Gentilhombres

Joan Miquel Oliver, Sisa y Quimi Portet no son ajenos a su mundo. No, en absoluto, ni por asomo. Ser galáctico no significa tener la cabeza en las nubes, declinar una mirada sobre el mundo tangible o fintar el compromiso con un quiebro humorístico de carácter, finalmente, defensivo. Ser galáctico es un requiebro a la sensatez mal entendida, es precisamente mirar al mundo de frente sin que él lo note, esquivar la palabra cargada de razón para cargarla de emoción, sentido, interpretación y humor, dulzura y socarronería naïf, si es que esto último pudiese existir.

noticia/entrevista completa.

Joan Miquel Oliver, Sisa y Quimi Portet no son ajenos a su mundo, sobre el que tienen punto de vista y posición, pero su forma de vivirlo artísticamente no enarbola banderas que el sol acabará destiñendo. Su mirada, lúcida, no es de otro mundo, nace de las tripas de éste aunque no lo parezca. Por ello la suya es una mirada que de apariencia inocua resulta también marcadamente ideológica.

¿Qué destacar de su pase conjunto en el Auditori? Cosas no por sabidas, menos estimulantes: que Joan Miquel Oliver es un guitarrista finísimo, tal y como lo demostró, por ejemplo, en La primera comunió; que el repertorio de Sisa no vive sólo del pasado remoto, como probó con una delicia tal que Aquest any follarem com folls y que Quimi tiene una mirada planetariamente comarcal que vierte su sabiduría en canciones tan hermosas como La música dels astres, última canción interpretada en un concierto que puso en línea el talento vitriólico de estos tres gentilhombres de esa palabra que no desea ser explícita en el sentido político convencional.

Lo dicho, cosas ya sabidas que no por ello dejaron de divertir, hacer reír y, de paso, hacer temblar a la audiencia con comentarios como aquel de Sisa que al presentar un tema afirmó: “ahora arrodillémonos, que es la postura natural del género humano”. La risa pudo congelarse en la cara con este apunte de greguería.

La cuestión es que con una mirada que bebe tanto de Francesc Pujols y Jardiel Poncela como de Tip y Coll, el tiernamente corrosivo trío engarzó un cancionero dulce amparado en la baja fidelidad de Joan Miquel —qué divertida versión de Surfistes a càmera lenta— en el sentido autoparódico de Quimi —su Sunny Day es cada día una mejor canción—y sugerido por la omnipresente figura de un Sisa que bajo el canotier hizo de excéntrico oficial de la noche. Pero en realidad allí de excentricidad hubo poca, la noche fue musicalmente irreprochable y su gen de autodestrucción — esta colaboración tiene fecha de caducidad— la hizo aún más sensata. Tanto que no sonó Qualsevol nit pot sortir el sol.

Fuente: El País – ENLACE