Monthly Archives: abril 2019

El Manolo García más íntimo se reinventa en formato acústico

Manolo García es como un pintor que dibuja canciones, como uno de esos artistas que se ha metido en el alma de sus fans y cuyo repertorio forma parte de la banda sonora de la vida de todo el mundo.

El de anoche fue el primero de los dos conciertos que tiene programados en el Auditorium de Palma y que llevó a más de un millar de personas a corear con el artista sus temas nuevos pero sobre todo, las canciones de siempre. Arrancó entre sonoros aplausos y no perdió la oportunidad de mostrar una ácida crítica hacia las redes sociales y el rechazo que hacia ellas siente .

Este barcelonés, hijo orgulloso de inmigrantes de la sierra de Albacete, lleva subido a los escenarios desde hace casi cuatro décadas, concretamente desde 1981. Lo ha hecho con diferentes formaciones como Los rápidos, Los Burros o El Último de la Fila y desde 1998 lo hace en solitario.

EL DE AYER FUE UN FORMATO MÁS ÍNTIMO Y MÁS SENCILLO DE LO NORMAL EN MANOLO GARCÍA

Tras una dilatada carrera llenando campos de fútbol y plazas de toros, a Manolo García el cuerpo le ha pedido un formato más sencillo, un encuentro más cercano con su público de siempre, y así, desde la sencillez, es como ha surgido esta gira 2019.

De este modo, el Manolo García de siempre nos sorprende y se reinventa con un concierto en acústico donde le es posible ofrecer una nueva interpretación con la misma voz a la que ene acostumbrados y con la misma honestidad en cada nota.

Con este nuevo formato, más íntimo y alejado de todo lo eléctrico, el cantante ha conseguido llegar a su público con un punto añadido de cercanía que hasta ahora no le había sido fácil mostrar.

Y desde luego no lo ha hecho en solitario porque Manolo García se ha echado a la carretera en esta última gira acompañado de una banda formidable.

Esta banda, cuidadosamente escogida, está formada por músicos como Ricardo Marín, Víctor Iniesta, Josete Ordoñez (guitarras españolas, acústicas y laúd), Juan Carlos García (piano, percusión y coros), Olvido Lanza (violín y chelo), Charly Sardà (percusiones) e Iñigo Goldaracena (contrabajo y acordeón).

Los conciertos de Manolo García son ese tipo de experiencias para tener bien guardaditas en el alma, para cuando las cosas de la vida vienen mal dadas y uno  siempre puede recordar la energía y el amor que le pone a cada nota, a cada palabra.

Aunque he de reconocer que a mí, al final, me queda la duda de si un personaje que afirma sin despeinarse que somos levedad, debería pasar a la historia como músico, como poeta o como filósofo.

La próxima vez que venga a Mallorca se lo pregunto.

Manolo García
Fotos: Isabelle Sleijpen


Fuente: Crónica Balear – Isabel F.R. e Isabelle Sliejpen – ENLACE

El cuadro con el que Manolo García consoló a una joven mallorquina

Verónica Martínez relata cómo el músico ha puesto la banda sonora a su vida, sacudida por la muerte de su novio y su madre

Manolo García canta hoy en Palma, ante su público, espectadores que, en algunos casos, como el de Verónica Martínez, que seguirá su recital en primera fila de la Sala Magna del Auditorium, han hecho de su música «la banda sonora» de sus vidas. «Exprimir la vida quiero; hoy es un logro seguir en esas, que a veces la muy ladrona, se pone arrecha», canta el músico barcelonés en uno de sus temas (Exprimir la vida, del álbum Todo es ahora, 2014). Una canción que Verónica, Vero para sus amistades, conoce y hace suya, porque como ella bien sabe, «la vida puede ser muy dura».

