni saber lo que hubiera sucedido. Yo creo que bien está lo que bien acaba. Dimos un resultado y dejamos un pequeño legado de canciones que, por lo que yo veo, a día de hoy siguen formando parte de la memoria popular. De hecho, yo aún canto algunas canciones de ‘El último’ y me gusta, no me avergüenzo de ellas en el sentido de pensar que son demasiado juveniles para mi edad. No. Me parecen bonitas, simpáticas, ingenuas y muy sinceras. Estoy orgulloso de haber formado parte de ese grupo, pero no echo nada de menos ese tiempo. No soy una persona que añora, intento fabricarme un tiempo a medida ahora. Es mi obligación, porque si no la búsqueda puede ser desesperante. Está todo por hacer.

MANOLO GARCÍA

  • Barcelona, 66 años. Criado en un barrio de inmigración, su infancia estuvo marcada por los primeros coqueteos artísticos entre la música y la pintura. Grabó sus primeros discos con grupos como Los Rápidos y Los Burros, aunque fue con El último de la fila con el que alcanzó el éxito. En solitario suma 9 discos de estudio.

Y puestos a hacer cosas nuevas, ¿no se ha visto tentado a probar con los sonidos y modas que ahora triunfan como el reguetón o lo urbano? No. Entiendo que los tiempos siempre traen novedades y que las nuevas generaciones necesitan un mundo cultural y artístico musical de ellos, con su gente joven y nueva. Siempre ha sido así. También me parecería torpe intentar ponerme el disfraz de joven. El reguetón gusta muchísimo, pero yo no tengo por qué hacerlo. ‘Es que si lo haces vas a ponerte de nuevo de moda, a estar a la última, a vender más discos y a ganar más dinero…’. No, eso no va con mis principios, mi ética no me lo permitiría. Mi obligación es mostrar mi arte. No voy a reciclarme en ese sentido. ¡Voy a ponerme moderno! Yo ya soy moderno, yo soy mi moderno. Y si alguien se apunta, yo encantado. Y si no, me voy a mi casa y me dedico a hacer quesos ecológicos (ríe). Además, yo no pretendo perdurar en el tiempo y que se me recuerde en un futuro, yo estoy intentando vivir mi vida, que es la única que tengo. Mi obligación es ser sincero con la vida para que ella me devuelva sinceridad.

«Me parecería torpe intentar ponerme el disfraz de joven. El reguetón gusta muchísimo, pero yo no tengo por qué hacerlo. Mi obligación es mostrar mi arte»

Habla de gente joven, pero a usted le sigue mucha. Lo noto, lo noto. Yo encantado. Parto de la sinceridad, no hay impostura. Hago las canciones con un ánimo y un cariño… ¡Pero cariño hacia mí! Perdón, pero es que me canto mi propia nana. ¡Y me emociono! Los textos para mí son muy importantes, porque es la comunicación y tienen una carga muy poderosa. Yo soy muy lector, me gusta expandir la mente con una palabra. Buscar palabras con la guitarra para mí es como un juego. Soy un letraherido. Qué bonitas las lenguas, qué carga emocional tan bestia. El Quijote tenían que leérselo ya desde los… Niños, ¡qué móviles ni qué hostias! Por favor, vamos a leer. El mundo sería mejor si la cultura entrase en nuestras vidas de una manera seria. Muchas veces me fijo en los raperos y, a veces, hay textos que están muy bien. Hay raperos que, desde sus barrios o sus mundos marginales, tienen una gran conciencia social. Tienen chispa, desparpajo, y se expresan de maravilla y dicen cosas muy interesantes.

Fuente: 20 Minutos – Daniel Mateo – Foto: Jorge París