Monthly Archives: julio 2022

Manolo García: «La vida no puede ser un sufrimiento constante y estar esclavizado por las obligaciones»

El artista actúa el jueves en el Concert Music Festival, siendo uno de los grandes alicientes de esta edición

Manolo García es uno de los artistas más reconocidos del panorama musical español en las últimas décadas. Sus canciones son banda sonora de varias generaciones que este jueves podrán verlo en concierto en el Concert Music Festival en el Poblado de Sancti Petri.

Tras un inevitable parón por la pandemia, ahora vuelve a girar con un directo arrollador en el que, además de sus temas más conocidos, presenta no uno, sino dos nuevos trabajos: ‘Mi vida en Marte’ y ‘Desatinos desplumados’.

La crisis sanitaria le obligó a parar el motor, algo que aconseja hacer más a menudo. Confiesa que pese a las escenas cruentas de los últimos meses, no pierde la fe en el ser humano. Y además, es amante del Carnaval de Cádiz, aunque no escuchará coplas a través de las redes sociales.

– A San Fernando se puede ir un ratito a pie y otro caminando. ¿También a Sancti Petri?

También. Y a todos lados. Además es muy saludable, caminar va muy bien para la salud. Esa es una frase que me decía mi padre cuando yo era crío. En esa canción meto varias de las que me decía. «¿Papá, cómo vamos a ir a Barcelona?». Y él me decía que en el coche de San Fernando, un ratito a pie y otro caminando.

– ¿Qué está sintiendo en esta gira después del parón obligado por la pandemia?

Percibo que la gente tiene muchas ganas. Todos queremos llevar una vida normal, de no llevar mascarilla, de vivir, en definitiva. Noto un subidón del público, está muy receptivo, muy necesitado de buenas sensaciones. Creo que hay un hartazgo general de tanta pandemia, sufrimiento e incertidumbre. La gente tiene muchas ganas de rock and roll.

– Sin ánimo de romantizar un periodo complicado, ¿fue en su caso el confinamiento un momento propicio para la creación musical?

Dentro de lo terrible que ha sido todo esto, hay una parte en la que la gente ha descubierto que el estar un poco parado, el no correr tanto, no viene mal. Porque al final no vamos a ningún lado. Yo siempre he sido un poco así porque soy persona de estar muchas horas en el estudio, de extasiarme con un paisaje, dar un paseo o de darme un baño en el mar. No me gustan las prisas y he procurado llevar un camino con cierta pausa y no llegar más arriba y más rápido que los demás. Se ha confirmado que para muchas personas es necesario encontrar ese punto de reposo, de tranquilidad, no precipitarse en las decisiones y en lo que se va haciendo en el día a día. Lo contrario es dañino para la salud. Durante el confinamiento, pese a todo lo malo, agradecí un poco eso parón, entre comillas porque ojalá no hubiese sido necesario. Es como cuando viajas muchas horas seguidas en un tren o un avión. Como no puedo salir de ahí, pues me dedico a leer, a estar tranquilo, a crear. Ojalá se pudiesen hacer esas pausas de una forma natural sin que estén motivadas por la posibilidad de un contagio.

– Presenta álbum por partida doble. ¿Qué ha plasmado en ‘Mi vida en Marte’ y ‘Desatinos desplumados’?

Que siempre hay una necesidad vital de tirar hacia adelante, de estar esperanzado, de seguir teniendo curiosidad por lo que acontece en el mundo. Esa viveza y ese brillo de los días. Intentar que con el paso de los años las aristas no vayan perdiendo filo y el brillo sea el mismo. Que el punto de ilusión no se pierda. No es fácil, pero tampoco es imposible. El arte y la cultura son una posibilidad absolutamente maravillosa para conseguir ese brillo. El día a día puede ser bastante duro, aburrido y pesado porque nos sometemos, o se nos somete, a una cantidad de necesidades y de aconteceres que son un tostón. Vivimos inmersos en un mundo de burocracia, papeleo, obligaciones, miedos, noticias falsas incluso. Es un disparate. Una cantidad de información brutal por todos lados. Las redes, contestar mensajes, envío de noticias. Al final necesitas, como decía Antonio Vega, un lugar para tu recreo, tu reposo. Eso lo necesita la persona que está en las cotas más altas, que aparentemente es un semidios, y la persona más humilde, la que duerme en un banco. Todo el mundo necesita sus cuotas de calma interior, de paz, de reposo. La vida no puede ser siempre sufrir y estar esclavizado por lo que digan los demás o por las obligaciones. Facturas, la ITV, la hipoteca. No pasaríamos un segundo sin estar pendiente de esas cosas. Necesitamos un poco de aire cada día y respirar un poco. Ese ratito de ocio, darse un chapuzón, echar una partida de dominó con unos amiguetes. El arte nos ayuda mucho.