Que no somos nada o, mejor dicho, que Somos levedad, como dice otra canción de Manolo García, empezó a advertirlo Vero en su etapa estudiantil, cuando conoció a su primer amor, Ernesto Real. «Nos conocimos en el Instituto Son Rullan. Éramos muy diferentes, él era el gamberro, el chulito de la clase, y yo la niña bien, la estudiante. La música nos unía. Ernesto cantaba muy bien, con una voz muy parecida a la de Manolo García», por aquel entonces al frente de El Último de la Fila, el grupo con el que conquistó España junto a Quimi Portet y al que la pareja de novios pudo entregarse en uno de sus últimos conciertos, en 1995, en la plaza de toros de Palma, donde presentaron el que sería su último álbum en su carrera, La rebelión de los hombres rana.

De los cantos y los saltos que dieron en aquel concierto, la pareja pasó a los llantos y la caída, mortal en el caso de Ernesto. «Al acabar el instituto enfermó de meningitis y tras seis meses muy complicados, murió. Era octubre de 1997, tres días antes de que yo cumpliera 20 años. En enero del 98 El Último de la Fila, el grupo que siempre me había acompañado, lo dejaba. Para mí todo aquello fue el final, el final de verdad, cuando me di cuenta de que todo se había acabado. Una coincidencia muy fuerte», subraya. «En caminar, aunque hoy no brille tu estrella», susurra Vero, parafraseando un verso de Somos levedad, al recordar aquellos trágicos días.

La vida le volvería a sacudir al poco tiempo. Cuatro meses después de la pérdida de Ernesto, a la madre de Vero se le diagnosticó un cáncer. Iniciaba así otro viaje –el final sería también trágico, con su progenitora venciendo ante la enfermedad– pero que no realizaría en soledad. «A los pocos meses Manolo García publicó su primer disco en solitario, Arena en los bolsillos, dándome una señal: Te sigo acompañando». Días después de una recaída de su madre, que coincidió con la salida del segundo disco del músico, Nunca el tiempo es perdido, Vero se armó de valor y, pluma en mano, decidió agradecerle a Manolo García a través de una carta el hecho de «haber puesto música a mi vida y haberme acompañado en muchos momentos con sus canciones, en cuyas letras me he visto reflejada en muchas ocasiones».

Aquella carta se la entregó a Miguel Vera, de los 40 Principales, aprovechando una visita de Manolo García a Mallorca, con uno de sus conciertos. Y se olvidó de ella, sin saber si la misiva había llegado o no a su destinario. «Hasta que Perro Records, su discográfica, me llamó y me dejó un mensaje: donde te enviamos un cuadro que te ha hecho para ti. ¿Cómo que me ha hecho un cuadro? Tardé en reaccionar y la primera reacción fue de flipar. Cuando me llegó el cuadro, una litografía, sentí lo mismo que sienten los niños con los Reyes Magos cuando se levantan en el día señalado. No por el cuadro, por el regalo, sino porque le había llegado la carta, porque la leyó y tuvo el detallazo de dedicarme una frase: Esperar para ver los árboles, vestirse de hojas, es ser un jilguero en el viento». Unas palabras que, tres años después, en el disco Para que no se duerman mis sentidos, vería reflejada en el corte Si te vienes conmigo: Pararemos a la vera del camino para ver los árboles vestirse de hojas. «Siempre he pensado que esa canción es mía», confiesa.

En el concierto de esta noche, el primero de los dos que Manolo García cantará en Palma, Vero se sentará en la primera fila de la Sala Magna del Auditorium, cerca de su guía espiritual, vital –»he estado en todos sus conciertos en Mallorca», afirma– con el corazón encogido en unos temas, y dilatado, a punto de explotar en otros, con lágrimas en los ojos y sin dejar de sonreír en todas y cada una de sus canciones, especialmente con Son 4 díasSara, Cuando el mar te tenga y En mi pecho, con esa estrofa final que reza: Nunca ceder ante la adversidad. Quiero tener la alegría
del que está en paz. Mis cadenas he de romper; fuera penas, amargas como la hiel.

