QP: «En mis letras nunca he hecho un esfuerzo para disimular nada»

Cuando ya lleva bastantes meses girándolo por aquí y por allá, Quimi Portet por fin presenta oficialmente en Barcelona su último disco, un Oh my love (Música Global) que se está comportando con envidiable buena salud en todos los sentidos y en la coyuntura actual. El músico de Vic, pues, desembarca en el palacio modernista invitado por el ciclo BandAutors (21 h) para, entre otras cosas, desgranar en directo el que hace su octavo disco en solitario (más algún invitado sorpresa), y lo hará acompañado por sus músicos, compañeros y amigos de siempre: Antonio Fidel (bajo), Jordi Busquets (guitarra) y Charly Oliver (batería).

Un veterano como usted, ¿se está convirtiendo en referencia de las nuevas generaciones de aficionados?
A diferencia con los anteriores, mis dos últimos discos, es decir, este Oh my love y Viatge a Montserrat, son muy homologables de música popular contemporánea, y, de alguna manera, nos han acercado a un público que hasta ahora nos veía alejados de sus preferencias, gente un poco más joven. Creo que nuestro público más típico es el que se arraigó con discos más oscuros, más de arte y ensayo, como La terra és plana y Matem els dimarts i els divendres. Con esto también quiero decir que me siento muy afortunado porque he podido cumplir el sueño de muchos artistas, el de reinventarme. De una manera muy humilde creo que estéticamente he demostrado en mis últimos cuatro discos una intención de explorar en direcciones muy diferentes dentro de este género, de explorar dentro del grupo y del estudio de grabación.

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Esta evolución, ¿puede verse como un acercamiento a paladares menos exigentes?
No creo, no… Era muy peligroso seguir a vanzando en el terreno del arte y ensayo, es decir, seguir la misma línea que había marcado con La terra es… y Matem els dimarts…; esos eran discos muy personales, bastante oscuros, que me encanta revisitar en directo, pero si me hubiese quedado en ese territorio de una manera muy vehemente me podría haber costado mucho salir de él más tarde. Yo, como digo, me dedico a la música popular contemporánea y cuando salgo al escenario lo que menos intento es que la gente me encuentre original. Sobre todo, lo que quiero es que se lo pasen bien.

¿Sólo pretende eso?
Bueno, de hecho, si te dedicas a esto en el fondo también buscas que te acepte el público. Y para conseguir ese favor haces unos u otros sacrificios. Lo que yo hago en este sentido es explorar los lugares comunes de las canciones, explorar cosas que te llevan a encontrar el placer en unos sitios en donde gente que no es aficionada a la música también los encuentra. Con El Último de la Fila ya me pasaba algo de eso.

¿Hasta dónde ha transigido para encontrar ese punto de coincidencia con el aficionado?
No he transigido en nada. Ahora me voy a hacer un poco el chulo: no he transigido porque todo está en mis textos, y es que en mis letras nunca he hecho un esfuerzo para disimular nada; es decir, que cuando he estado emocionalmente p’allá, se me ha visto el plumero totalmente, y hay disco míos que se nota perfectamente que los he hecho en momentos complicados. Y, la verdad es que he encontrado un placer malsano en que se me viera el plumero. La persona que está en casa en calzoncillos es la misma que saldrá al escenario del Palau de la Música, y sin haber hecho ninguna transformación. La metamorfosis la reduzco al mínimo, excepto cuando ha trabajado en grupo.

¿Ha sido una equivocación?
No lo sé, pero siempre lo he hecho así, y tampoco sé si es demasiado tarde. Pero, en cualquier caso, esta conducta me ha producido un gran placer, y sé que a la gente que más o menos me ha seguido es una de las cosas que más le han llamado la atención de mí. Sirvo para hacer canciones y para tocar con un grupo en directo, pero limito al mínimo esa metamorfosis de dios del escenario.

Dicho en otras palabras, usted siempre ha mantenido las distancias con su público.
Sí, porque este es mi oficio. Cuando eres muy joven, el oficio se puede convertir en el centro de tu vida, pero a partir de una cierta edad no es más que oficio. Pero, ojo, tiene una parte de emotividad cierta y sincera, porque si no existiese esa emotividad le aseguro que no podría ir a cantar al Palau, por ejemplo. Por el contrario, si sacrificase toda esa emotividad en aras de mi oficio, le aseguro que ya habría perdido los papeles. En cualquier caso, lo que está claro es que el tío que saldrá en el Palau lo hará con todas sus contradicciones; esas no las dejará en casa. Se lo aseguro.

Fuente: La Vanguardia – Enlace