Manolo García: “Pre fiero que no me compréis a que me compréis en Amazon”

Manolo García,cantautor, poeta, pintor; publica ‘El fin del principio’

¿Edad? Llevo puestos todos mis presentes. Soy del Poblenou, orgulloso barcelonés de ciudad obrera. Mi amor patrio lo reparto entre Albacete y Catalunya. Soy agnóstico no practicante. El ego es un bicho muy malo y ya me negué a estar en las redes y acerté: hoy soy más

Manolo y su sentido

Manolo García es el primero de la fila de nuestros creadores de autenticidad. Y me enseña sus cuadros, esculturas, poemas (nos falta una cerveza de esas artesanas que frecuenta) con más afán de expresarse que de lucirse. No sabe callar, o, mejor, no sufre el silencio: lo convierte en versos y pinturas. Manolo, siempre en busca de sentido, denuncia que las redes sociales lo reducen a narcisismo y amistades de mentira que cuatro billonarios convierten en beneficios de verdad que eluden al fisco en paraísos que nos excluyen. Por eso crea sentido del bueno cuando nos llama al boicot a las redes antisociales: ¡Todos fuera de Facebook, Twitter, Amazon! ¡Vivan las tiendas del barrio! Y fuera Spotify que explota a los músicos. Pero me temo que llega tarde, porque ya nos han enredado a todos.

Por qué escribir si puede cantar?

Porque hay versos que adquieren un peso que se multiplica cuando los cantas, un peso paradójico, porque los aligera hasta hacerlos volar.

¿Por qué convertirlos en libro entonces?

Porque leer es otro camino hacia la libertad, una libertad interior, una combustión serena que genera alegría duradera, algo que no te da el bailoteo facilón. Y eso que me encanta la salsa bailable, pero solo la que también dice cosas.

¿Qué dice usted?

Quiero compartir la reflexión sobre una vida maravillosa con sus desplantes, sus huidas y sus desparrames. En la que a veces lloras, pero ríes mucho. La vida es un sueño fascinante, pero no deja de ser un sueño.

¿Manolo en busca de sentido?

Siempre, pero alegremente, sin ponerme sesudo ni plomizo.

Sócrates no quiere escribir, o dialoga o no es filósofo. ¿La poesía hay que cantarla?

Lo que no hay que hacer es meter la música en Spotify. Por eso mismo me niego a meter mi vida en las redes sociales, son solo un simulacro.

¡Dichoso quien aún puede!

Es que mi red social son las chicas de la cafetería de mi barrio o mis primos con los que tomo cervezas. No tengo necesidad de 50.000 seguidores que me pongan un dedito arriba o abajo. Es malsano y detrás sólo hay negocio.

Un negocio que hacen otros muy lejos.

La discográfica ya quería hace años hacerme abrir cuentas en redes y me negué y el tiempo me ha dado la razón. Soy más feliz sin ellas.

Si al menos pagaran aquí sus impuestos.

Al contrario, nos roban impuestos y se llevan el esfuerzo de todos a un paraíso fiscal. Es una cabronada cósmica y encima creemos que nos regalan algo. Yo aquí y ahora pido un boicot.

Y así lo publicamos.

Pues pido que nadie compre mis libros o discos ni nada mío en Amazon. O lo compran en una tienda o prefiero que no me compren.

¿Y Spotify?

Es otra estafa que nos da una limosna a los músicos por nuestro trabajo. Prefiero que no me escuchen a que me escuchen en Spotify.

¿Cree que así frenará la digitalización?

Así seré consecuente y si todos lo fuéramos podríamos, porque una gran forma de presión y de revolución es dónde y cómo gastas tu dinero.

¿Usted presiona también al ganarlo?

Incluso cuando trabajaba en cosas en las que no estaba cómodo ganaba algo más que dinero aprendiendo de la vida. Y así he descubierto que la vida debe tener sus ciclos y sus ritos, al hilo de las estaciones y cosechas.

Lo mismo me dijo Bauman aquí.

Y en vez de mirar el sol, hoy vivimos pendientes de cuándo sale el nuevo iPad. Y nos han cambiado esos ritos y esos ciclos ancestrales por cuatro abalorios y baratijas de egos digitales.

Yo le confesaré que estoy grabándole con el móvil, que seguro que saca datos de esto.

Y no solo roban nuestra atención, también lo más importante, que es la comida, ya te dicen que la hacen ellos, la agroindustria que sirve a las plataformas digitales y así joden al pequeño agricultor y ganadero y contaminamos el agua y el aire… Y al final el planeta es finito.

Antes estaba el hombre en el centro de todas las utopías, hoy está el planeta.

Pero ya no es utopía, es supervivencia. Ahora ya queremos dos coches, dos casas… Más y más y el planeta es nuestra madre, tiene límite y hay que cuidarlo. ¿Para qué ser esclavos del trabajo y la avaricia si no podrás disfrutarlo todo?

David Rockefeller me dijo que no quería 20 coches, porque solo tenía un culo.

No podemos querer más y más de todo móvil en mano: cincuenta mil seguidores… Prefiero tener cinco amigos de verdad! Y es mejor vivir en una pequeña comunidad, donde todos nos cuidemos y cuidemos el entorno. Y eso es lo que intento hacer. Así quiero vivir.

¿Y cómo vive usted en realidad?

Mi presente es estar aquí y hablar con vosotros y no con el móvil, y no porque sea un vejestorio, sino porque soy un ser humano.

¿Y le compensa?

Yo cuando salgo con mi guitarra al Palau Sant Jordi o al teatro Tívoli o al bar de la esquina y digo “hola, guapos, ¿qué tal?” y todo el mundo sonríe dices que es un día de puta madre, un día bien empleado. Hoy es un buen día para vivir. Lo digo en una canción que estoy haciendo…

Ya puede cantar si quiere.

Los ancianos de la tribu les decían a los jóvenes que iban a luchar: “Hoy es un buen día para morir”. Pues yo les digo “hoy es un buen día para vivir”. Hay que pelear por la vida y la dignidad.

¿De qué tribu es usted?

Nací en el Poblenou, soy orgulloso barcelonés de una ciudad obrera. Y también soy de los lugares que me dulcifican el alma: paisajes y paisanajes que me hacen sentir en paz con la vida. Igual de enamorado del Pirineo catalán que de los Picos de Europa. Y mi amor patrio lo reparto entre Albacete y Catalunya.

¿Nos leería un verso suyo de los nuevos?

He escrito doscientos y pico poemas en los dos últimos años y medio. Es material que escribo de corazón con mis quimeras, mis utopías, pequeños disparates, mi humor…

¿Y ese verso que ya nos debe?

“Yo solo soy uno que pasaba por aquí”.

Fuente: Lluís Amiguet – La Contra de La Vanguardia – ENLACE