MG: «La alegría es una forma de resistencia muy poderosa»

Con las entradas a punto de agotarse (ayer solo quedaban 20), el cantante y compositor Manolo García, antiguo integrante de El último de la Fila, presentará su último disco, ‘Los días intactos’, este miércoles en el Auditorio Kursaal a partir de las 20.00 horas.

«El joven que quería comerse el mundo ahora pretende que el mundo no me coma», asegura el catalán, que este miércoles saldará una deuda con el público donostiarra que esperaba verle en la pasada temporada cuando suspendió varios conciertos por problemas de salud.

¿El de músico es un oficio más duro de lo que se cree?

Es verdad que hay una parte de tensión que la gente desconoce. Enfrentarse al público cada noche y dirigir un grupo es estresante. Lo cálido y dulce es componer, sobre todo si no hay prisas. Es algo mágico, una necesidad química.

Es su quinto disco en solitario. Parece que fue ayer cuando cantaba ‘Mi novia se llamaba Ramón’ o ‘El loco de la calle’.

Sí, es una evidencia que constatas cuando vas cumpliendo años, pero no de joven, cuando sigues la vorágine de la vida y la zanahoria delante de la cuerda. Se trata de disfrazar esas zanahorias y de seguir con la ilusión. Es cierto que el tiempo pasa.

Pero nunca es perdido, ¿no? Así lo decía su canción.

No si eres curioso y con ganas de aprender. El tiempo lo pierde quien se dedica a la amargura y al odio, pero si se tiene una actitud de mejorar como persona, no se pierde. En lo musical, el tiempo es una maravilla que te permite compartir tus pequeños logros con mucha gente.

¿En qué se parece y en qué ha cambiado aquel joven con ganas de comerse el mundo?

Soy otro joven que pretende que el mundo no me coma (risas). Las ganas siguen intactas, incluso tengo más ganas de música. Voy a ver más conciertos, me muevo para ver a Wilco o a Dylan, compro más música que antes…

Será de los pocos.

Bueno… compro discos en una tienda en Barcelona y también cometo el «pecado» de la compra en Internet.

¿Sigue vivo el deseo de escribir la canción perfecta?

Siempre. Y la canción perfecta sí existe, pero siempre en otros, lo que es acojonante (risas). Hay que engañarse a uno mismo para exigirte más y estar motivado al 100%. Eso sí, la motivación para componer es algo innato, surge sin más. Anoche estuve trabajando en una canción nueva y fue la perfección del momento.

Su último CD suena más guitarrero que los anteriores…

La gira sí es muy guitarrera pero como siempre. En vivo suelo optar por la parte más eléctrica aunque haya discos anteriores en los que indagué en ritmos étnicos. En esta gira hay mitad y mitad: partes más acústicas y otras con tres guitarras. Llevo una banda de ocho miembros.

Hay espacio para clásicos como ‘Aviones plateados’ y se atreve con ‘Navaja de papel’, de Los Rápidos.

Esta última es la primera canción que compuse en el campo del pop y el rock. Antes hacía cosas infantiles y para orquestas. A Navaja de papel le tengo cariño porque fue la primera que aporté a Los Rápidos. También suenan algunas de El Último de la Fila, aunque son pocas. No quiero engañar a nadie y no me gusta la añoranza. Yo fui solo la mitad del dúo y sería engañoso hacer más canciones. Además, no me hace falta, tengo muchísimas propias. Tres o cuatro sí caen, pero hago casi 30.

En el último disco hay una canción titulada ‘Estoy alegre’. ¿Sigue estándolo? La cosa se ha puesto fea…

Esa canción, que sirve para exorcizar algunos demonios, la incluyo en los conciertos. Es una especie de liberación de principios porque entiendo la alegría como una forma de resistencia muy poderosa, y ellos intentan acogotarnos con el miedo. Eso es dañino, violencia pura. Hay millones de personas en España con pocos motivos para la alegría, ya que están tirados como colillas, pero hay que actuar, de manera pacífica, y no quedarse parado.

¿Cómo se le quedó el cuerpo al ver el Parlamento rodeado y con cargas policiales?

Pues mal. Volvemos a tiempos que no tenían que haber existido nunca. Lo de callar todo Dios y el garrotazo, los infiltrados, la agresión a gente pacífica… Es un tema complicado pero hay muchas lagunas en esta democracia sobre los derechos de la ciudadanía. Los políticos los interpretan según su convivencia.

Sus letras son muy positivas y repletas de mensajes de lucha, no renuncia y de quererlo todo y pelearlo.

Sí, de quererlo todo pero no en el sentido materialista y neoliberal, sino de búsqueda de vida plena, de valores y sentimientos. Eso se ha perdido con la cultura del pelotazo. ¿Y los valores de las zonas rurales y la camaradería? Ahora, entre la tecnología y la economía nos tienen constreñidos, mental y físicamente.

Titula otro tema ‘Creyente bajo torres de alta tensión’. ¿En qué cree?

En las personas, individualmente. Las hay magníficas, gente que se entrega, deja de lado el ego y ayuda a sus semejantes. Me viene siempre a la cabeza la película La estrategia del caracol, la camaradería y no cejar en el empeño de la justicia social. Y luego está el cuidado medioambiental, no se puede seguir con este modelo económico que destroza el planeta para mantener una economía capitalista como la de Eurovegas, por ejemplo. ¿Qué cultura de los cojones es esta? Hay que ofrecer una vida saludable, física y mentalmente. Es todo muy marciano. Si es verdad que hay agua en Marte, me largo para allí (risas).

Fuente: Noticias de Guipuzkoa – Andrés Portero – ENLACE