«Esta noche soñé con Manolo García» de Ale Hernández

No recuerdo ya cuántos conciertos he cubierto. Han sido muchas horas escuchando con el corazón, oyendo con la mente y observando con la objetividad que alguien, en su día, me enseñó sobre un pupitre desgastado de un aula de Universidad ansiosa de Periodismo.

Anoche tuve el privilegio, que me brinda mi profesión, de poder cubrir uno de esos conciertos en los que los “peros” brillan por su ausencia, dando paso a la perfección que proporciona disfrutar de uno de los grandes del panorama musical nacional en vivo y en directo: el inigualable Manolo García.

Más de 2.000 personas acudieron al Pabellón Santiago Martín para quedar estupefactas ante tanto arte, poderío y ritmo frenético e incesable.

A las 21:00 horas pisaba  el escenario, con el garbo que le caracteriza, el cantante barcelonés Manolo García.

Como si de una jungla se tratase, el escenario del pabellón lagunero se vistió de vegetación para absorber el manantial del torrente de voz de García, que transformó esa timidez y corrección que posee fuera del escenario en una fiera ansiosa por devorar a su público a través del caudal de su música.

Tal y como había prometido, el cantante catalán siguió rigurosamente la escaleta. Como todo final siempre es un principio, Manolo García comenzó su espectáculo presentando su último trabajo discográfico, ‘Todo es ahora”, al completo.

Canciones como “Caminaré”, “Ésta noche soñé con David Bowie”, “Exprimir la vida”, “Es mejor sentir” y “Campanas de Libertad”, hicieron que el público presente ratificase su admiración por García, como no podría ser de otra manera.

Mediante un diálogo recurrente entre canción y canción con su público tinerfeño, el sudor, impregnado en su camisa, no consiguió hacer estragos en el dinamismo del solista.

Con un ir y venir frenético, las gradas del Santiago Martín recibían con júbilo y sorpresa a un Manolo García pletórico al fundirse en lo que más le gusta.

“La gente normal, que hace cosas normales y busca la felicidad…”

Dos ocasiones fueron las elegidas por el artista para bajar del escenario y mostrar la evidencia hecha redundancia, la cercanía y sencillez que tan sólo poseen los grandes como él.

Tras dar un repaso exhaustivo por su último álbum, García quiso volver a ser la mitad de ese ‘Último de la Fila’, rememorando canciones inolvidables, guardadas a fuego en los tímpanos y en las memorias selectivas de los presentes.

“Pájaros de barro”, “Como un burro amarrado a la puerta de un baile”, “No estés triste”, “Rosa de Alejandría” o “A San Fernando”, hicieron de “Insurrección” un regreso al Pasado del público presente. Ese Pasado por el que a todos nos tocó lidiar, haciendo que fuese mucho más liviano hacerlo con la música de García en todas y cada una de nuestras “mochilas”.

Tres horas de concierto no fueron suficientes para agotar ni al artista, ni a su público tinerfeño. El calor hacía estragos, pero el buen hacer de Manolo García y de su banda hacían las veces de oasis en medio del desierto.

Entrega total, sincronización absoluta, calidad vocal inmortal, ritmo incesante propio de adolescente, poderío en grado sumo, naturalidad, cercanía así como arte y garbo, hicieron del concierto de Manolo García, anoche en Tenerife, una firme declaración de intenciones a la autenticidad.

Esta  noche soñé con Manolo García y al despertar, afortunadamente, continuaba formando parte del hilo musical de mi vida.

 

Agradecimientos: Moma Producciones.