El que fuera líder de El último de la fila actuó ayer durante tres horas en el Parque San Juan de Telde – Su voz inconfundible conquistó a los 2.500 asistentes.
Placer infinito. Clásicos imprescindibles, nostalgia ochentera, letras con alma y guitarras con corazón. Y por encima de todo esto un maratoniano llamado Manolo García que regaló al público del Parque San Juan de Telde más de tres horas de concierto con 32 canciones. Y es que Manolo García se ha convertido en Bruce Springsteen.
Con «la luz del ópalo» y miles de teléfonos alzados, comenzó su actuación el mítico líder de El último de la fila, pasadas las 21.30 horas. Lo hizo con San Gennaro, un guiño a los tiempos pretéritos de Los Rápidos y el single de su único disco editado en 1981.
Hacía ocho años desde la última actuación del artista de Barcelona en Gran Canaria y sus fans lo esperaban con ansia. Los primeros en llegar y detenerse ante el torno de entrada lo hicieron tres horas antes del comienzo del concierto. Por eso, la gira de Todo es ahora, que incluye las canciones de su sexto álbum discográfico, es toda una declaración de intenciones. Toca exprimir la vida. Carpe diem, con un pie en el presente y otro en el repertorio de clásicos. Por eso, Manolo García, aterrizó el viernes en el Santiago Martín de la Laguna para actuar durante tres horas ante 2.500 personas y ayer hizo lo propio, con ovación atronador, ante otras 2.500 personas rendidas a un referente generacional de la música española y que ha sido definido en innumerables ocasiones por su alma de poeta, el espíritu de un rockero y la sensibilidad de un pintor. En definitiva Alma de papel.
La mayor parte del auditorio conocía perfectamente las costumbres del artista. Por eso, como buenos fondistas, optaron por dosificar energías. Campanas de libertad, Un año y otro año, Exprimir la vida, Estoy alegre, Un alma de papel, Todo es ahora. Las canciones se sucedían y la voz inconfundible de Manolo García, acompañado por 12 músicos sobre el escenario teldense ganaba agitación.
Esta noche he soñado con David Bowie, Sombra de la sombra de tu sombrero, Caminaré,Un giro teatral, Es mejor sentir, Como quien da un refresco… Y aún no había asomado la orilla del Rubicón.
Siguió el concierto y el imaginario colectivo estaba lejos, probablemente en aquel verano indefinido entre 1984 y mitad de los 90. Nunca el tiempo es perdido, marcó el inicio de la traca final. O eso pareció. Rosa de Alejandría, Pájaros de barrio, Levedad, Sobre el oscuro abismo. Y llegaron los bíses. Unos pocos. Solo ocho; lo que equivale un concierto entero para otros grupos. Ardió mi memoria, Llanto de pasión, Insurrección, Como un burro amarrado a la puerta, Viernes y finalmente San Fernando. La entrada salió barata.
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Fuente: La Provincia – ENLACE