– Tras más de cuatro décadas de carrera, ¿qué motivación le mueve para seguir haciendo música?

Yo he encontrado un tesoro, que es el descubrir que con la creación, con el trabajo, hay una doble posibilidad enorme. Una es que pasas tus días sintiéndote útil a ti mismo, dándole sentido a tu vida. Y otra que esa tarea, con mucho trabajo porque nada surge gratuitamente, y con mucha pasión, llega a otras personas y también les aporta vida, emoción. Esa es la caña y el anzuelo. La tiras y siempre pica algo. Vivimos por una esperanza, por una fe en un mañana mejor. Yo pretendo ser de las personas, aunque a veces me cuesta, a las que no les importa la edad que tienen. 80, 90, 100, da igual. A lo mejor descubres una persona de 102 años que apenas puede ya hacer nada pero va todos los días a su pequeño huerto a ver cómo crecen sus flores y tiene ilusión por la mañana cuando se despierta. Esa ilusión por vivir incluso teniendo una edad provecta, ese es el afán. La curiosidad de saber qué va a pasar mañana. Aunque sea por ver el sol, la lluvia o tu familia. Es suficiente. Y la música es una de las maneras que te ayudan a conseguir ese propósito.

– Muchos artistas son muy activos en redes sociales argumentando que son necesarias para estar conectados con su público. ¿Qué opina al respecto usted, que no las utiliza?

Cada cual elige. Hoy en día es una herramienta utilizada por todo el mundo, con sus más y sus menos. Tendrá sus cosas positivas, todo en la vida lo tiene. Y habrá también una cruz. Yo conozco a artistas que se han cansado. Otros nunca hemos tenido nada oficial. Yo respeto a los demás. El que tenga a bien tener sus páginas al día, contactar con la gente que le sigue, que goza de su música, sus libros, sus poesías o cualquier disciplina, me parece oportuno, maravilloso. Yo pretendo soltar al viento mis canciones, mis discos, que llegan ahí y el que quiera disfrutarlas de la forma que sea, perfecto. Pero no tengo necesidad de estar contactando con la gente para venderles nada ni para saber qué opinan. Yo quiero ser libre. Yo no pido nada a nadie y a cambio pido que no se me solicite una presencia en redes, porque yo no puedo aportar nada. Pienso que mis comentarios o mis fotos no aportan nada al mundo. Quizás, si hay suerte, alguna canción o algún concierto da vida a alguien. Eso es lo que yo puedo dar. Pero que yo hable con los fans… De entrada, no me gusta esa palabra. Yo diría personas que disfrutan con el arte, de un intercambio de emociones. Comunicarse con todos o buscar que les guste algo que comparto, no, porque igual que no juzgo, tampoco busco juicio. Busco hacer mi tarea y luego me voy a mi casa. Si complace a una cantidad suficiente de gente para que yo siga en esta disciplina musical, yo muy feliz. Si no es así, me voy a mi casa. No puedo hacer otra cosa ni forzar que la gente me siga. Yo no quiero que me siga nadie, no quiero influenciar a nadie en nada. Quiero compartir vida con los demás. Quien acude a un concierto o a una canción mía es gente amiga y siento un sentimiento fraterno. Me da una alegría enorme, pero nadie está fanatizado por nadie. Nadie debe pensar que alguien es un dios, es un ser humano como cualquier otro que tiene la capacidad de regalar algo. Como el público nos regala su presencia, su fidelidad, su piropo o una frase bonita por la calle.

– ‘Que no dejen de sonar campanas de libertad’. ¿Cree que ese concepto, la libertad, se ha ido desvirtuando debido a las apelaciones políticas?

La libertad es algo muy íntimo y es un concepto muy amplio, muy personal. Alguien puede ser libre con el silencio, alguien puede necesitar tomarse diez cervezas para ser libre, cada uno elige según su percepción de la vida y su mundo interior. Sí que se ha devaluado un poco y se está utilizando mucho en publicidad para vender un producto, el que sea. Se utiliza mucho y de manera engañosa. La libertad es algo muy sencillo. Para mí es una calma interior, dificilísima de conseguir, pero a poco que logras un avance mínimo en esa búsqueda, ya estás encaminado hacia la libertad. El no depender de los demás. El no esperar nada de la vida pero a la vez amarla. La vida te dará lo que ella quiera pero tú luchas por esa necesidad vital de calma y estar bien plantado en el mundo con una conducta humana lo más intachable posible.

