Mérida 29.09.2018 D.C.: “El amor es la luz que pasa por ojos de puente romano”

La jornada comenzó mucho antes del concierto, antes de que 50 legionarios y soldados romanos de finas suelas y escudos recios, avanzaran por las calles adoquinadas de Mérida. A primera hora de la mañana, frente al nº 20 de la plaza de España, y al suave gorgoteo de la fuente, comenzaba el bullir de uno de los conciertos más esperados de la gira de Geometría del Rayo. Los servicios municipales habían refrescado el pavimento, una lona con el programa del Stone and music festival presidía el balcón de la entrada del hotel. Las palomas distraídas con su arrullo de cortejo deambulaban absortas… pero no fue hasta las 20:18 cuando la plaza desbordada, asistió a la salida sonriente de Manolo por un túnel humano de figuras de otro tiempo. Mérida se sincroniza con su pasado. Se siente cómodo, divertido y se entrega con alegría, reparte miradas y besos y entrega su mano cordial, agradecido. Faltan dos horas para que se inicie el espectáculo.

El Teatro de Mérida es una puerta al pasado hermosa y bella. Es un privilegio ocupar sus cáveas y mirar ese gigantesco escenario. A principios del siglo pasado sólo emergía del suelo una parte de las gradas, prácticamente desechas, rodeadas de pasto como si de una antigua casa venida a menos se tratara. Las excavaciones dejaron al descubierto el resto de aquellos escalones desnudos, desdentados, rodeados de piedras arrancadas y justo en frente, un enorme podio de 60 metros de ancho por 7 de fondo. Las columnas esparcidas en fragmentos, taladas como árboles muertos. Las esculturas mutiladas, decapitadas ocupando una fosa común olvidada. Fue la imaginación, el estudio detallado de los restos y los libros lo que nos devolvió este maravilloso monumento a la actualidad. Ahora Céres preside obras de teatro clásico y conciertos variados. La Historia majestuosa nos contempla.

Las cáveas se llenaron sin dejar espacio a la duda. Las tres mil localidades habían desaparecido en 48 horas. Extremadura esperaba el momento. Frente a nosotros el colosal escenario de 16 metros de altura y dos cuerpos de columnas se recortaba en la noche emeritense. Las luces laterales, respetando cualquier anclaje perjudicial para la roca, describían caricias de color. Manolo en este caso había descartado cualquier artificio para el inicio, que la piedra hable por sí sola. La plataforma sólo exhibía los instrumentos a la espera. Se hizo tímidamente la oscuridad con elegancia y la algarabía excitada se apodero instantáneamente del Teatro. La hora había llegado.

“El amor es la luz que pasa por ojos de puente romano”.

Un azul de Profundo mar cayó cenital sobre las columnas. Las figuras recortadas en el escenario fueron ocupando su lugar y los móviles abrieron sus ojos digitales queriendo atrapar el instante. El Sr. García se dirigió decidido al micrófono y las luces bañaron siglos de historia. Malva se encargó de ir prendiendo el ánimo aguerrido de los asistentes. Una sola voz y la caricia del arte. “Un alma de Papel” y la guitarra de Victor arañando el corazón, descerrajando belleza. “Nunca el tiempo es perdido”, “Con los hombres azules” vestida de filigrana y arabesco. La primera carga había hecho todo su efecto, ya estaba conjurado el espíritu del rayo. Era la hora del nuevo disco. “Ardieron los fuegos”, “La llamada interior” con esa armónica que vibra en las pozas del recuerdo. “Ruedo, rodaré” que siempre es una fiesta cuando Carmen avanza alegre y despreocupada contagiando al público. “Si todo arde” engalanada de luces rojas que prenden el ánimo y desatan la entrega… Manolo mira con recelo la platea sabe que es su espacio natural y baja a fundirse con el público. Joëlle describe giros de compas con su pierna izquierda, compensa, recoloca la cámara busca el ángulo, se camufla en el decorado rocoso como hálito de otra época. Danza.

Un pequeño descanso vuelve a García entre las columnas, al contacto de la historia, es la hora bruja de Juan Carlos y su teclado. Céres complaciente mira con ojos de cosecha generosa. “En tu voz” me enturbia la mirada, poco importa el pasado, nada el futuro, el instante crece hasta cegarnos.
Ahora entiendo que este concierto es un acto de amor y me viene a la mente aquella magnífica definición: “El amor es la luz que pasa por ojos de puente romano”. “Crepúsculo creciente”, “Pájaros de barro” y sigue el caudal, el agua que no cesa, el lenguaje universal de la belleza.

Manuel se adentra en los trigales del pasado, recorre con las yemas de los dedos sus aromas y comprende que la vida es una estela en un trigal. Avanzando, dejando atrás las espigas que se cierran, mirando con respeto el camino que imagina. Y canta “Levedad”. El mundo gira entorno a unas ruinas que guardan palabras sabias de obras arcanas, canciones y sueños que alguien un día imaginó.

El final llama a la puerta con, la esperada y temida, “Insurrección” y los pulsos no se paran y las sienes llaman a la emoción de sentir. La magia milenaria e invocada ha surtido el efecto previsto, la felicidad corre loca por las calles,

Céres ha bendecido la cosecha.

De: Jose Ángel Lucena – Foto: Jero Morales