Manolo García: «Me niego a ser esclavo del futuro»

«El sistema ha conseguido que seamos almas en pena por un centro comercial para dar sentido a la vida un sábado gris»

Cantante. Es poeta, aunque cante o pinte. Humilde, sencillo, celoso de su intimidad, es el reverso del ´star system´. Quizá por eso no tenga aficionados, sino devotos. Mañana por la noche Manolo García toca en el Cuartel de Artillería de Murcia, en el marco de su gira ´Todo es ahora´.

No hay nada más patético que un entrevistador que admira a su entrevistado. Que babea y ansía estar a la altura. ¿Un consejo?
(Risas). No soy de dar consejos, pero la capacidad para emocionar es lo importante. La admiración por la obra es lo que vale. Luego las personas son todas iguales: con halitosis, caspa, caries, aerofagia.

¿Y usted a quién admira?
A muchos pintores, escritores y músicos. Pero admiro su obra: las de Anglada Camarasa, Mir, Blasco Ibáñez, Baroja, Faulkner, Borges, Beethoven, Green Day, Janis Joplin, Led Zepelin, una lista interminable. Gente que ha derramado magia, que hace la vida más llevadera y nos hace elevarnos. Lo demás son mentiras, engaños, miseria, disparates€

¿La vanidad, el endiosamiento, la adulación, a qué abocan?
A perder el tiempo en esas falacias y a dejar de crear. Todo el tiempo que pasas acicalando tu físico o tu psíquico dejas de trabajar. La fiesta y la francachela quitan tiempo a lo esencial, que es el espíritu.

Le oí decir que jamás permitirá que una canción suya sirva para vender nada. Me pareció la más noble Ars poética. ¿Por qué?
¡Jamás! Creo que el ser humano ha elegido un camino de desmesura. El consumo es un sinsentido y va a provocar el siguiente desastre planetario. Por eso detesto lo industrial y la cantidad de chorradas y trastos miserables que compramos para nada. Me parece una esclavitud diabólica. Odio el consumo.

Y no quiere que su música colabore en ese sistema.
Para nada. Lo único importante es mojarse los pies en un mar limpio, caminar y respirar aire limpio, hablar con los amigos, leer, pintar, ir al cine. Las cosas del espíritu, en definitiva. Pero en los últimos siglos nos hemos arrebatado a nosotros mismos lo esencial. Hemos perdido el norte y ya vivimos de espaldas a la naturaleza. Por eso necesitamos comprar objetos. Fíjate: los centros comerciales son el lugar de ocio de la clase media-baja. El sistema ha conseguido eso: que seamos almas en pena deambulando los fines de semana por un centro comercial –aunque no se tenga casi ni para comer–, ansiando comprar cuatro abalorios inservibles para intentar darle sentido a la vida ese sábado gris.

¡El horror, el horror!
Un poco heavy, sí. Pero yo soy así, y cada uno es como es.

¿Qué opina del dinero?
El dinero no tendría que existir, igual que la edad, los calendarios, el pasaporte o el carné de identidad. Todos deberíamos ser iguales y seguir a los ancianos y a los sabios, no a los necios, a los prepotentes, a los vanidosos, a los charlatanes. El dinero es un invento del demonio. A mí, dentro de la utopía, me gustaría el trueque.

¿El trueque?
Sí. En un mundo sin las necesidades ficticias e inventadas como el actual, el trueque sería lo más bonito. Deja más margen a la ensoñación. Un borrego por una tela, yo qué sé. Hay culturas indígenas que han intentado escapar del dinero. Que no querían nuestra forma de vida. Que buscaban ser libres y apreciaban más la libertad que la maldita rueda. Yo, a veces, me pregunto por qué hago canciones, por qué pinto. Y es porque no veo otro resquicio para respirar con libertad. La cultura es mi respiradero. Si no, me ahogo y siento que me esclavizan. Como esclavizan a tantos hoy con salarios indignos y jornadas de catorce horas. Es para decir: «¡Iros a la puta mierda con vuestro sistema!».

Usted tiene 60. Que la vida iba en serio lo supo cuándo…
Con 13 ó 14. Y yo no tengo 60. Me niego a entrar en esa convención social. Es un error. Yo tengo energía. Y cuando no la tenga, me quedaré en un rincón y desapareceré. Pero ponerle números a la vida me parece estúpido. Y me niego. ¡Y me cago en la madre del que puso mi puta edad en Facebook o Wikipedia! Estoy intentando borrar mi paso por esa bazofia que es internet, a nivel de datos, y no puedo conseguirlo.

¿Por qué quiere borrarlo?
Primero, porque nadie me ha pedido permiso y han decidido que los demás deben saber cosas de mí. Internet y las redes son un arma de doble filo, pero nos ha sobrepasado el invento. Hay una verdadera adicción. Es un tiempo en el que no hacemos cosas naturales. Estamos pegados a un plástico, a dos dimensiones. Habrá gente a la que eso la haga feliz. Y dejo claro que no critico a los demás ni creo que sean estúpidos por estar en esas redes. Mientras no hagan daño a los demás, sin problema. No ataco a nadie ni creo que estén equivocados. Yo no tengo ninguna verdad. Cada uno intenta vivir su vida como quiere. También pensarán de mí que soy gilipollas por pasarme ocho horas al día pintando delante de una tela. Es mi vida.

¿Ha añorado una vida como la de sus padres, en Férez (Albacete), sin notoriedad, sin estrés? ¿O es un falso Edén?
Aquella era una vida dura. Mi padre tuvo que abandonar esa vida rural a los veintitantos años y viajar a la gran ciudad [Barcelona] a trabajar de peón del inmenso tablero de ajedrez. A ser un esclavo del capital, como tantos millones de personas, para pasar de no morirse de hambre a una vida miserable y buscando una posición social mejor. ¿Fue mejor ese tiempo? En la dureza del trabajo, no. Pero sí que añoro algo que tenían ellos: naturaleza limpia, aire puro, agua pura, sin plásticos ni petróleo, sin contaminación, con biodiversidad. Y todo eso se nos ha escapado.

Hay que ser Burro o demasiado Rápido para acabar El Último de la Fila. ¿Está estigmatizada la derrota y sobrevalorado el éxito?
Clarifiquemos primero los términos. Si el éxito es una posición material importante, el dinero o el poder; si la derrota es la pobreza, la sencillez€ Yo conozco pastores que con un pequeño rebaño y un sueldo justo son felices. Porque son dueños de su tiempo, del sol, de la lluvia, del caminar. Todo es muy relativo. El Último de la Fila fue un grupo con el que decidimos acabar. Quisimos un final digno. Porque seguir era como rebañar el plato. Y eso era indigno para aquella historia inolvidable. Sigue ahí: es patrimonio de todos.

Nunca el tiempo es perdido si?
Si eres una persona con vitalidad y ganas de hacer cosas. Yo no recuerdo haberme aburrido jamás. A veces paso horas sin hacer nada, sentado en un banco viendo pasar a la gente, y soy feliz. El tiempo no se pierde nunca. Además: es una convención. El tiempo no existe. Sólo busco ser dueño del instante, sabiendo que el pasado son apenas unos recuerdos. Y me niego a ser esclavo del futuro. No somos más que unos monigotes dando vueltas por el universo. Si lo disfrutamos, bien. Y si no, mal vamos.

 
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Fuente: La Opinión de Murcia – PACO CERDÀ  – ENLACE