MG: «más lechuga y menos whisky»


Se declara urbanita, pero Barcelona le pone nervioso. «Las grandes ciudades tienen algo de monstruoso, pero me despiertan la necesidad de volver». «Vivo yendo hacia el horizonte. Soy un nómada y me gusta llegar hacia esa línea donde se unen cielo y tierra y no encontrar el horizonte porque otra vez se ha movido», dice Manolo García (Barcelona, 1955), que acaba de publicar su quinto álbum de estudio, «Los días intactos», y, también, un libro de dibujos, apuntes, pensamientos… «El fruto de la rama más alta» (Temas de Hoy).

Fuente: La Razón ENLACE

«Me debí caer en la marmita de la energía creativa», dice el que fuera la mitad de El último de la fila. «Tengo ilusión y no decrece, aumenta. Cada vez siento más ganas de todo. No me conformo con hacer discos, hago libros, exposiciones, siempre he pintado. No soy un advenedizo, sino que empecé pintando hace veintitantos años y siempre con el ánimo de compartir, sin ganas de lucro. Odio a los que tienen cinco sueldos, me parece inmoral», cuenta enlazando frases a toda velocidad y explica que su rutina creativa «es la de un ácrata pero no la de un vago». «No me interesa salir de noche. Sigo mi camino según mi ética, mi amor propio y mi sentido de la dignidad», afirma.

Rechaza publicar un disco cada año, que utilicen sus canciones en anuncios y tampoco consiente que se publique un «Grandes éxitos» de sus temas. Guarda las canciones, las revisa, las mide. «Los días intactos» se ha grabado entre California y Gerona con enormes músicos de estudio como Waddy Wachtel, Bob Glaub o Kenny Aronof, porque ellos no le conocen y no le permiten acomodarse. «Despiertan cosas de mí que tendría dormidas de otra manera. Por eso también pinto».

Barco del tiempo
Escribe en su libro que puede «vivir sin whisky pero no sin lechuga». «Es una historia real: fui al médico con dolor de estómago por comer fuera, de gira, y me dijo que tenía que dejar tanta lechuga. Al salir, pensé: ‘‘¡Me han quitado la lechuga y me dejan el alcohol!’’. Y ni me acuerdo de cuándo me tomé el último whisky».

También ha cambiado su manera de cantar. «Me he tirado para atrás. Trato de cantar en al final del compás, ya sea de cuatro tiempos o de tres, pero en el último momento, en la parte de atrás del barco del tiempo. Controlando la situación. Cuando eres más joven vas delante. Amy Winehhouse, la pobre, cantaba así, retrasando el instante de entrar la voz aunque fueran unas décimas de segundo».