Manolo García: «En Cataluña no se puede dejar que funcione lo que solo quieren cuatro»

Manolo García (Barcelona) actúa este sábado en el auditorio Rocío Jurado para presentar su séptimo disco de estudio en solitario. El polifacético artista (pinta, dibuja, escribe, canta e, incluso, ha interpretado algún papel como actor) se encuentra en un momento de madurez personal, algo que se transmite en «Geometría del rayo», un trabajo optimista que invita a la reflexión desde la calma.

Horas antes de la cita sevillana, Manolo García atiende a este periódico para hablar de lo divino y de lo humano. Desglosa con idéntica prudencia, coherencia y elegancia sus razonamientos acerca del cambio climático, el conflicto catalán o la galopante vulgaridad en el uso del castellano. El ex líder de El Último de la Fila es un artista en mayúsculas que habla con la mesura y la humildad de los grandes y que domina el arte de la oratoria como lo hacen pocos en el paronama musical español.

¿Qué tiene Manolo García de andaluz?

Me gusta la historia, y sé que en Al-Ándalus hubo un Abderramán que amplió su califato hasta tierras de Murcia y Albacete, de donde vienen mis raíces, así que es probable que yo tenga algo del califato de Córdoba [Risas]. La verdad es que es una tierra en la que me siento muy cómodo. Sobre todo me gusta el flamenco y la música andaluza, es absolutamente auténtica. Por ejemplo, para mí Triana es uno de los grupos más interesantes de los últimos 40 años. Los sigo escuchando.

Dalí decía que, aun siendo su faceta más conocida la de pintor, se consideraba mejor escritor que pintor. ¿Ha tenido alguna vez una sensación parecida? Es decir, valorarse a sí mismo más como pintor que como músico.

No me considero mejor en nada. Soy aprendiz de todo y maestro de nada. Soy un caminante, voy avanzando en mi día a día. Desde muy niño ya me gustaba dibujar; luego en la escuela, en el instituto, era el típico chaval que destacaba en clase de dibujo. Y en la música me pasó igual. A través de estas facetas he ido encontrando un punto de placidez, en el sentido de que hago algo que me gusta, que me llena y, además, iba notando que podía compartirlo, y que también complacía a otros. Todas esas sensaciones hacen que camine a diario, no me paro a pensar si soy mejor en esto o aquello. Siempre tengo una lucha interna por intentar mejorar en todos los ámbitos de la vida.

Además de pintar, cantar, etc. También está valorado como un gran orador. ¿Considera que la conversación es un arte que está agonizando?

Me gusta el arte de la oratoria, la charla de sobremesa, pausada. Aunque he de decir que casi me gusta más escuchar que hablar, porque es como se aprende. Creo que la conversación nunca morirá mientras exista el ser humano, pero sí es cierto que la llegada de nuevas posibilidades tecnológicas de comunicación ha cambiado los hábitos de las personas en su modo de comunicarse.

Por ejemplo…

Lo vemos muy claro en los mensajes de whatsapp. Ahí se ve claramente que se va reduciendo el lenguaje y la capacidad oratoria. Se escriben cuatro ideas básicas, a veces abreviadas, y con unos modismos modernos muy pobres (muchas palabras se abrevian usando la k); y ahí quien pierde claramente es la lengua castellana. Y todo eso es una verdadera pena, porque la capacidad por medio de la oratoria de disparar el pensamiento y hacer que la mente vuele y se expanda es un regalo de los dioses. Con una sola palabra se puede viajar.

¿Está mal aprovechada la riqueza del castellano? ¿Cree que la vulgaridad está ganando la batalla?

Estoy de acuerdo. Para mí estamos retrocediendo en ese sentido. Mucha gente me comenta que en mis canciones uso palabras que les sorprenden, que, incluso, a veces tienen que tirar del diccionario. Pienso que todos deberíamos tirar del diccionario porque es maravilloso aprender nuevos términos. En este sentido la lengua castellana es riquísima en sus acepciones. Pienso que hablar cualquier idioma del mundo con conocimiento, en profundidad, es maravilloso, porque abre las posibilidades de la comunicación y la cultura.

También hay otro dato significativo en este sentido, el porcentaje de lectores es bajo respecto a otros países, lo cual es una seria pérdida en cuanto a posibilidades culturales. Yo haría campaña a favor de las bondades de la lectura y del saber, igual que se anuncian colonias. Porque la cultura de un país es el futuro del mismo.

¿En qué momento supo cómo se ganaría la vida?

