Veinticinco años al rescate del oso

La población osuna de la cordillera Cantábrica se ha triplicado gracias al trabajo de organizaciones como la FOP, que cumple un cuarto de siglo

«Me dices ‘goodbye’ en tu nota tan ricamente, y no me hago a la idea de no volver a verte». Eso cantaba Manolo García en un estudio de grabación allá por 1992, cuando nació la FOP, la Fundación Oso Pardo. El apoyo económico de ‘El último de la fila’, dúo al que ponía voz el músico catalán en aquel disco de ‘Astronomía razonable’, fue el empujoncito final para la creación en Santander de la sociedad conservacionista por parte de un grupo de zoólogos, botánicos, naturalistas, prehistoriadores, geógrafos, maestros y abogados que no se hacían a la idea de no volver a ver un oso en los bosques cantábricos.

Cuando se constituyó la FOP, quedaban en España menos de 80 plantígrados. Hoy se mueven por la cordillera Cantábrica más de 250, o eso indican las estimaciones basadas en los censos de hembras con crías. La especie, que estuvo a punto de desaparecer en la península ibérica por el hostigamiento humano, sigue en peligro de extinción. La novedad es que ahora la población osuna crece en lugar de menguar.

Veinticinco años son la tercera o cuarta parte de la existencia, pero son toda una vida para un oso pardo salvaje, que a lo sumo cumplirá 30 si llega a ser de los más viejos. Veinticinco años dan para unas bodas de plata como las que celebra la FOP, inmersa desde hace un cuarto de siglo en proyectos para preservar una especie de individuos singulares e imponentes (ursus arctos).

El oso pardo cantábrico abulta la mitad que otros congéneres del este de Europa, pero 200 kilos forrados de tupido pelo sobran para que sea muy intensa la emoción (léase canguelo) de toparte cara a cara con uno de ellos en el monte. Por fortuna, el encuentro es improbable, porque este animal detecta al hombre a distancia y tiende a huir de él. «No conocemos ni un solo caso comprobado de un oso que haya matado a una persona en España», subraya Guillermo Palomero, presidente de la FOP. «Y en los pocos incidentes que hemos recogido, los osos muerden a las personas sin ensañarse y salen huyendo a toda velocidad».

Más cerca del hombre

El furtivismo era el problema que más preocupaba a la FOP en sus orígenes, pero hoy es solo una amenaza «ocasional». La Fundación ha denunciado a lo largo del tiempo a 151 cazadores furtivos y ha retirado 1.500 lazos ilegales de zonas oseras. Las penas contra la caza del oso son ahora más duras, y sucesivos programas de intervención en el medio rural han conseguido que haya una «buena aceptación» de este plantígrado, que no supone un peligro para el hombre, pero causa daños en colmenas y árboles frutales y, más raramente, mata ganado.

Los principales desafíos que afronta en estos tiempos la FOP son la mejora del hábitat del oso, que ha visto muy reducido su espacio de refugio y alimentación, y gestionar las consecuencias del incremento del número de ejemplares. «Hay más osos y pueden aumentar las posibilidades de encuentros o de conflictos con actividades humanas, y también aumenta el riesgo de que los osos se habitúen a la presencia del hombre y comiencen a visitar los pueblos a pleno día o a tolerar la cercanía de personas», advierte Palomero.

Cantabria, Asturias, Castilla y León y Galicia han redactado un protocolo conjunto de actuación con osos que han perdido el miedo al hombre (lo que no implica que sean agresivos). El presidente de la FOP considera «urgente» que las cuatro autonomías aprueben esa normativa, y que regulen las actividades de observación de osos y de turismo en zonas oseras. El avistamiento del ursus arctos con ópticas de largo alcance es una afición que atrae visitantes y contribuye a que la población rural perciba a este animal como un habitante del medio más útil que perjudicial. La atractiva ‘marca oso’ ligada a los productos artesanales y ecológicos también es un aliciente para que la gente del campo miren con mejores ojos a estos golosos asaltadores de colmenas, al menos de las que no están protegidas.

La Fundación Oso Pardo dedica gran parte de sus esfuerzos a facilitar el tránsito entre las dos subpoblaciones de ursus arctos de la cordillera Cantábrica, la orientalzy la occidental, que han permanecido históricamente aisladas, separadas por autovías y carreteras, y presentan características genéticas diferenciadas. El último estudio encargado por la Fundación sobre muestras de pelos y excrementos permitió detectar en el núcleo oriental (Cantabria, Palencia y León) la presencia de siete osos migrantes del núcleo occidental y de catorce individuos mixtos, fruto del cruce entre ejemplares de ambas subpoblaciones. La creciente conexión genética reduce la consanguinidad, muy perjudicial para el minoritario núcleo oriental, que estuvo al borde de la extinción.

En Cantabria, según las observaciones de las patrullas de la FOP, «hay una presencia permanente de osos» en los montes de Campoo de Suso, Polaciones y Liébana. Los más intrépidos cruzan la A-67 y campan por los bosques de Valderredible.

Contar osos no es tarea fácil. Los machos se parecen mucho entre sí y son tan viajeros que pueden aparecer en puntos geográficos muy distantes entre sí. Por eso las Administraciones recurren a los censos de hembras con crías en los que colaboran las patrullas oso de la FOP, ya que son grupos más fáciles de diferenciar y las osas tienen más querencia por un territorio. Los cálculos a partir de esos datos indican que el número ha crecido con una cadencia anual del 10% en el último cuarto de siglo. La población ibérica autóctona se reduce a la cordillera Cantábrica, al margen del grupo de origen esloveno reintroducido en los Pirineos.

Parte de nuestra cultura

Antes de 1992, cuando ‘El último de la fila’ se sentía «como un burro amarrado en la puerta del baile» y repartía sus ingresos con los ecologistas, «el número de osos era cada vez más pequeño, disminuía a gran velocidad. La idea general entre los especialistas era que el oso cantábrico se extinguiría en unos pocos años», recuerda Palomero. La FOP, entre otros agentes, ha trabajado para que no sea así y persevera en el empeño, porque «perder al oso sería perder una parte esencial de nuestra cultura, de los cuentos y las leyendas que hablan de los osos y de los bosques y de una forma de percibir la naturaleza que se conserva en las zonas rurales y se pierde en las ciudades». Salvar al oso con su hábitat «permite conservar nuestros paisajes y las demás especies de flora y fauna que pueblan nuestros bosques cantábricos». Manolo García no se lo cantaba al oso, pero sirve: «¡Quédate!, quédate a mi lado», aunque tampoco es necesario sentir tu aliento.

 

Fuente: Diario Montañés – ENLACE 

Gracias Carla por las capturas: