Manolo García en Sevilla: tres horas de alegría, libertad y esperanza

El cantautor barcelonés delitó a su público más fiel con sus temas más recientes, pero también con los de siempre

Más de 8.000 personas se dieron cita en el auditorio Rocío Jurado para disfrutar de la muy particular música de Manolo García

Ni un minuto de silencio «se partió» Manolo García (Barcelona, 1955) desde el rotundo «tú me enseñaste a vivir en soledad» con el que abrió su concierto en Sevilla hasta tres horas después, cuando despidió a un auditorio rendido a sus pies caminando hacia San Fernando.

Más de ciento ochenta minutos, dos bandas, quince músicos en el escenario, un aforo de 8.000 personas completo… pero los números no dicen nada. Las letras son las reinas del espectáculo de un artista que crece con cada puesta en escena. Letras que esconden una auténtica y pura filosofía de vida basada en tres pilares: la alegría, la libertad y la esperanza. Con ellas, convirtió en normal lo extraordinario: «Gente normal haciendo cosas normales coomo intentar ser felices», como anunció. Y vaya si lo logró. Su calor, fuerza y vitalidad, su rock patrio elegante y una delicada puesta en escena venció al frío desde la grada hasta la pista de baile, elevando a un público transversal, desde puretas nostálgicos con hijos hasta jóvenes fans entregados. Pura «magia», como reconoció.

El sábado en el Auditorio Rocío Jurado de Sevilla, en la última oportunidad para verle en Andalucía en su gira Todo es ahora, Manolo García extrajo la esencia, en casi 30 canciones, de sus seis discos en solitario a las que sumó Llanto de pasión y, su himno, Insurrección, de su etapa en El último de la fila.

Con banda neoyorquina

La primera parte del concierto, el cantautor barcelonés estuvo acompañado por la banda neoyorquina que, hasta ahora, le ha puesto música a los temas de sus dos últimos trabajos: Todo es ahora y Los días intactos. Sus fieles, «exprimieron la vida» comprobando en su propia piel que «es mejor sentir que pensar», llevando en volandas a un Manolo que reivindicó una sociedad más justa con su Subo escalas, bajo escalas. «Los políticos nos hacen perder el tiempo, en vez de aclararse y ayudar a la agente que lo necesita con nuestro dinero. Éste es mi canto de indignación, mi pequeño 15-M personal», advirtió. Luego ofreció lo mejor de Los días intactos haciendo temblar el auditorio con Un giro teatral y acunando al público con Sombra de la sombra de tu sombrero.

El segundo bloque, en el que recuperó a sus músicos habituales, tuvo como gran protagonista a Arena en los bolsillos, probablemente su mejor disco en solitario. A las excepcionales Carbón y ramas secas y Zapatero, sumó una de sus señas de identidad, Pájaros de barro, aves a las que hizo aletear el público, llevándolas en volandas, con sus palmas.

No dejó atrás Nunca el tiempo es perdido regalando su Rosa de Alejandría y su advertencia de nuestra inevitable Levedad. También hubo espacio para su intimista Para que no se duerman mis sentidos y una magnífica versión aflamencada de En el batir de los mares, de Saldremos a la lluvia.

El extásis llegó con Insurrección y con las encadenadas Viernes y San Fernando, que hizo al público despedirse vibrando y henchido de alegría. Sólo le faltó una cosa: explicarnos la fórmula para crecer sin envejecer. Seguro que ingiere ese«fármaco precioso» que un día descubrió En los árboles. Salud y larga vida, Manolo. Gracias.

Fuente: El Mundo Sevilla – ENLACE – Carmen Torres – Foto: Jesús Morón