Manolo García regresa a la provincia de Alicante

Tras su concierto del año pasado en el Parque Municipal de Elche, Manolo García regresa a la provincia antes de que hayan pasado doce meses. Lo hace para actuar en otro escenario, el Teatro Principal de Alicante, y con un formato diferente, ya que está viviendo el inicio de su primera gira acústica tras una carrera musical que supera las cuatro décadas, un tour que finalizará con cinco conciertos en Madrid y siete en Barcelona entre noviembre y diciembre. Para la doble cita de este fin de semana ya están agotadas todas las entradas de venta online.

Cuando un cantante ya ha vendido todas las entradas, ¿para qué concede una entrevista?
Siempre me ha gustado atender a todo el mundo. Durante mi tiempo de músico de orquesta aprendí lo duro que es este oficio, la tarea tan ingente que supone sacar adelante una banda. Estoy agradecido, tengo la suerte de hacer canciones y ofrecer conciertos con mi repertorio. También sé lo que cuesta estar tocando para personas que solo están ahí para tomar unas copas. Tener la oportunidad de ofrecer algo propio y que me escuchen es un premio que saboreo y celebro.

Tras una carrera tan larga, ¿mantiene las mismas ganas?
En la vida te das cuenta de que lo importante son los instantes que pasas alegre, y no digamos ya si también le das alegría a los demás. Es una especie de misión o algo así que te autoimpones de forma egoísta, porque te sientes bien haciéndolo. Para mí, hacer giras y discos es magnífico, me supone sentir la plenitud de la vida. Cada persona tiene una forma diferente de sentirse vivo, yo no me siento bien holgazaneando o mirando la televisión, tengo que estar creando algo.

Recientemente Iván Ferreiro dijo que Radio Futura eran «una puta mierda en directo» y que el verdadero «grupazo» de los 80 era el suyo, El Último de la Fila…
Cualquier declaración que hostigue, hable mal o meta ruido en dirección a un artista no me gusta. Cada uno debe hacer su camino y yo respeto a los demás, a Iván Ferreiro también. De Radio Futura fuimos compañeros de oficina y siempre me parecieron un grupo excelente, entre las cinco mejores bandas nacionales de los 80. Han dejado un legado excelente. Claro que al principio todos tocábamos regular, íbamos picando piedra como podíamos. Seguro que Iván tampoco tocaba tan bien como ahora.

Usted ya tenía una fórmula que funcionaba con El Último de la Fila o con su primer disco en solitario y canciones como Pájaros de barro, ¿por qué ha ido cambiando de estilos musicales?
Hay muchos tipos de música y a mí no me interesan los que buscan funcionar de forma lucrativa. Las compañías montan bandas y hacen inventos para crear éxitos, como las famosas canciones del verano y todas esas chorradas que no aportan nada. Solo entretienen y malbaratan el cerebro de la parroquia veraniega, que lo que quiere es cerveza y alegría. Cuando hay una intención creativa, es diferente. No puedo copiarme a mí mismo. La voz, el timbre, sí… pero voy cantando de forma diferente en cada disco.

Al reguetón y el trap que ahora se apoderan de la industria se les acusa de machistas, ¿al rock también le pasaba en su inicio?
Más que machista, el problema del rock es que contaba con una cantidad mucho mayor de caballeros que de féminas. Con el paso de los años se ha regulado. El rock ha sido menos machista que el reguetón, no lo digo yo, está ahí al alcance de cualquier inteligencia. Ha sido combativo y ha buscado un camino propio, pacifista y de libertad. El músico tiene en sus manos la llave. El empresario, el de la discográfica, el Spotify de turno, solo tiene en mente el dinero, le da igual que hagas reguetón o que seas pederasta.

Hablando de Spotify, ¿imaginaba su música entre anuncios?
La manera de difundir la música la inventan otros, no el creador. Lo hace gente que está en un despacho con un café, o con un whisky. Deciden la forma de vender la música para que sea lo más lucrativo posible para ellos y lo menos controlable por parte del músico. Así pasaron del vinilo al cd y del cd a lo digital o las plataformas en las que se vende la música. Un disco es una obra entera que se disfruta durante un tiempo largo y no como ahora, con el vértigo de las canciones y las descargas.

Es que el mundo digital tiene cada vez más peso, ¿se imagina en sus vacaciones subiendo una fotografía a Instagram?
No me preocupa estar en las redes, he intentado que me quiten de Wikipedia y YouTube. Lo que de verdad me importa es el cambio climático y que la gente joven reaccione. No tengo tiempo para poner una foto si me voy a la playa y dar envidia a mis conciudadanos. Me parece una estupidez supina y una jugada genial de los señores de las redes. Tampoco ataco a nadie, que cada uno decida. Si una persona es feliz con una tableta lo respeto, yo prefiero bañarme en el mar en pelotas o pasar el día viendo museos.

¿No vive en dos dimensiones?
Las únicas dos dimensiones que me gustan son las del cine, esa pantalla en la que de vez en cuando aparecen películas maravillosas como La libreríaThe rider o Nueve reinas, clásicos de ayer, hoy y siempre. Casablanca, los hermanos Marx… ¿Y el móvil? Para llamar, como cuando iba a una cabina y avisaba a mi abuela de que no iba a comer. No me interesa mandar chistes.

¿Es muy clásico?
Me gusta la normalidad, no ejerzo de famoso ni busco que me paren. Si alguien me saluda, encantado. Paro a tomar un café, una cerveza, hablo con los amigos, juego una partida de dominó en el bar del barrio. Es lo que he hecho siempre y lo que me gusta. Vale, no tengo glamour, ¿y qué? Tampoco me parece mal que en el mundo de la música haya oropel, fantasía, lentejuelas o tacones altos, he sido muy fan de Bowie en todas sus etapas.

¿Teme que en España se pierda libertad tras el 28 de abril?
En la época de la Transición todo prometía ser estupendo y así empezó. Ahora esta cuestión está muy tocada, la hemos matado entre todos. Tras los años de bipartidismo que hemos vivido, los partidos tienen que dejar de pensar en sus poltronas y ambiciones y cumplir con el ciudadano, lo que significa buscar el equilibrio social, la justicia. Nadie habla de precariedad laboral, seguridad social, jubilados, inmigración, pobreza en España, juventud sin futuro…

Como catalán que es, ¿está siguiendo el juicio del «procés»?
Esas personas no deberían estar en la cárcel, tendría que haberse arreglado todo políticamente, hablando o con una multa. En una democracia, las soluciones tienen que ser políticas, no judiciales. Felipe González hablaba el otro día de una España federalista, no sé si esa es la solución. Que hagan lo que quieran menos usar la violencia. Porrazos no, por favor, a nadie.

¿Cómo se ve en el futuro?
Continuaré con mis canciones y mis cuadros, me interesa cero irme de vacaciones al Caribe o coger un año sabático. Seguiré pintando, escribiendo y haciendo música. Vivir sin atropellarme, tampoco pretende estar siempre en la cresta de la ola. Importa la obra, no la fama.

Fuente: Diario Informacion – ENLACE