– ¿Sigue mucho la actualidad informativa?

Últimamente estoy un poco agotado, si confieso la verdad. Son muchos meses de desastres y ya el colofón final de la invasión de Ucrania, encima tras la pandemia. Y no solo Ucrania, en Siria sigue habiendo guerra, hay violencia en muchas partes del mundo. A veces hay que descansar. Hay temporadas en las que intento estar al día, pero luego también me canso. Siento un poco de decepción de que las noticias malas se acumulen, se sobreponen unas a otras y las buenas no llegan. También las hay y hay que ser optimistas y tener un punto de esperanza. Si no, nos volvemos locos. Por temporadas necesito parar y descansar un poco la cabeza, porque la información, aunque no la pidas, nos rodea y en una cantidad brutal. A veces pienso que pese a que nuestro cerebro tiene muchas capacidades, no está preparado para tal cantidad de información y de noticias tan lejos de nuestro alcance. Se te bombardea con mil problemas y tú no puedes hacer nada. Pero ya tienes la carga encima, a poco sensible que seas, de negatividad y angustia. Pagas tus impuestos, trabajas, intentas ayudar a tu vecino. Pero no puedes hacer nada con lo que pasa en China, en Colombia o en la provincia de al lado en la que está habiendo un incendio horroroso. De vez en cuando tengo que parar y resetear, porque si no es demasiado.

– ¿Le sorprende ver en 2022 imágenes como las sucedidas en Ucrania o está curado de espanto?

Nadie está curado de espanto. Que en pleno siglo XXI, después de tantos siglos de civilización, el ser humano siga cometiendo estas atrocidades decepciona un poco, te tira para abajo. A pesar de que parece que seamos ya insensibles al horror de las imágenes, pero no. El ser humano es sensible a la maldad y la barbarie. Horroriza y todo el mundo sabe que hay que arreglar las cosas de otra manera. Esto no puede ser.

– El hecho de que el ser humano caiga nuevamente en esos errores, ¿hace bueno ese verso suyo que dice ‘cada día me parezco más a mí mismo y eso a mí no me conviene’?

Podría servir, sí. Estancarse y no aprender de los errores no es lo deseable. Yo quiero ir cambiando. Si me parezco a mí mismo, al final me convierto en una piedra. Algo aburrido, que no aprende nada, agarrado a las cuatro cosas que sabe y de ahí no sales. Quiero mejorar, mejorar siempre es posible. Al final ya no sabes si aquello de que el ser humano tropieza dos veces en la misma piedra es porque estamos convirtiéndonos en eso precisamente, en piedras. Endureciéndonos. No creo que sea bueno para nadie. Deshumanizarnos no es bueno ni para quien hace lucro con la alta tecnología que hace funciones robóticas, porque el humano tiene que sentirse útil.

– En sus letras hay varias referencias a Cádiz. ¿Qué le evoca esta tierra?

Me evoca calidez humana, sur. Sur profundo y sur alegre. En mi grupo llevo muchos años trabajando con un músico de La Línea, Juan Carlos García, un gran amigo desde ‘El último de la fila’. Yo he conocido Cádiz y los carnavales de su mano y es un sitio que te enamora. Cómo no va a ser así. En nuestro país, las provincias tienen sus singularidades y su calidez. Y Cádiz tiene la suya con un potencial altísimo. Si has nacido junto al mar, cuando vas a Cádiz te sientes como en casa. Me siento bien porque es un mundo luminoso. Gadir, fenicia. Yo que soy mucho de mirar atrás en cuanto a siglos, para mirar un tiempo de placidez, de limpieza del planeta. Pues al ver esas ruinas romanas, me imagino esos tiempos y siento la necesidad de haber estado allí. Me siento bien, en ese sueño antiguo. Eso es lo que me provoca Cádiz.

– También al carnaval. ¿Qué le parecen desde el punto de vista artístico las agrupaciones que crean repertorios de nivel un año tras otro?

Me parece admirable. Cuando empecé a conocerlos, me quedé fascinado con la capacidad de los letristas. Gente que en algunos casos es prácticamente desconocida en el resto de España, aunque muy populares en Cádiz por su buen quehacer. Me quedé alucinado por la calidad de las letras, por la extensión, porque no son cuatro frases. Son coplas largas muy bien trabajadas. Solo tengo palabras de elogio y de respeto, claro. Y lo mejor es que hay muchos casos. Porque no es que digas que hay un personaje en tal barrio de Cádiz que escribe muy bien. No, no. Es que hay muchos. No sé qué coméis en ese tierra, pero da una cantidad de creadores enorme. Luego lo escuchas y dices: joder, esto es de nivel mundial.

