MG: «A la vida le falta un poco de poesía y le sobra un poco de materialismo»

El artista presenta «Los días intactos» en Popes80.com, en esta entrevista de Arancha Moreno.
‘Los días intactos’, tu nuevo disco, es fruto de uno de tus encierros creativos. ¿Cómo son esos encierros en los que te dedicas a componer canciones?
Son muy normales, hago una vida muy de ciudad: salgo, voy a comprar, tomo un café… Y a ratos vuelvo a casa y hago canciones o pinto. No tengo horario, tuve horarios mucho tiempo, pero al entrar en el mundo de la bohemia me planteé ir a mi aire, y así lo hago, es una manera que me funciona: no tener calendario ni horario, trabajar a golpe de percepción, de intuición, de ganas…
Fuente: POPES80
La creación exige cierta libertad…

Sí, absolutamente. La música no es tanto que las musas te pillen trabajando. Las musas que hagan lo que quieran, yo hago lo que me da la gana. De vez en cuando las llamo, intento hacer canciones, si me salen me alegro y si no, lo dejo estar. Tengo que disfrutar de mi profesión, y la única manera que entiendo de hacer la tarea es hacerla con ganas.

¿Es cierto que en estos tres años has pintado setenta cuadros al óleo, cuatrocientos dibujos y has compuesto las catorce canciones del nuevo disco?
Creo que he hecho más dibujos, unos 500, soy bastante rápido: con tiza, con lápiz, con acuarela… Para mí no es demasiado, es lo correcto, es mi obligación. Me he propuesto una tarea creativa y he de desarrollarla.

¿Alternas la parte pictórica con las canciones?
Durante el día voy alternando a ratos, cuando llevas un tiempo intentando hacer una canción y no te sale se te cruzan un poco los cables, y una manera de apaciguar esa ansiedad es cambiar de disciplina. Hay quien sale a tomar un café, dar un paseo y vuelve: para mí, eso es pintar, y a veces me lo paso tan bien que puedo estar cinco horas con ello. Luego vuelvo y ya encuentro el acorde que daba el problema.

La separación y el tiempo, ¿es lo que aporta más claridad a la música?
Sí, hay quien me pregunta por qué tardo tres años en sacar un disco, he de tomarme mi tiempo para tomar distancia. Si englobas toda la tarea en tres meses no va a salir bien, y no vives. Hay que vivir para hacer canciones, llevar una vida a pie de calle, normal, eso te da canciones. Encuentros casuales, retazos de conversación en un bar, o en el mercado, miradas, charlas con conocidos o desconocidos… El otro día hablé con un bombero que me contó muchas cosas interesantes. Te enriquece.

¿Es como llenar un catálogo de personajes para crear historias?
Sí, absolutamente. Todos tenemos mil caras y querríamos vivir mil vidas, nos seduce lo de los demás. Cuando hablas con desconocidos ellos no lo saben pero te están dando canciones.

Sueles viajar a otros lugares en las grabaciones, esta la has hecho en EE.UU. ¿Qué sensaciones americanas hay en este disco?
De América me interesaban los músicos, me interesaban porque les conocía por haber tocado en muchos discos, ir a Los Ángeles me daba igual. No me interesan las ciudades de América que conozco, igual que no me interesan demasiado las de Europa, me interesa más otro mundo más primigenio, más antiguo, más virginal. En una ciudad siempre hay un museo excelente que visitar, siempre hay algo interesante que ver… Pero la vida trepidante y vertiginosa no me interesa nada. Sí me interesaban los músicos, y he ido buscando a esos músicos.

¿Cuántas canciones grabaste allí?
Grabé la mitad, siete allí y siete aquí, con Juan Carlos García, Ricardo Marín… Los músicos con los que colaboro habitualmente. Allí grabé con músicos que no conocía pero sí les había tocado en discos que me interesaban. Esa dicotomía me ha dado resultado: aquí ha estado muy bien y allí ha sido un reto, no sabías que iba a pasar, pero el reto ha valido la pena.

¿Cómo hiciste la repartición de temas?
Yo en año y medio hago unas 20 canciones, y empiezo a grabarlas aquí, pero cuando las tengo casi acabadas, me planteo llevarme un par. Luego dos me parecen muy pocas, y en una semana hago seis más, y son las que hago en EE.UU. Yo funciono así, a golpe de desbloqueo, a veces estoy bloqueado y a veces te desbloqueas y fluyen.

Al trabajar aquí y allí, ¿ha costado darles una homogeneidad para que no se note dónde han sido grabadas y terminadas cada una?
Yo lo noto, hay dos discos en uno, hay un paso en la baldosa de ayer, o de hoy, y otro paso en la siguiente baldosa, me pasa en cada disco, siempre avanzo baldosa a baldosa. Hay canciones que se han quedado en el tintero, preparé veintitantas y se han quedado catorce, algunas las rescataré, pero no quería hacer un disco largo, tostón. Entre doce y catorce canciones es mi número para un disco. Hay diferencias, el sonido es homogéneo, es un disco sólido, pero si noto las canciones que están grabadas aquí, porque aquí estoy más relajado, y las que están grabadas allí, porque estoy más en punta, con mucha atención. Las de allí son más agresivas.