Fuente: Diario de Mallorca – Gabi Rodas – ENLACE

Manolo García: «Me gustaría salir de Spotify, Youtube, Google y Wikipedia, no estar en ninguno»

Manolo García fue carpintero, ebanista, dibujó Hello Kittiespor arrobas, montó cajas de embalaje para productos de limpieza y mesas de entidades bancarias mientras se fogueaba como músico los fines de semana. Necesitó años de verbenas, a mucha honra, hasta que pudo vivir de sus canciones. Con casi cuatro décadas de carrera y después de la Geometría del Rayo, pisa ahora los teatros con su primera gira acústica. Hoy y mañana, en el Auditórium de Palma.

Los Rápidos, Los Burros, El Último de la Fila, 20 años de carrera en solitario y, sin embargo, hasta ahora nunca se había embarcado en una gira acústica.

Me gusta probar cosas nuevas y desde 1981 siempre había hecho discos clásicos en una banda de pop y rock. A finales de la gira del año pasado no me apetecía quedarme en casa, sino componer en la carretera. Y pensé: qué puedo hacer para no aburrir y no ponerme pesado. Y aquí estoy. Las guitarras acústicas siempre habían estado en el potaje de mis canciones y quise darles un aire nuevo. Solo pedí dar bastantes conciertos en teatros, en un formato distinto al habitual.

¿Cómo ha sido eso de aparcar las guitarras eléctricas?

Está muy bien, la diversidad de sonidos me interesa. Me gustan los grupos de los 70 que, como Led Zepellin, tienen momentos magistrales con ellas. Para el cantante hay otro camino por descubrir porque debes apretar y rajar más la voz en un concierto. No me gusta anclarme a un método, es una forma de investigar. Es un proyecto nuevo, enriquecedor y quería saber cómo lo resolvía.

Es acústico, pero no sencillo porque toca acompañado de una banda extensa.

Soy bastante rococó, en mis discos hay muchas capas, por eso, a veces los mezcladores me miran despavoridos. Les invito a un coñac y les digo: ‘cálmense e iremos haciendo con paciencia’. Es bonito descubrir el juego que me da una canción con guitarra acústica, española y una bandurria. Me remite a ese pasacalles que veía desde la cama con un cuarteto; ese despertar era maravilloso, un sonido de ensoñación. Me gusta esa parte de música popular, simple. Ahí está la búsqueda.

¿Cómo es eso de pescar canciones? Explíqueme la metáfora.

Hay que ir echando la caña. Aparentemente hay muchos peces, pero desaparecen. Hay que ser paciente. Voy consiguiendo que piquen unas ciertas ideas, unos dibujos y voy almacenando. Mi criba es el paso de los días. Los dejo en dique seco. Olvido lo que hice y al paso del tiempo veo si hay algo o no.

¿Dónde van las canciones que nunca llegan a ser canciones?

Soy drástico. Las borro. No me importa si he estado diez horas trabajando en una canción que luego no me sirve porque he sido feliz. Esa claridad te la da el paso del tiempo. Cuando vuelves a ellas las ves con otros ojos. Ya no son tuyas. Ya quedan aquí.

¿Qué artista hubiera sido si el éxito le hubiera llegado al principio de su carrera?

He tenido la suerte de que mi pretensión no era tener éxito sino ser feliz como músico. Creía que era una cota demasiado alta y lejana. Me conformaba con mi trabajo menor. Fui diez años músico de baile, de fin de semana y necesita probar que no era una veleidad juvenil. Sabía que me gustaba mi oficio a pesar de la dureza y todo ese bagaje acumulado me ha dado la tranquilidad de que estaba en lo cierto. Yo no quería producir a nadie ni ser una estrella. Quería ser feliz y la entendía como ser libre.

Dígame una desventaja de ser su propio jefe: compone y también produce sus canciones.

No se la encuentro. El concepto de mi canción lo tengo yo y no sería nada feliz si un productor mejorara la sonoridad de una canción y metiera algo. Soy burro de mal collar. Hago mi trabajo y me gusta ser dueño de mis errores.

¿Por qué eligió mujeres para tocar en su último disco?