Fuente: La Voz Digital – Alvaro Mogollo – ENLACE

Del Agua que Soy (crónica de una gira deseada)

Asistir a un concierto de Manolo García después de dos años en los que la mirada amordazada era el único punto de contacto, es una experiencia. Supongo que en eso estaremos todos de acuerdo.

Asistir a pecho descubierto con la sonrisa puesta e inundados de nueva música entra en la categoría de necesidad vital. García ha decidido en esta gira invocar el espíritu de la alegría, recuperar los mustios días de letargo confinados, y para ello nada mejor que iniciar el concierto con una sorpresa que incinera en sus primeros acordes, y quién podía pensar que este espectáculo comenzara con Insurrección.

No quiero adelantar nada de lo preparado con dedicación, profesionalidad y cariño. Os vais a encontrar con casi tres horas de vitalidad febril donde la emoción restalla una y otra vez, sin resuello. Veréis un decorado de esencia surrealista, ya sabéis que el poeta habla con versos y que esos versos son girones de alma y oleo.

Sentiréis el corazón en llamas y canciones en las que Manolo muerde el tiempo. Estamos a las puertas de un espacio donde la conexión astral es la dirección inequívoca y el cielo se abre como un espejo de siglos donde todo es posible.

No os perdáis en set acústico que vuelve íntima noche, allí la mente se dispara y el paladar se inunda de frases que bien podrían ser títulos de canción:

Si el pulso no vuelve

Los mares que agitas

La luz que descansa sobre el sueño

De tanto dar, crecer

Endorfinas que libera la música y que García sabe dosificar hasta llevarnos a su montaña de ónice.

Compartiremos arte, como un destello entre nubes.

La piel despierta y herida abrirá grietas en las que la vida nos muerda: Y si la vida nos muerde, sangra.

Sentiremos que todo cobró sentido. Treparemos enajenados por enredaderas de palabras. Cada lágrima será una historia, cada inhalación una bocanada en campos que sólo tú yo podemos ver.

Quiero dejaros sólo esta lluvia de sensaciones, esta estampida en el pecho.

Que no hay luz más hermosa que la que cubre estas noches con alas de pentagrama.

Que no hay más verdad que esa frase que se escapa de tus labios.

Incombustibles, irracionalmente hermoso, decididamente eterno.

De José Lucena

Manolo García: “La sonrisa del público compensa todo el trabajo de un concierto”

  • Málaga, Jaén y Huelva han recibido ya la visita del cantante en su nueva gira, que recorrerá (la próxima es Cádiz) todas las provincias andaluzas y prácticamente todo el país hasta diciembre para presentar sus últimos dos discos, Mi vida en Marte y Desatinos Desplumados

Nadie se haría rico si, como en el Un, dos, tres, los concursantes tuvieran que decir, por 25 pesetas cada uno (o mil euros, tanto da) nombres de artistas que fueron número uno en ventas en 1985 y lo hayan sido en 2022. “Como por ejemplo, Manolo García. Un, dos tres, responda otra vez”, diría la presentadora. “Manolo García”, respondería el sagaz concursante, y luego se haría el silencio porque no hay nadie más. Manolo fue primero con El Último y lo ha seguido siendo una y otra vez con cada uno de sus 9 discos en solitario. Ni el Motomami de Rosalía le ha aguantado al tipo a un cantautor que, a sus sesenta y tantos, sigue viviendo, aunque ya no haya palomas ni fábrica de gas, en su barrio de siempre. Que aún prefiere el trapecio al sofá y que sigue yendo al revés de un mundo que se está volviendo “un poco loco”. No usa Internet, no tiene Whatsapp y sería feliz con un cayao y un hatillo paseando cencerros por el campo. Lo que pasa es que la cabra tira al monte, nunca mejor dicho, y hace más de cuarenta años optó por dedicarse a la música. A ganarse la vida, quién pudiera, haciendo que la gente olvide por un rato sus problemas cuando se planta en el escenario. Algo tendrá el hombre cuando sus seguidores, que son legión, agotan las entradas de cada uno de los conciertos (más de treinta hasta diciembre, nueve de ellos en Andalucía) de la gira de presentación de su nuevo trabajo: nada menos que dos nuevos discos -dos de golpe, sí- con los que compensa con creces un silencio que se ha alargado más de la cuenta por culpa de la pandemia. Del dichoso virus, de la gira, de sus nuevos discos, de la magia y de la música habla Manolo García en esta pequeña charla en la que también pone sobre la mesa su sencilla y particular forma de ver el mundo, esa misma que hace que escucharlo, sea en una canción, en un concierto o en una entrevista, tenga siempre cierto halo terapéutico, de los de reconciliarse uno consigo mismo y prometerse cosas. El efecto dura poco, lástima, pero aún así merece la pena recibir de cuando en cuando ese golpe de lucidez que te regala Manolo como si nada. Como quien da un refresco.

