Quimi Portet: «Mi musica sirve para huir de este mundo»

El músico de Vic presenta este jueves en la sala Barts la canciones de su último disco, ‘Ós bipolar’, dentro del Guitar BCN

Con el recuerdo todavía vivo de su puntual reencuentro con Manolo García para recuperar el legado de Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila, Quimi Portet presenta este jueves en la sala Barts su noveno disco en solitario, ‘Ós bipolar’, dentro del Guitar BCN. Un quincena de canciones surgidas del excitante túrmix creativo del músico de Vic, siempre entre la irrealidad y el sarcasmo, en las que han colaborado Joan Miquel Oliver, Núria Graham y, por supuesto, Manolo García.

¿Es cierto que el nombre de ‘Ós bipolar’ se inspira en un programa de la BBC en el que aparecía un oso polar disecado? Sí, la génesis del título es totalmente anecdótica, no hay ninguna voluntad zoológica ni psiquiátrica. Vi un documental en la BBC sobre multimillonarios ingleses donde salía una señora que enseñaba su superpiso en Londres y tenía un oso polar disecado en el salón. Un “bear polar”… Es un chiste fácil, verdad, pero me pareció un buen punto de partida para una canción que tenía en el horno, sin letra. Algo abstracto, un poco extraño, inquietante. Ha acabado siendo el título de todo el disco.

Me llama la atención tanto interés por el mundo animal: el oso del título, una canción llamada ‘Cavall’ y otra ‘Peix’, varios perros en el libreto del disco… El perro es de mi hija, que es quien ha hecho el grafismo del disco. Pero sí, siempre he tenido esta inclinación por el mundo animal. Cuando estaba con Manolo (García) ya pasaba. Nuestra compañía se llamaba Perro Records. Los animales me atraen por la paradoja que significa mirarles haciendo cosas y ver ahí reflejada nuestra parte subzoológica. Muchos comportamientos humanos o de la política obedecen a pulsiones puramente animales. No hemos podido disimularlo.

‘Os bipolar’ se ha publicado cuatro años después de ‘Oh my love’. Nos tenía acostumbrados a publicar cada dos años como mucho. A diferencia de otros discos anteriores, este lo he trabajado de manera intermitente: he estado ocupado con el proyecto de Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila, he salido de gira con Col·lectiu Eternity [con Joan Miquel Oliver y Sisa]… Creo que eso ha sido bueno: la intermitencia lo ha aireado mucho. No ha sido un disco tan obsesivo. Es más ecléctico, más exagerado, más dramático, en el sentido anglosajón de la palabra: las canciones bestias lo son mucho y las canciones suaves lo son mucho también. Me gusta, me retrata en cierta manera.

Pasadas ya algunas semanas… ¿qué balance hace del rencuentro con Manolo García y el regreso de ambos a los escenarios? Ha sido muy agradable. No ha habido nostalgia ni añoranza, ha sido justo al revés, una cosa hacia delante. El material de Los Burros me encanta. Y Los Rápidos… Ese todo vale, con la banda original, las canciones de rock pachanguero, sin ningún rubor. Desde el minuto uno recuperamos aquella ilusión por estar juntos, reír juntos, trabajar juntos. Y somos dos socios modélicos. Normalmente, yo voy bien de cabeza y Manolo va bien con los pies, somos una delantera que funciona.

¿Se han sentido rejuvenecer, de algún modo? Hemos recuperado una… cierta conciencia juvenil, sí. Volvimos un poco a aquel momento, haciendo lo que hacíamos antes, pero sin aquella presión. Creo que también ha sido un poco de aire fresco de cara a nuestras carreras en solitario.

¿Han sentido la tentación, en este reencuentro, de resucitar la marca El Último de la Fila? Radicalmente no. El Último de la Fila se acabó en el 95. Manolo y yo podemos colaborar millones de veces en el futuro haciendo miles de cosas, entre ellas cantar cosas de El Último, pero de eso a decir que nos reunimos de nuevo… No sería lo mismo. Desde un punto de vista zoológico y etológico, a los 40 años los grupos se deshacen y, a veces, las carreras en solitario no acaban de ir bien y se vuelven a buscar funcionamientos corporativos, pero ya no hay aquella energía de un grupo de jóvenes primates, solteros, a la busca de notoriedad entre las hembras… (risas). El Último de la Fila era aquello en aquel momento, nunca más.