No quiero que quede machista, pero primero porque huelen mejor que los hombres y, segundo, porque tienen una sensibilidad distinta. Quería probar. Me apetecían otros aires. Vi que había otro pulso. Una mujer puede ser tan bronca como un hombre tocando y un hombre tan dulce como una mujer. Espero poder repetir porque fue estupenda esa dulce contundencia con la que pueden llegar a tocar. Si sirve para aportar un mínimo grano de arena por la obviedad de la igualdad, pues bienvenida. Ojalá llegue un punto en el que no haya ni que hablar de diferencias de sueldo o violencia machista.

¿Le hubiera tratado igual el público a usted que a Amaia Montero si le hubiera ocurrido lo que a ella?

No salí en su defensa porque fuera mujer sino porque soy su amigo. Hay un respeto profesional. Salí simplemente al encuentro por compañero. Es una cuestión bastante absurda el ataque en las redes, de gente escondida. No entiendo esa violencia gratuita, verbal y escrita. Es penosa y me abochornó. Si tú pides una opinión a alguien y te la da mirándote a los ojos es otra historia. No es correcto atacar así. Nadie es perfecto. Es muy casposo, nada edificante. Lo que hicieron con Amaia raya la línea de lo grotesco.

¿Por qué decidió irse a Estados Unidos para grabar Geometría del rayo?

En viajes anteriores al extranjero, el pulso que he conseguido me ha gustado. Repites por eso. No soy mitómano, aunque hay algo de ir a la cuna. Son muy masters de pop y rock, todos, los ingenieros y los músicos, son muy zorros. La novedad también atrae.

¿Le sigue pareciendo Arena en los bolsillos un disco pueril?

Sí, es bastante inocente. Muy pueril y muy inocente. Ahora soy más rebuscado. Es un disco que hice así: ‘aquí está esto y esto es lo que tengo’. No hay más. Ahora para rescatar diez canciones hago 45. Antes no. Cuando empecé mi carrera en solitario, estaba que me componía encima porque después de separarnos [de El Último de la Fila] me quedé desangelado. Hasta entonces pensaba: ‘Esto es estupendo, va a durar siempre, somos una máquina de ilusión’. Estuve un año raro, en el aire. Ese disco está compuesto en dos meses. Todo fue muy rápido.

¿Por qué sus discos con El Último de la Fila no están en Spotify?

No hemos querido. Me planteo salir de ahí, de Youtube, de Google y de todo. Si no pareciera imposible, saldría. No quisiera estar ni en la Wikipedia. Me gustaría que como Manolo García estuviera un pastor de Cuenca. Mi ideal sería: ofrezco tocar en directo, que venga el que quiera. Haría eso si pudiese.

Los tiempos y la industria son otros. 

Hay un cuerpo económico que nos ha arrastrado a todos los creadores. Jamás pondría anuncios en una canción mía [como ocurre en Spotify o Youtube] ni prestaría una canción mía a un anuncio. No considero malo que lo haga alguien, ojo. No lo juzgo. Hablo por mí. Quiero ofrecer mis conciertos y mis discos, pero nos hemos visto abocados a todo lo demás. No nos han preguntado si queremos cambiar el modelo de difusión de las canciones.

Habla de defender el derecho de los creadores. La SGAE tampoco es el mejor ejemplo, después de los escándalos de gestión y el caso de La Rueda.

Tenemos un gallinero y parece ser que el zorro manda en el gallinero. Se suceden los desastres con serias dudas de la gestión. Hay que luchar contra estos holdings. ¿Quién tiene el taxímetro? Los creadores no, desde luego.

Los conciertos están estandarizando su duración en 90 minutos. Poco después de una hora, cuando se ha entrado en calor, muchos artistas inician la pantomima de los bises. ¿Usted sigue cantando 28 o 30 canciones?

Te tiras horas en un aeropuerto, montando y preparando los conciertos. Después de ese esfuerzo, espero que el público me deje que cante. A eso vengo. Es mi creación y mi tiempo. Y pienso: vamos a estar juntos un rato, no se trata de cumplir. Ya que nos vemos poco, vamos a echar la noche. Nunca he concebido una vida de músico como un funcionariado. No tengo éxito con las mujeres, ni creo en el sexo, drogas, rock and roll. Lo mío es vocacional. Me deleito con mis compañeros. Y quiero deleitar a los demás. Es mi trabajo entre comillas porque lo considero una suerte, un vivir muy vivo.

