Por Jose Ángel Lucena:
«La premonitoria letra de Braque estalló sobre el escenario de la Riviera . ¨El tiempo soy yo … Yo soy el tiempo¨. El viernes se abrió una brecha espacio temporal en la que unas bolas de discoteca en forma de trajes de espejo se encargaron de reflejar toda la alegría que guarda la espera. Sólo bastó la presencia del mítico dúo, tan ansiada, tan deseada, para desatar el ánimo de los privilegiados que abarrotaban la sala. La puerta entre el pasado y el más rabioso y fugaz de los presentes estaba abierta.
García-Portet en una nueva comunión se encargaron de tejer con destreza de oficio un hilo que arrancaba en los temas de los rápidos y que conectaba sin mucha dificultad con canciones consagradas de los burros. Continuidad. Un rio que fluye generoso entre canciones sin rumbo, pero con parada directa en el corazón.
El título del último trabajo editado tomaba todo su sentido: Historias de Una Banda. Con sencillez, sin pretensiones, sin pensar en el cometa cegador que estaba atravesando de nuevo las vidas cargadas de ilusión de un ayer nunca cerrado.
García deslumbró, se entregó en un coqueteo enérgico y próximo. Sin descanso, en las ganas y el movimiento característico que nunca lo ha abandonado. Portet esquivo, complacido y tímido permaneció contemplando de nuevo la masa que antaño se convocara a la misa de cinco de sus conciertos.
El milagro estaba se estaba produciendo ante nuestros ojos. Ávidos, hambrientos, desmadejados. Acompasando con el ritmo de las olas del mediterráneo, con las ganas descaradas y transgresoras de los 80. Cada sílaba como licor febril, cada gesto, todo quedó recogido, guardado, ordenado … la más valiosa de las pertenencias. Intacto el recuerdo, intacto el escalofrío.
Confusión, Navaja de Papel, Ruta del Sur – Quiero más, quiero que me empape esta sensación. No hay agua para tanta sed – Mi novia se llamaba Ramón, Te quiero bastante, Huesos – Vamos creciendo y la euforia prende la sala. Las guitarras de Josep Lluis y Antonio Fidel derraman rock por la sala. Hirschfeld nos contagia con su teclado y la batería de Celada y Visiers se encargan de marcar el ritmo de la emoción.
Supongo que no puede volver quien nunca se marchó. Sólo se hace patente. Sólo se pone de pie y se despereza reclamando atención.
Y comprendo que todo ha sido el preludio del cálido aguacero que nos esperaba. Disneylandia coge de la mano a Llanto de pasión en este hilo de Ariadna que nos guía y de nuevo el último de la Fila brilla sobre el escenario, mágico e intemporal.
Los vientos despejaron toda duda, la espera, exasperante y opaca; se escondió entre las brillantes luces con nombre de canción y brotaron una detrás de otra, todas las melodías que se recuestan a nuestro lado para cantarnos al oído.
Encontramos el trébol de cuatro hojas y dos quedarán entre las palmeras de la Sala Riviera; las otras dos se deslizaran al suelo en Razzmatazz , dejando claro que la vida vibra sin descanso en cada uno de estos temas. Hay acordes hechos de eternidad y pasión. Hay un rumor que conecta con las estrellas, esas que no dejan de alumbrarnos el camino independientemente de lo oscura que sea la noche.
“Pesada carga la ausencia”
San Gennaro 20.16″
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