Eso de estar con un pie en la baldosa de ayer, y otro en la de hoy, ¿significa que siempre hay canciones más cercanas a tu disco anterior, y otras que ya apuntan al siguiente?
No hay una manera de medir esa operación, quizá se pueda hacer con las armas, los cálculos… Yo me muevo a golpe de intuición, mi percepción me lleva por un camino o por otro. Soy muy seguro, me puedo caer por un barranco, pero me caigo a todas. Compongo mis canciones con conocimientos escasos de música, tengo un curso de solfeo, aprobé primero y lo dejé, no lo digo por orgullo, sino como anécdota. Mi intuición y musicalidad me van llevando. Veo a la persona que tengo delante y le pido. Hay un pequeño secreto: estar contento, divertirte, que no haya egos, que no haya vanidad. Si alguien quiere más foco, más brillo, ya hay tensiones. Para mí lo bonito es equidad, compartir, un trabajo relajado en el que se disfruta. Todo músico que acude a mis canciones lo pasa bien.

Para tí suele primar el mensaje, lo cuidas mucho y a menudo es muy elaborado, ¿cómo logras que ese lenguaje poético termine en canción?
A veces hago músicas y no he escrito nada todavía, no hay melodía con letra, y posteriormente, escribo, la música me sugiere, me da un camino de ensoñación, hay acordes más tristes, otros más energéticos… Y a partir de ahí te pones a escribir. Muchas veces escribo cosas que no me sirven para la canción, pero no las tiro porque me gustan. El libro que he publicado, ‘El fruto de la rama más alta’, presenta escritos míos, pequeños poemas, pensamientos, filosofía de bolsillo de un servidor. Eran proyectos de letra pero han quedado sin música. Estoy muy contento con el libro, es mi primera experiencia literaria menor, es una cosa muy inocente, pero muy mía, con toda mi sinceridad, con mis lacras, mis quimeras, mis locuras, mis certezas… Iban a ser canciones pero se quedaron en el camino.

En el libro hay escritos, pinturas y algunas fotografías, ¿también eres aficionado al objetivo?
Sí, soy curioso profesional, no soy cotilla ni fisgón, tengo curiosidad antropológica. Hago muchas fotos, tengo guardadas miles. Me interesa por una cuestión de curiosidad y vitalidad, soy muy vital.

Antes hablábamos de la complejidad de las letras, de su poesía, aunque tus canciones al final son muy accesibles al público…
No he perdido nunca mi calidad de ser callejero, aunque tu condición de músico te podría llevar a otras esferas, no he perdido de vista mi mundo original, la calle, el barrio…No lo digo para ponerme una medalla, simplemente me interesa la vida de la base. La vida de las alturas intuyo que debe ser terrible, y no tengo interés. Puedo estar releyendo a Pío Baroja, que me interesa muchísimo, o a Benito Pérez Galdós, me fascina la lengua castellana, pero a la vez estoy en el “qué pasa tío”, y en esa mezcla vive uno, entre el mundo actual y el anacronismo. Soy muy anacrónico, me alejo porque el mundo que me ha tocado vivir no me seduce nada: el vértigo de la velocidad, las prisas, los coches… Añoro los trenes lentos, el tiempo en el que la gente iba a pie, en carro, en mulo… Lo he vivido un poco de la mano de mis abuelos, me ha llegado ese aroma, en la España de los años 70 podías aparecer en un pueblo de Guadalajara y era rural y maravilloso. Seguro que la vida era dura, pero auténtica. Eso me lleva a la capacidad de expresarme de una manera llana y legible, sin aspavientos ni parafernalia.

¿Sueles escribir más sobre sentimientos o preocupaciones propias, o sobre lo que ves a tu alrededor?
Vuelo libre, no tengo ningún parámetro, ningún plan preconcebido. A veces cae una frase, y después de esa aparición sorprendente, tiro del hilo para que se desenrede la madeja. A partir de ahí, puedo estar cinco días persiguiendo un texto, o diez. No voy por ahí con el boli y la libreta en ristre. No sé ni por qué escribo, es una necesidad estrambótica. La necesidad de pintar la entiendo más, es una necesidad de abstracción, de mundo propio, de habitar un espacio personal, sin invasiones no deseadas. En este disco, en una letra, digo que una de mis diez cosas importantes es “No acudir a citas en las que el corazón tenga que golpetear desganado”, hacer las cosas con ganas, con amor, con dignidad.