Cuando otros levantan el pie del acelerador, usted está más prolífico que nunca.

Objetivamente te queda menos tiempo. Cuando alguien hace algo que no le gusta está deseando dejar de hacerlo. Si haces lo que te gusta, al revés. Y si la salud acompaña, aquí seguiré. Nunca he tenido pánico escénico, cada vez tengo más jeta.

Sus canciones están llenas de palabras sonoras que remiten al mundo rural. ¿Cuáles le resultan más evocadoras?

Soy lector voraz, el lenguaje me interesa mucho, es un vehículo para el viaje, la ensoñación; es una bomba, un tiro, te lubrifica las neuronas. El texto de las canciones es para mí importantísimo. Leer es parte de la comunicación, una forma de recibir sabiduría. En la música ocurre igual, escuchas la de los 50, 60 y 70 y ya se grababa muy bien. Hay millones de buenísimas canciones. Mucho de lo que se hace ahora es un refrito. Cuando alguien me pregunta qué hacer para escribir buenas canciones mi respuesta es: tienes que leer, sin eso, lograrlo sería un milagro.

¿Sigue alejado de la tecnología?

Cometo algún pecado venial, a veces hago alguna foto con el móvil, pero no tengo internet. Me siento orgulloso. No es una crítica a nadie, pero gozo de una libertad tecnológica absoluta.

¿Y de qué otra formas lucha contra la banalidad o la velocidad de estos tiempos?

Uso el móvil para una comunicación puntual, para quedar con alguien. Soy de los que prefiere escribir una carta con una pluma y tintero. Me gusta el junco, el esparto, los olores del tomillo y la manzanilla. No el plástico. Los videojuegos no me han interesado nada. No quiero hacer un alegato ni adoctrinar a nadie, por Dios. Mientras tú juegas a la videoconsola, yo me baño en el mar. Y listo.

¿Ha visto alguno de los debates electorales? ¿Qué impresión tiene?

Vi el segundo por morbo, por ver qué decían y sentí bastante decepción. Oí algunas cosas razonables por parte de un candidato y el resto me pareció chicos de escuela, peleándose. Es extraño cuando está en juego el futuro de un país y deben dirigirse a personas, en muchos casos, a la deriva.

¿Qué país diría que es España?

Uno muy diverso, que es país o estado hace relativamente poco. Muy joven. Antes la península era un cúmulo de reinos diferentes y en la unidad territorial hacia lo económico estaría bien entenderse, que la política fuera noble, que los políticos dejasen sus intereses partidistas y se pusieren al servicio del ciudadano. Y, sin embargo, parecen estrellas de rock; que la imagen lo rija todo es muy extraño y triste. La importancia que se presta a detalles nimios denota falta de honestidad, una empatía no empática.
No soy sociólogo ni politólogo, pero me sobró la crispación en los debates. Hubiera preferido cuatro personas diciendo lo que pretenden y que emplearan sus minutos en desglosar qué, cómo, por qué y cuándo.

Fuente: El Mundo – ENLACE

Manolo García: «La cultura siempre ha sido la mosca cojonera del poder»

Dejó su impronta en Los RápidosLos Burros y El Último de la Fila y desde 1998 mantiene a flote una carrera en solitario que compagina con la pintura. Con semejante currículo, otros se refugiarían en su torre de marfil a verlas venir, pero Manolo García nunca le perdió el pulso a la vida. Con su eterno aire de chico de barrio, el catalán se muestra tal como es: cercano, buen conversador y concienciado con los problemas de la gente. El Auditòrium de Palma acogerá mañana viernes 26, y un día después, el sábado 27, su gira Acústico 2019, en la que perfuma sus temas más icónicos y representativos con aromas acústicos.

¿Cuál es el punto de partida de la gira Acústico 2019?

