EUDLF: El Último se deshiela

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Quimi Portet invitó a Manolo García a interpretar una canción en su recital del Palau de la Música tras 16 años sin compartir escenario.
A Quimi Portet, el Palau le estimula la imaginación y las ganas de suministrar grandes sustos a sus fans. Si hace tres años, en su estreno en la sala, interpretó, por primera vez desde que trabaja en solitario, una canción de El Último de la Fila, Mar antiguo, el jueves, en el ciclo BandAutors, fue un poco más lejos y, en su misión de provocar una crisis coronaria colectiva, sacó al escenario a su histórico compañero de correrías: «un noi del Poble Nou, el otro guapo de El Último de la Fila… ¡Manolo García!».

No interpretaban juntos una canción sobre un escenario desde que El Último de la Fila anunció su disolución, en enero de 1998. Más aún, desde el concierto póstumo de la banda, que se desarrolló sin ninguna pompa funeraria (Portet y García aún no habían tomado la decisión final) en la localidad de Cehegín (Murcia), en septiembre de 1996. Más de 16 años sin verse las caras sobre las tablas.

El reencuentro no fue a lomos de ningún éxito de El Último, sinode una pieza de Portet, Massa, a la que García puso la voz en su versión original, del disco Hockei sobre pedres (1997). No era la primera vez que cantaba en catalán: ahí está Noies voramar, dúo con Maria del Mar Bonet, y la versión traducida de una pieza de El Último, Del templo a la taberna, que el grupo grabó hace dos décadas para TV-3. García, que hacía días que no se afeitaba (guiño a la imagen barbuda de Portet en los carteles promocionales), cantó con serenidad y se despidió apelando a los «18 años de carretera » que le unen a Portet (y al bajista de la noche, Antonio Fidel, otro ex-Último) y resumiendo la andadura en términos envidiables. «Hemos sido muy libres porque hemos vivido mucho y hemos tocado y cantado».

Gestos de generosidad

Portet vino al Palau a presentar su disco Oh my love, del que tocó siete canciones, pero desvió el foco tres veces hacia sus invitados. Antes de García irrumpió un Adrià Puntí de aspecto saneado, al que el guitarrista, generoso, arropó en dos canciones, Flors i violes y Sota una col, de los discos que le produjo cuando el ex-cantante de Umpah-Pah era un artista activo. Esperemos que vuelva a serlo. Y en los bises, el tercer cómplice, Albert Pla, con bañador, albornoz y gorro, cantando Sunny day.

Como hilo conductor de la noche, un repertorio, el de Portet, que en sus últimos discos matiza la expresión tribal con destellos melancólicos. Piezas estimables como Tinc una bèstia dintre meu, Vida interior d’un lluç (que dedicó al Rey) y Quitèria, y dos citas al disco Acadèmia dels somnis. En la segunda mitad del recital creció la temperatura rockera: en Ràdio infern, Portet dio pie a unos desarrollos guitarrísticos de Jordi Busquets dignos de Neil Young & Crazy Horse. De ahí, a La rambla y un Rock’n’roll, de Gary Glitter, orgullosamente cejijunto. «Música moderna », como la calificó Portet. Y en un vago clima de deshielo.

Fuente: El Períodico – ENLACE – Jordi Bianciotto