-¿Cómo está marchando la gira?  Casi tres años sin pisar un escenario es mucho tiempo.

-De momento va muy bien. Estamos muy contentos, creo que, por un lado, por las ganas que tenía el público de salir de todo este bacalao de la pandemia, las mascarillas y demás. Después de todo, somos los animalicos que somos, y lo que queremos es rollo. Queremos disfrutar. También los músicos y las bandas teníamos muchas ganas. Personalmente me siento muy bien cuando salgo al escenario y veo a la gente contenta, sonriente y olvidándose por unas horas de todo este destemple mundial. Del acoso al que se nos somete todos los días con tantas malas noticias, tantos problemas, lo caro que esta todo… ¡qué agobio! Necesitamos un poco de Rock and Roll, por Dios.

-El sector de la música en directo lo ha pasado muy mal.

-Sí, muchísimo. Los técnicos, los músicos y todos los que forman el engranaje que mueve cualquier concierto han sufrido mucho todo esto. Ha habido mucha gente, también músicos, que han tenido que dejar el oficio, que han abandonado porque no han podido soportarlo, y es muy triste. Es verdad que se ha pasado tan mal como en otros sectores, pero en medio de este desaguisado general sí que ha podido haber algo más de ayuda para ellos.

-Regresas con dos discos y una gira ¿De qué tenías más ganas?

-Son dos cosas muy distintas. Se van complementando. Hacer un disco es muy bonito, es algo que se construye muy hacia adentro. El estudio tiene un punto mágico porque de la nada, quizas de un borrador, de una pequeña idea, a veces muy escueta, puedes tener en unas pocas horas algo parecido a una canción. Tiene la magia de la creación, mientras que el directo tiene la de la inmediatez y la alegría. El público escucha unas notas de una de tus canciones, la reconoce, salta como un resorte… Eso también es increíble. A mí me gustan las dos cosas. Si he de serte sincero, este año, que me he tirado al ruedo en pleno verano después de unas cuantas giras más otoñales, la verdad es que a veces se hace durete. No ya para mí , que al fin y al cabo llego a mesa y mantel, con casi todo hecho, pero para el resto… Este calor hace que a veces sea muy duro. Como lo es para un conductor de autobús o para una enfermera o un albañil, ¿eh? Va con el oficio, pero hay que acordarse también de eso, de lo duro que es. Luego, claro, todo ese trabajo compensa. La sonrisa del público, el aplauso… Satisface mucho. Si no fuera así no lo haría. Disfruto mucho el contacto con el público, y creo que se me nota. La carretera me brinda la posibilidad de empatizar con personas que no conozco pero que de alguna manera son familia, amigos, gente cercana a mí porque gozan de la música igual que yo.  Son cosas que tengo muy presentes y que valoro y agradezco mucho, como las horas y horas haciendo cola, con un calor horrible, y yo qué sé, trato de responderles, de agradecérselo como buenamente puedo.

«ME GUSTA IR A TODAS PARTES, PERO ES VERDAD QUE EN ANDALUCÍA ME SIENTO MUY BIEN”

-En esta gira das nueve conciertos en Andalucía. No dejas ninguna provincia por visitar. Hay una querencia ahí, ¿no?

