«Pinto para darle sentido a la vida y alejar un poco la angustia»

El artista barcelonés muestra en ‘Miscelánea’ una selección de su obra pictórica más reciente, que se puede visitar en la Galería Aritza de Bilbao, hasta el 7 de junio.

Manolo García (Barcelona, 1955) disfruta con «una mañana diferente», la que dedica a una de sus dos pasiones: la música y la pintura. Compagina ambas disciplinas -sigue pintando a la vez que graba un nuevo disco-, pues «una alimenta a la otra».

¿Qué destacaría de su reciente visita a la Galería Aritza de Bilbao?

-Se acercó mucha gente a la exposición; este tipo de encuentros son pura vida. No conoces al 99% de las personas que se te acercan, pero existe cierta familiaridad, se percibe esa inquietud común por moverse, por disfrutar del arte, por sentirse vivo… en lugar de apoltronarse en el sofá, mirando la televisión todo el día. Salir a calle y vivir siempre es mejor opción.

Pese a que ha expuesto su obra de forma regular, ésta es la segunda vez en mucho tiempo que la pone a la venta. ¿Por qué esa reticencia?

-Porque ya tengo un modus vivendi. Vivo de la música, es lo que me da de comer. Por tanto, creo que sería una ambición desmesurada pretender lucrarme de la venta de mis cuadros. Cada persona tiene que tener una forma digna de ganarse la vida, y tiene que haber un reparto equitativo. Al igual que muchísima gente, me indigno cuando descubro que un político tiene siete salarios, más dietas, coches de lujo con chófer… ¡Encima con un sueldo vitalicio! Eso no es correcto. Sé que no es mi caso, pero intento ser coherente con una idea básica: hay que repartir.

De hecho, los beneficios que obtenga de ‘Miscelánea’ se destinarán a ONGs que trabajan contra la exclusión social, ¿verdad?

-Esa idea se debe a mi cansancio de sentir un nudo en el estómago, de sufrir y darme cuenta de que no reaccionamos, de que no somos capaces de meter en vereda a unos señores que sólo miran por el beneficio de unos pocos. Se trata de un pequeño grupo macroeconómico que maneja los designios de la sociedad. Corrupción, prebendas, Hacienda -que castiga al pequeño contribuyente y amnistía al rico-… Ante estas situaciones que se repiten día a día, intentemos al menos contribuir a la causa social en lo que podamos… A mí, el político que más me gusta -salvo que se demuestre lo contrario-, es José Mujica, el presidente de Uruguay.

¿Por qué?

-Por su discurso y porque tengo entendido que destina cerca del 80% de su sueldo de presidente a causas sociales. Adopta unas actitudes cotidianas, muy a pie de calle, y eso me parece admirable. Un ejemplo a seguir. Los políticos, y cualquier persona con una mínima proyección social, deberían dar ejemplo.

A juzgar por los títulos de algunos de sus cuadros, por ejemplo ‘Sólo era un planeta (el de los banqueros). Sumisión. Political. Transnational. Seremos el país con más kms de autovía. Olé’ (2007-2011), ¿es usted un pintor de ‘cuadros-protesta’?

-Tal vez. La pintura es mi válvula de escape, una manera de oxigenarme. Todo es tan flagrante y tan absolutamente repugnante que ¡cómo no voy a pintar cuadros-protesta! Todo el rato lo mismo, recortes y más recortes, ya no sabe uno qué hacer. ¿Para qué queremos un Estado? Si nos esquilma y no nos da nada a cambio. A partir de ahora, sólo podrán ir a la universidad los hijos de los ricos, ¿qué pretenden con esto, perpetuar las élites? La clase media ya casi es inexistente, ¿qué nos quedará? ¿El pico y la pala? ¡Qué retroceso!

¿Qué consigue expresar a través de la pintura que no lo haga por medio de la música?

-La música tiene una parte de exhibición, en la música pop-rock todo se difunde de forma más exagerada: las giras, las ruedas de prensa, los videoclips. Yo acepto y disfruto esa parte, me río mucho con todo eso… En cambio, la pintura es todo lo contrario, es algo íntimo, como mucho te expones el día de la inauguración, y tampoco es estrictamente necesario: los cuadros hablan por su autor.

Pintura y música, ¿diferentes pero complementarias entre sí?

-Sin duda. Ambas disciplinas han convivido en mí desde que era muy jovencito. Cuando pinto, estoy solo en la habitación, pongo música a un volumen no demasiado estruendoso y pinto durante horas… y viajo, me alejo de este mundo para crear el mío propio. Que a veces también puede ser un mundo gris, pero me adentro sin ningún miedo en tal estado de placidez que me regodeo incluso en el gris, en la bruma, en el sol… Es mi pequeño mundo, en el que vuelvo a ser niño -porque para pintar hay que ser un poco niño-; y ningún político ni nadie puede quitarme esa ilusión.

En su web cita a menudo el verbo ‘compartir’ y habla de «trueque emocional», ¿a qué se refiere?

-No voy a engañarme, sé que algunos de los que visitantes son seguidores míos en lo musical y se acercan por curiosidad. Pero tengo la pequeña esperanza de compartir con ellos mi emoción, que comenten conmigo qué les sugiere mi obra. Esa es ya una pequeña revolución.

¿Cree necesaria una revolución cultural?

-Estamos muy necesitados de alimento espiritual, padecemos una crisis de valores, emocional, se percibe una tristeza general, un aumento de las enfermedades depresivas y por ende, del consumo de ansiolíticos. El arte nos ayuda a calmar la ansiedad. Y para mí, arte es desde el grafitti callejero a cuadros de 500 euros. Hay mil maneras de provocar esa emoción del arte. Yo pinto para darle sentido a la vida y alejar un poco la angustia. Y lo digo con toda sinceridad.

Fuente: DEIA – Enlace – AMAIA SANTANA