Desde muy pequeñito he sido un visitante asiduo a los museos, a las galerías de arte. Siempre me ha fascinado la capacidad del ser humano para crear mundos ficticios que te transportan, que incitan al viaje. Entonces desde muy pronto supe que mi camino en la vida iba a ir por ahí. Aunque, obviamente, también he tenido etapas más grises en ese sentido y para ganarme la vida he trabajado en otros oficios que no me han complacido tanto. Pero desde el momento en que he podido empezar a vivir de mi música y a dedicarme cien por cien a ella y, por añadidura, he tenido más tiempo para pintar, dibujar y demás, es cuando he sido más feliz en todos los sentidos, porque una sensación de placidez y atemporalidad incomparables.

¿Qué queda del joven Manolo García que trabajaba en la metalurgia y empezaba en la música?

Queda la misma pasión, o incluso más. Noto que todo es más intenso, vivo más los conciertos, las grabaciones. O sea, que la ilusión de aquel niño por ser músico o ser pintor ha crecido.

¿Le queda algún sueño por cumplir?

Siempre queda ese anhelo imposible de conseguir la mejor canción de la historia, una canción mágica que deje fascinado a todo el mundo. Para mí es un pecado desperdiciar la vida, pensar en ser feliz en las vacaciones de agosto y el resto del año aguantarse. Hay que disfrutar cada instante. Para mí, a estas alturas del partido lo más importante es la paz y la tranquilidad. Ese es mi sueño, disfrutar cada día en calma.

¿Y lo consigue?

Por supuesto. Cada día cuando me levanto trazo un plan: ser lo más feliz posible. Conscientemente. No dejo que me atrape esa vorágine de obligaciones tan prosaicas. Intento quitarme toda la carga innecesaria que me sea posible.

En «La gran regla de la sabiduría», uno de los temas más redondos de su último disco, clama que «es un craso error que nuestro planeta sea el reino del colesterol o perezca de inanición». ¿Cree que esa afirmación dejará de ser actualidad en algún momento?

¡Uf! El planeta tiene problemas muy serios: nuestro comportamiento en el tema medioambiental o cómo acometemos las necesidades que tenemos, muchas de ellas ficticias en mi opinión. Somos muchísima gente dando mordiscos desmesurados al planeta, y ése es el problema no solo de la hambruna, también de la injusticia social, de situaciones límites como las que se están viviendo en Venezuela, Siria, etc. Para mí la madre de todos los problemas y que puede hacer que todos se agraven aún más es el cambio climático.

Según Trump eso está controlado.

Trump es una persona bastante corta de luces. A las elecciones deberían presentarse gente sensata, demostradamente razonable, madura emocionalmente. A veces pienso que los políticos deberían tener como mínimo cuatro carreras, imprescindibles filosofía y humanidades, así evitaríamos personajes como éste. El cambio climático es una cuestión que los políticos, por intereses estúpidos y de la mano de muchas multinacionales, están dejando a un lado. Y las décadas van pasando mientras la comunidad científica sigue alertando seriamente sobre los problemas que se nos pueden venir encima en muy pocos años.

Cantaba Bob Dylan que algo está pasando y nadie sabe lo que es. ¿Sabe Manolo García qué está pasando en Cataluña?

Es bastante sencillo. Ha habido una ausencia absoluta de diálogo político, ha habido poco cariño y poco corazón. Desde los últimos intentos de estatuto de autonomía se echa en falta que el Gobierno Central y el de Cataluña se sienten a hablar una, cincuenta o las veces que haga falta hasta que todo el mundo esté contento. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Ya vamos bastante tarde, porque el tema ha cogido mucha velocidad, y los problemas políticos cuanto antes se atajen mucho mejor para todos.

El ambiente está bastante crispado. ¿Usted como catalán percibe esa sensación de odio hacia el resto del país?

A los catalanes nos sabe mal que en los medios se venda una imagen de confrontación y violencia. Salvo algún episodio puntual de confrontación, la gente no está dándose bofetadas en la calle. Ni mucho menos. La palabra odio ya de por sí es perniciosa, es fea. Puedo respetar que haya personas con sentimientos nacionalistas, pero odio o animadversión hacia lo español no hay. El problema viene cuando los responsables políticos no encauzan las energías, esas pasiones, para que aflore y funcione lo más conveniente para una mayoría. Lo que no puede ser es que se deje que funcione lo que quieren cuatro.

Para finalizar, una cuestión muy original. ¿Cabe alguna posibilidad, por diminuta que sea, de ver juntos como grupo a El Último de la Fila?

No tendría razón de ser. Ni yo ni Quimi Portet somos personas añoradizas, nostálgicas. Más bien todo lo contrario, nos gusta vivir el presente. Todo lo que tenía que hacer El Último de la fila ya lo hizo: siete discos, cientos de conciertos, etc. Creo que hemos dejado un buen sabor de boca, un buen recuerdo. Hay que vivir el presente, y aquello queda en el recuerdo.

Fuente: ABC Sevilla – ENLACE