-Antes, hasta no hace mucho, me gustaba ser como el vendedor de biblias aquel, que iba de puerta en puerta. Quería estar en todos lados. Luego me fui dando cuenta de que no siempre se puede, pero aún intento hacer conciertos en cuantos más sitios, mejor. Aprovecho para visitar un museo, ver un paisaje o quedar con algún amigo y también por la curiosidad de observar y experimentar con las diferencias enormes que hay entre unos sitios y otros. En todos los conciertos hay un nexo común, desde luego, que es el gusto por la música popular, pero luego cada lugar, cada público, es distinto. El otro día en Huelva, por ejemplo, hice hincapié en que la gente estaba muy sonriente. Lo dije varias veces. Me llamó mucho la atención -además de agradarme, claro- porque es muy curioso cómo en cada sitio se muestran las emociones de una forma diferente. A mí me gusta experimentar esos cambios, ver la respuesta del público en cada sitio, con cada canción. Me gusta ir a todas partes, pero es verdad que en Andalucía me siento muy bien. ¿Mejor que, por ejemplo, en Bilbao? Por supuesto que no, pero hay algo especial cuando suelto un pellizco, lo que humildemente puedo, o cuando suena una guitarra española… No sé, parece que estamos más cerca.

Manolo García ha lanzado su octavo y su noveno disco a la misma vez.
Manolo García ha lanzado su octavo y su noveno disco a la misma vez.

-Hay muchas referencias a ciudades o paisajes andaluces en los dos nuevos discos…

-Es un cúmulo de cosas. Yo nací en un lugar, soy catalán de Barcelona, pero procedo de otro, y hay algo ahí que me atrae siempre a algunos sitios de forma repetida. Vivo muy bien en todas partes. Voy al País Vasco, o a Asturias, y me emborracho de verde, de paisajes increíbles, de naturaleza… pero hay sitios que siento más míos, más cercanos. Vengo de un lugar que está a tiro de piedra de dos provincias andaluzas, Jaén y Granada, y bueno… me hago una empanada mental con todo y mezclo historias de reinos de taifas,  de caminos de fronteras, de gente que aún vive en ese territorio entre Andalucía y Castilla… Cuando escribo de Granada o de Andalucía, tiene ese por qué mío particular.

-Los dos discos son muy diferentes. Mi vida en Marte es más rockero, más eléctrico, y Desatinos desplumados suena más acústico, algo más flamenco…

-Estábamos hablando ya de fechas de salida y esas cosas para Mi vida en Marte y me dio por ponerme a trabajar de nuevo porque quería decir algo más, y además decirlo de otro modo. Y bueno… saqué un disco entero. Yo no diría flamenco, que son palabras mayores. En Desatinos hago mis amagos, me dejo llevar con mi minúsculo y humilde quejío. Me anima haber oído tantísimo a Triana y a otros grupos andaluces que en realidad no es que cantaran flamenco, sino que hacían pop-rock con ese toque de mestizaje, con una impronta muy de aquí y que siempre he sentido muy mía. Ten en cuenta que mi generación se crió con la música española, con la copla, y que esa fue nuestra banda sonora hasta que irrumpieron con una fuerza demodelora el rock y el pop. Pero a la vez empecé a darme cuenta de que, de la misma forma que flipaba con los Beatles, veía que se abrían paso bandas como los Smash, que eran andaluces de Sevilla casi todos, o escuchaba a Lole y Manuel, cómo maridaban guitarras eléctricas con españolas, mezclando músicas a priori tan distintas. Me engancharon para siempre. Pero también me gustan el rock mesetario, y el rock radical vasco, y la salsa catalana, o la rumba de Vallecas y la del barrio de Gracia de Barcelona. A mí lo que me gusta es la música. En este disco es verdad que me destenso un poco la voz, y a veces la quiebro, me pongo más rumboso. A mi manera, y con  mis textos, con toda la humildad y buscando siempre la emoción. Lo que los americanos llaman soul. Alma.

-Hablando de alma, ¿también pensabas que la pandemia nos haría mejores personas?

-No, la verdad es que no. La esencia humana es la que es. Y llevamos no sé cuántos miles, o millones, de años de la misma manera. O incluso peor. Así que ya intuía que en cuanto abrieran las compuertas volveríamos a las andadas. Y con renovados ímpetus. Somos así, aunque habría que llamar un poquito a la moderación, a la tranquilidad. Con todo el cariño, ¿eh? Oye, paremos un poco. Reflexionemos sobre esa necesidad de correr tanto y crecer con tanta prisa, porque de tanto crecer podemos perder la raíz, y sin raíz no somos nada. Vivir de espaldas a la naturaleza no es bueno. Vivir completamente enfocados en una carrera desenfrenada hacia el consumo, la verdad, no creo que nos haga felices, y además nos debilita como seres humanos, como sociedad. Debilitamos la cadena de tanto tensarla, y nos olvidamos de que todos formamos parte de ella, de que somos pequeños eslavoncitos. No nos vino mal un poco de tranquilidad, y aunque sé que es un pensamiento un poco utópico, ojalá llegue el día, y que no venga por imposición o por una situación insostenible, sino como consecuencia de una reflexión, en que digamos: alto, no hay que correr tanto. La vida es algo más sencillo que todo esto y no es posible atender a 300 o a 1.000 amigos en no sé qué página. Ojalá nos demos todos cuenta de que es mejor estar aquí, con los 3 o 4 amigos del barrio, y que charlar y tomar una cerveza con ellos ya es un logro maravilloso. De que igual tener 300 amigos resulta demasiado agotador y no nos da la felicidad que intentan vendernos.