—En el final de la gira anterior, eléctrica y rockera, me dí cuenta de que no quería volver a casa, necesitaba seguir en la carretera. Y pensé que como nunca había hecho una gira en acústico sería un buen momento para ponerla en marcha.

He leído que los arreglos en acústico le dan un nuevo vuelo al repertorio…

—Le da otras posibilidades, en acústico te puedes permitir ciertas licencias, cambios que remozan y le dan otro lustre a las canciones. Como te he dicho, me apetecía hacer un acústico experimental, una revisión absoluta de temas que llevan acompañándome muchos años.

¿Siente que lo que escribe da testimonio de la época en la que vive?

—Da testimonio de mi pasar por estos días, es una necesidad vital que creo que aporta sentido a mucha gente y a mí, por supuesto. Todo lo que hago lo trato con mucho cariño y mimo, jamás hago o haré algo solo por hacer o por dinero.

Decía Nietzsche que las mejores ideas se concibieron caminando. ¿Cuándo le asaltan a Manolo García estas iluminaciones?

—Cuando menos lo esperas, cuando menos lo buscas. La inspiración es muy caprichosa, a veces basta con ver pasar la vida para que te asalten las ideas.

¿Existe un truco para saber cuándo una idea se debe plasmar sobre una canción o sobre un lienzo?

—El truco está en escribir muchos bocetos de canciones y trazos sobre las telas. Dejar que reposen dos semanas y al volver a ellos sabrás si seguir o no.

Sospecho que con la música mantiene una relación matrimonial, mientras que con la pintura es más promiscua…

—Son dos disciplinas que se complementan, las dos me dan una energía diferente. Mira, ayer estaba ordenando mis cómics, la mayoría muy antiguos, colecciones enteras que he rescatado de la humedad. Mientras lo hacía pensaba en lo mucho que me ha dado la contracultura, en esos años en los que ansiábamos abandonar los días grises y salir a un mundo joven, colorido y perfectamente loco.

¿A estas alturas, qué es lo que mantiene viva su curiosidad?

—La tentación de existir, saber que si la curiosidad te abandona estás acabado, te conviertes en un mueble. La curiosidad es un motor imparable.

¿Alguna vez siente envidia sana, o de la otra, cuando escucha o lee algo perfecto?

—Tengo muchos defectos pero la envidia no es uno de ellos. Lo que hago es disfrutarlos, soy admirador de mucha gente. Creo que a través del arte los seres humanos podemos arañar energías que nos mantienen vivos más tiempo.

¿No cree que últimamente la cultura está un poco ausente de la política?

—En los últimos años ha estado penalizada incluso, por ejemplo por los tipos del IVA. La cultura siempre ha sido la mosca cojonera del poder, porque lo cuestiona y eso al poder no le gusta.

Qué le incomoda más: ¿La incomprensión, el aburrimiento o la ignorancia?

—El aburrimiento. Lo detesto. En cuanto a la ignorancia, a veces el ignorante no es el culpable.

¿Cuál de sus temas elegiría para embotellarlo y venderlo como antidepresivo?

—Tengo unos cuantos, pero te voy a decir Estoy alegre o Una tarde de sol.

¿En qué le va la vida a Manolo García?

—Me va la vida en estar recluido en un mundo tecnológico, en el que todo se basara en ‘clicks’, y verme abocado a disfrutar de la vida únicamente a través de la tecnología. Eso sería letal. A mí déjame bañarme en el mar, oler los pinos y tomarme una cervecita.

Joaquín Sabina ha dicho que esta muy harto de que la gente diga que es estupendo envejecer, ¿comparte su idea de que ‘hacerse viejo es una puta mierda’?

—Sabina es tremendo con sus frases lapidarias [risas]. A ver, hacerse viejo es una mierda, sí, pero es mejor hacerse viejo que no estar. Es mejor cumplir que no cumplir. Es como cuando alguien te dice ‘vaya vida’, y yo pienso ‘pues anda que la otra’… Cumplir años está bien si sabes llevarlo, cuando lleguen los achaques ya pensaré ‘qué mierda’.

Fuente: X. Sola – Ultima Hora – ENLACE