¿La exigencia en los textos te hace romper muchas letras?
Sí, soy un campeón, hago una tarea ingente, no paro de escribir chorradas, buscar acordes, pintar monigotes… Luego está la criba, en la que tiro para atrás algunas cosas. Soy muy crítico conmigo mismo.

Este disco tiene dieciséis temas muy rockeros, ¿por qué ese filo tan enérgico?
Es mi fondo. Cuando empecé a despertar a la música como oyente era un crío de 14 años, escuchaba a los Rolling, Led Zeppelin, bandas anglosajonas, guitarreras… Eres un crío y piensas que es la pera, luego descubres que en España hay buena música, y el flamenco… Esos primeros fogonazos son rockeros, y a mí me gustan muchas músicas del mundo, pero por encima de todo me gusta el rock and roll. Mi fondo es guitarra eléctrica, y en este disco he vuelto a darle protagonismo.

Hablas de los clásicos, ¿sigues también la música más actual?
Claro, en lo musical tengo interés y curiosidad absoluta, yo entro y salgo de una habitación, el otro día fui a ver a Wilco y me encantó, una banda musicalmente hablando muy buena. Me gusta mucha gente. Aquí en España me sigue gustando José Ignacio Lapido, me encantan sus letras, su manera de enfocar una canción pop-rock; me encanta Ivette Nadal, una chica catalana a la que he invitado a cantar un par de canciones en el disco. Estoy alerta a lo que sale, no para juzgarlo, sino para disfrutarlo. Soy aficionado, no me interesa aislarme, aunque a lo que no le echo tiempo es a la parte social de la música: grupos que triunfan, fiestas, entregas de premios… Tiene poca enjundia. No me interesa nada, yo respeto a todo el mundo, pero para mí es una pérdida de tiempo, prefiero dedicar mi tiempo a pensar en la portada de mi disco, pintar cuadros, dibujar, pasear, hablar con gente… El mundo del artista está basado en la vanidad. Luego hay veces que se rompe todo esto, vas a un sitio y conoces a músicos encantadores e interesantes. Cuando la cosa es casual, me apunto, lo que no me interesa es fomentarlo.

¿Permaneces también alejado de las crisis de la industria?
Sí, porque te puede amargar la vida. Tú no lo has provocado, es lo que hay. Me interesa crear, indagar en la vida, es mi aventura. Hacer canciones, girar, grabar… Evidentemente, no paso 27 meses haciendo canciones, también salgo, me interesa vivir, tener la absoluta certeza de que estoy aprovechando mi tiempo. No paso de todo, soy un ciudadano más, he ido a votar, estoy interesado en el devenir de lo social. He hablado con los del 15M y me intereso en lo que hacen, pero de vez en cuando tengo que hacer canciones para defenderme del mundo.

En la presentación del disco dices que ‘Como un burro amarrado a la puerta de un baile’ te pagó la casa y el coche. Ya no hay canciones con ese poder…
Sí, eso ha terminado. Con suerte, por esa canción pagué la hipoteca, el coche… En ‘El último de la fila’ escribíamos Quimi y yo, mitad y mitad, la música de ese tema la compusimos los dos, la letra fue mía.

Hay un guiño a esa canción en este disco, en ‘Un año y otro año’, en el que mencionas el título.
Sí, me siento igual, de otro planeta, como muchísima gente. Creo que los indignados también se sienten como burros amarrados. Te sientes ajeno al festín mal entendido y mal digerido de las grandes cúpulas del poder y de las finanzas. Nos sentimos timados. Esos discursos políticos… A la vida le falta un poco de poesía y le sobra un poco de materialismo.

Este es el número 17 de tus discos, el 5º en solitario. El año pasado cumpliste 30 años en la música y no lo anunciaste a bombo y platillo, fue un cumpleaños discreto.
A veces las compañías de discos tienen que cubrir el expediente, hacer que los números cuadren a final de año, y que sus jefes no echen a todo el mundo a la calle. Pero yo lo que tengo es ganas de cosas nuevas. Ya me hace ilusión un nuevo disco, saldrá el año que viene, dentro de dos, o tres, no lo sé, pero tengo ganas de compartir nuevas visiones. La de hoy es diferente a la de hace una semana. Yo celebro cada día, estoy muy contento de estar aquí contigo ahora, ese es el tiempo bien empleado para mí. Prefiero grabar canciones nuevas, seguro que a la gente le va a gustar más que ofrecer las mismas canciones revisadas, remezcladas o con una guitarra diferente.

Manolo, que sigas disfrutando de tu tiempo y que lo tengas…
Como dice el disco, cada mañana te levantas y están ‘Los días intactos’. Acometer los días de una manera positiva es mejor. Decía un amigo, y también mi madre, que se cazan más moscas con miel que con vinagre.

Fuente: POPES80 – ENLACE