Los conciertos de Razzmatazz los dieron como Los Burros y Los Rápidos. ¡Es que es eso! Ambos fueron unos grupos que, a su manera, fracasaron, y no da vergüenza reunirlos. De hecho hasta tiene cierta dignidad y te apetece hacerlo. En cambio, reunir a Él Último de la Fila no tendría ningún sentido ni para la gente a la que le gustaba ni para nosotros. Creo que Manolo te diría lo mismo que yo.

Visto con perspectiva, ¿por qué se separaron? Por varias razones. Por muchas, diría. Emocionales, lingüísticas, culturales. El peso de la industria… Era necesario que Manolo hiciera su carrera y yo la mía.

¿Se siente más cómodo en su carrera en solitario? Una carrera en solitario permite explorar cuáles son tus cualidades, tus límites y explorarlos de verdad, delimitando un espacio, que es el tuyo y que es intransferible. Porque en un equipo siempre pesa el compromiso con otra persona. Hay millones de cosas, desde la letra de una canción hasta el idioma en que la escribes, que se han de negociar. Eso nos pasó en su día con El Último. Y los dos estamos ahora cómodos con nuestras carreras en solitario.

‘Ós bipolar’ es el noveno disco con su nombre. ¿Tiene algo de autobiográfica la canción ‘Senyora musa’?: “Que potser us heu fet vella, com sens dubte també me n’he fet jo?”. Es una canción sobre la paradoja de dedicarse al rock & roll. Soy consciente de que hay algo risible en una estrella del rock. ¿Qué hago tocando rock con 58 años? ¿Qué debo hacer? ¿Mover el esqueleto y seducir a señoritas o cantar las tristezas de la añoranza de las drogas? El rock nació como expresión de ruptura juvenil y ahora ya somos ‘granadets’… ¡Tenemos una edad!

¿Hasta qué punto es importante el humor, lo raro, en sus letras, en su música, en su forma, en fin, de entender el mundo? Yo soy de la broma. Me parece que es una cosa muy de esta cultura, la catalana: Rubianes, Mary Santpere, Dalí, Sisa, Capri… Catalunya es un país con una historia triste, rocambolesca, de frustración, y ha encontrado su válvula en el humor un poco familiar pero sin freno. Y realmente me gusta, es una forma de irreverencia con las autoridades terrestres y extraterrestres. En este país somos muy blasfemos: no se ha respetado nunca la autoridad porque la autoridad ha sido una cosa muy folclórica y muy ajena.

Quimi Portet

«¿Una reunión de El Último de la Fila? No tendría ningún sentido ni para la gente que le gustaba el grupo ni para nosotros. Manolo te diría lo mismo»

Hay un debate sobre la necesidad, o no, del compromiso social y político en el trabajo del músico rock. ¿Qué opina usted? En mi caso no hay compromiso alguno. Admiro a los que lo tienen. Hay un tipo de músico, que lo conocemos todos, para el que la música es un instrumento para influir en el entorno social y mejorar cosas que considera que están mal. Yo escuchaba a Raimon o Lluís Llach, y me encantaban, pero me hice músico para huir del mundo. En mi adolescencia, el mundo era un lugar sórdido y la aparición del rock me llevó a un mundo placentero que me despojaba de toda aquella sordidez. Hoy ya no veo el mundo siniestro, pero sigo haciendo una música que sirve para huir de este mundo. A mí me sirve para eso, como hay gente que utiliza la religión o los ejercicios orientales. Lo cual no quiere decir que yo sea apolítico ni que no pueda tener un compromiso como ciudadano y como persona. Es solo mi forma de entender la música.

En poco tiempo se han muerto Prince y David Bowie. Se nos van los mitos. Lamento decepcionaros, pero se morirán todos. Es una cosa biológica. La mayoría de estrellas del rock van para los 80 años. Son el fruto de otro tiempo, de aquella revolución musical de los 60 y 70, en las que los músicos de rock marcaron la sociedad como en los 30 y 40 lo hicieron las estrellas de Hollywood. Es triste, pero es ley de vida. Y nosotros vamos a la cola después.

Fuente: El Periódico – ENLACE – Julián García