Imágenes del último concierto de Manolo García, celebrado en Huelva.
Imágenes del último concierto de Manolo García, celebrado en Huelva. / ALBERTO DOMÍNGUEZ
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-Cada vez más gente acude a terapia para desintoxicarse de las redes sociales.

-Yo he procurado no intoxicarme nunca. Ni con internet ni con nada. Una cervecita o un vinito, y para casa. He tenido siempre una vida bastante moderada, muy espartana. Entiendo que no hace falta tanto, y creo que lo contrario es caer en el engaño. Nos hacen creer que necesitamos muchas cosas cuando en realidad nos hace falta muy poco: comer, beber, dormir, respirar, un chambao para vivir… y poco más. Si vas acumulando querencias o necesidades impostadas lo que haces es acumular nervios, tensión, malestar. Y así estamos todos, un poquito girados. Cuando tienes pocas necesidades, encuentras más tiempo para atenderlas mejor. Cuidao, ¿eh? Que no pontifico de nada. Yo no tengo ni idea de nada. ¡Estoy aún intentando aprender cómo llevarme bien conmigo mismo!

«IGUAL, TENER TRESCIENTOS O MIL AMIGOS EN UNA PÁGINA WEB NO NOS DA LA FELICIDAD”

-Pero durante el confinamiento todos hablábamos de eso, de que lo importante no era lo material…

-Duró poco porque es la cultura imperante. Fíjate: desde chavales, en las universidades y en los institutos, te preparan para lanzarte a un mundo en el que te dicen que hay que competir. Toma ya. La cosa se pone dura desde el principio: eres un niño y te preparan para salir a la arena a luchar contra otros gladiadores. Es una cultura abrasiva. Las religiones han perdido terreno y ahora el dios imperante es el dinero. Y oye, nuestros dioses de antes al menos decían cosas estupendas. El dinero solo nos dice: “machaca a quien sea por mí. Lo importante soy yo”. Es una suplantación. Veinte siglos de civilización cristiana, miles de años de enseñanzas de la filosofía griega, de estudios, de pensamiento y ciencia, y desde la revolución industrial estamos inmersos en una debacle extraña. Y encima nos lo venden como que todo es estupendo y que no hay alternativa. Pero ese camino está llevando al sufrimiento a mucha gente, a millones de personas. Pides con tu artilugio electrónico algo que necesitas y te lo mandan al día siguiente desde Los Ángeles o Hong Kong y no te das cuenta de que te estás cargando la tienda de al lado, la de tu calle, donde comprabas antes la colonia o las zapatillas. La norma que hemos aceptado es que el más espabilao es el que gana, y que los demás, los que no puedan… bueno, que se aguanten. Pero la cosa es que ‘los demás’ somos casi todos. Somos nosotros.

Fuente: Huelva Información – Paco Muñoz – ENLACE

Manolo García, un vuelo desde Gijón a todo gas

El barcelonés entusiasmo a sus fans con un potente arsenal de nuevos temas y clásicos de siempre en su esperada cita con el Gijón Life

El cantante Manolo García descargó ayer todo su arsenal de poderosa energía en la explanada junto a la Escuela de Marina Civil de Gijón ante un público de incondicionales que lo aguardaban desde hace semanas para el reencuentro del barcelonés con una ciudad a la que ha sido fiel desde que le tocó hacer la mili en ella. A lo largo de sus cuatro décadas de carrera musical, raro ha sido el año en que el ex componente de El Último de la Fila no se haya dejado caer por la villa de Jovellanos con sus canciones. Su última visita fue en octubre de 2019, luego llegó la pandemia y un paréntesis en el que el músico no se escapó del bicho, y que aprovechó para preparar los dos extraordinarios álbumes que publicaba este año: ‘Mi vida en Marte’ y ‘Desatinos desplumados’ para lanzarse de nuevo a la carretera. Temas de estos trabajos y una buena remesa de sus clásicos sonarían anoche a pleno gas -como es de ley en el artista- en su esperada cita con el Gijón Life.

Seguidores de todas las edades y de todas las épocas del barcelonés calentaban el asfalto del recinto en un anochecer que llegaba con brisa fresca para el arranque del concierto. Superfans como la cántabra Verónica San Martín y su amiga asturiana Laura García, sobre las vallas de primera fila, contaban los minutos sin disimular la emoción. «Lo que más me gusta de Manolo son las sensaciones que transmite. Lo suyo es puro arte, un auténtico poeta», declaraba la primera y su compañera subrayaba: «Me encantan sus directos, ahí está de cuerpo entero y con los años ha logrado conservar su esencia». Unas filas más atrás, el madrileño Álvaro Formoso disfrutaba del regalo de cumpleaños de su chica Blanca Piñeiro: «Me sorprendió con la entrada para verlo juntos en Gijón. Sólo lo había visto en Madrid. Soy seguidor suyo desde jovencito. Sus canciones me llevan siempre a esos años. Esperamos disfrutar», desvelaba él. Devoto de García desde sus tiempos en El Último de la Fila, el naveto Fidel López confesaba que está iba a ser la primera ocasión de verlo en vivo: «Seguro que no va a defraudar», expresaba buscando un hueco desde el que seguir la fiesta.

Con los más rezagados aún entrando en el recinto, veinte minutos después de la hora señalada, García encendió la mecha con guitarra eléctrica en las manos y su icónica ‘Insurrección’. «Buenas noches, muchísimas gracias, sois unos campeones», saludó y, sin pausa, otro viejo hit: ‘Lejos de las leyes de los hombres’. Solo era el principio. Llegarían ‘Tinta y lápiz’, ‘Un alma de papel’… El cantante expresó su alegría por volver a ver al público gijonés. «Tenía ganas después de tanta pandemia, de tanto coñazo», dijo para recordar lo imprescindible del arte, la cultura y las emociones. Como las que él transmite.

Fuente: El Comercio – Pablo Antón Marín – ENLACE – Foto Damián Arienza

Enlace a Galería de Imágenes: Fotos: Manolo García lo da todo en Gijón | El Comercio

«Mi pretensión es lo humano, me dejo la vida para que quien me escuche sea feliz»

«Quiero que el público piense que ha merecido la pena, ganas de darlo todo no me faltan»

La emoción y el ser humano antes que la frivolidad. Manolo García, ha acompañado y puesto música a todo un país durante cuatro décadas. Hoy llega al Gijón Life (avenida Albert Einstein, 22.00 horas). García vuelve con un doble álbum (octavo en solitario tras disolverse «El Último de la Fila»), formado por “Mi vida en Marte” y “Desatinos desplumados”.

–¿Qué tal va la gira?

–En realidad acaba de empezar, se retrasó el inicio. Llevamos cinco conciertos, pero la gente sale contenta, los comentarios son positivos. Mi intención es que el público piense que ha merecido la pena. Ganas de darlo todo no me faltan.

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–¿Se centra en su último trabajo o hay canciones antiguas?

–Intento contentar a todo el mundo. Es cierto que como mi trayectoria es larga, el público disfruta escuchando los grandes éxitos. Hago mitad y mitad, canto siete u ocho de mi nuevo disco y el resto antiguas, quiero que sea una noche bonita para todos.

–¿Su relación con el público?

–Tampoco busco que se relacionen conmigo, sino con mis canciones. Yo ofrezco mi arte y mi música, busco ser fiel a mi fondo y que el mensaje cale. Me centro más en eso que en la publicidad y las ventas. Mi pretensión es lo humano, sin ínfulas ni tonterías, me dejo la vida para que quien me escucha sea feliz.

–¿Ha cambiado algo en todos estos años de trayectoria?

– Para mí ha sido un viaje interior, un diario de vida con mi música a través de las décadas, unos cambios que han ido encajando muy bien en mí.

–¿Qué tienen de especial Asturias y Gijón para usted?

–Asturias fue un descubrimiento, una nueva emoción. Llegué y conocí un país verde, con paisanos, praos y vaques, una tierra autosuficiente. Me tocó ver cómo el armazón minero se desmoronaba. Cuando amas tanto una tierra quieres que funcione bien. Hasta que fui a Gijón siempre había vivido en casa de mi padres, pero me resultó una ciudad familiar por el mar. El olor, la arena, allí nunca sentí nostalgia. Gijón me echó un ancla, me hizo crear lazos con mucha gente. Recuerdo que fueron tiempos felices.

Fuente: La Nueva España – ENLACE