Manolo García: «En la música huyo de lo fácil y busco lo profundo»

Manolo García llega mañana al Palacio de los Deportes de Gijón con ‘Todo es ahora’: «Estar en la carretera es un estado natural, me siento muy bien»

Manolo García(Barcelona, 1955) ha vuelto a la carretera. Hace ya un par de años que editó ‘Todo es ahora’, un disco con sabor rockero y grabado en Nueva York con músicos que trabajaron junto a David Bowie. Ahora lo muestra en directo y recupera los éxitos que son memoria colectiva en la gira que mañana (22 horas) llega al Palacio de Deportes Adolfo Suárez de Gijón.

–De nuevo en la carretera.

–Estar en carretera es un estado natural, lo he hecho desde joven cuando empecé a tocar en grupos. Me siento muy bien, voy espaciándolo en el tiempo, hago mis discos, mis giras, paro una temporada, y siempre lo cojo con ganas.

–Un disco más rockero, ¿un directo fulminante?

–Tiene momentos bastante cañeros y otros más tranquilos. Si se fija en mi discografía, he ido variando, y he ido siempre buscando el equilibrio.

–No debe ser fácil hallar el equilibrio…

–Es difícil pero no imposible, yo voy llevándolo muy bien, no me dedico a esto por negocio, de jovencito decidí que quería ser músico de rock y sigo queriendo serlo. Me gusta, no concibo la vida sin música. Es un privilegio del que soy consciente y un regalo del que estoy agradecidísimo.

–Los Burros, los Rápidos, El Último de la Fila… ¿Cómo han cambiado las giras?

–Cuando empiezo una gira o me pongo a hacer canciones nuevas, la fórmula es siempre la misma: con ilusión. No me lo planteo como una obligación jamás. Sí que es cierto que hubo un tiempo, en mis primeros años de rockero, en los que había una eclosión de bandas, un furor, estábamos con el latido de los setenta, sonaban esas bandas que han dejado huella, luego el mundo ha ido cambiado, las tecnologías han llegado y también mil maneras nuevas de entretenimiento. Hay más oferta para el directo y la gente va exclusivamente a lo que le interesa. En cambio, en el pasado, recuerdo conciertos en los que las ciudades se revolucionaban, en los que parecía que se acababa el mundo, en los que se producía el milagro. Ahora ese milagro hay que provocarlo, hay que forzarlo, el artista tiene que dejarse la piel, pero ahí está el arte de cada uno, hay que invocar a la magia y esperar que llegue.

«Son tiempos de cantar ‘Insurrección’, pacíficamente, pero hay que alzar la voz»
–¿Sigue girando cargadísimo de libros?

–Sigue siendo así, los libros son una compañía excelente. El concierto dura dos horas, pero el resto del tiempo estás en el tren, en el avión, en el hotel… Son cantidad de horas, no tengo demasiado interés en la televisión, internet no me llama la atención, mi mundo son los libros. Cargo más libros que mudas. Si estoy tres días de viaje llevo tres mudas y cinco libros y voy picoteando de todos.

–En el último álbum le dedica una canción a Bowie. ¿Cómo se le quedó el cuerpo con su muerte?

–Recuerdo que me enteré por la radio. Acababa de comprar el último disco, lo había dejado en reposo y pensé ‘lo oiré mañana’, y fue justo ese día cuando murió. Te deja un poco raro, vacío, en el sentido de que es una pieza menos en el engranaje emocional. Las personas tiramos mucho de lo cultural, lo emocional, componemos un puzle con los libros, la música; lo otro está ahí, lo político, lo burocrático, son capas muy pesadas, muy grises, muy tostón. Cuando desaparece alguien como Bowie es como si te quitaran un trozo importante de cosas que has vivido, que has aprendido. En la discoteca de cada uno siempre hay cien discos vitales, y en entre ellos Bowie tiene siete u ocho colocados ahí. Te quedas triste, el mundo es un poquito peor si no está ese señor. Ha dejado una impronta artística impagable e impecable.

–¿Qué sensación le produce pensar que usted está entre los cien discos vitales de alguien?

–No lo pienso, sinceramente, no tengo esa pretensión ni esa vanidad. Soy ese borrico que tira de un carro y le ponen unas orejeras para que no se espante. Voy p’alante, mi ilusión es hacer canciones, interpretarlas, nada más. No soy muy consciente, no quiere serlo. Tengo muchísimos defectos pero la vanidad no es uno de ellos. Cuando hago canciones nunca pienso en la gente, las hago porque esa mañana necesito ese tema, esa tarde necesito esos acordes, esa melodía, y luego soy consciente cuando la gente me para por la calle y me comenta. Lo veo normal porque a mí me pasa con muchos músicos, que me emociono escuchándoles. Somos una cadena de seres humanos, nos vamos dando cosas buenas unos a otros y por alguna razón que no acierto entender alguna varita me ha tocado para que haga canciones que llegan a otros, pero no tengo mayor mérito. Ahora estoy leyendo la biografía de Gil de Biedma, él no pretendía ser poeta, lo que buscaba es lo que buscamos todos, la poesía de la vida, algo mágico. Todos buscamos huir de ese camino tan empinado al que nos abocan los políticos, la burocracia. Es como decir: ‘No, yo quiero irme a los mares del Sur con Gauguin’. Yo busco la libertad de las canciones y si se la doy a otras personas, estupendo.

«Gijón ha cambiado desde que hice la mili, es una ciudad más luminosa, con más colorido»
–Pero sabe que muchas de sus canciones son ya memoria colectiva.

–Tengo muchos grupos de acá y allá que me han dado alegría y son personas normales y corrientes con sus gamas de colores. No tiendo a mitificar y no he pretendido que se me mitifique a mí. El mundo es un lugar surrealista y por eso me encanta buscar ese lado lírico de las cosas. En la música huyo de lo fácil y busco lo profundo. Si buceas un poco, siempre hay rincones maravillosos, música no pensada en la pasta, en el dólar, sino fruto de la locura, de las ganas de vivir, de huir de la esclavitud, de los corsés, que dice ‘estoy hasta las narices del sistema y sus maneras de atarnos y tenernos estrujados, así que ¡a la mierda!’. El rock and roll es eso.

–¿Tiempos de cantar ‘Insurrección’?

–Sí. Indudablemente, pacíficamente, pero naturalmente hay que alzar la voz.

–Lleva toda la vida componiendo. ¿Con el tiempo se hace oficio?

–Pues mire, sí y no, porque lo emocional manda. Yo no tengo fórmula para componer, pero cada vez que acabo un disco pienso ‘ya no me van a salir más’, ‘ya no tengo ni idea’, pero con los años he ido descubriendo que una forma de enamorarse de la música es dejar que corra el aire, irte al cine, dejar de hacer canciones… La fórmúla no tiene secreto. No puedes dedicarle toda la energía a algo indefinidamente. ¿Y oficio? Claro que hay trucos, pero a mí no me gusta usarlos, ahí se ve la costura, se ve la cremallera, y a mí me gusta que salga la pieza entera.

–¿Qué tiene que tener la canción perfecta?

–De entrada que se te pongan los pelos de punta a ti mismo cuando la haces. Yo compongo solo, estoy grabando con un pequeño ordenador, y de repente te sorprendes a ti mismo emocionándote con un lapiz en la mano y metiendo una pista de voz, de pronto dices ‘gua’, te da un subidón. Otra manera que yo tengo de trabajar es dejar las canciones en reposo durante un tiempo. Pasa un mes, y cuando ya no me acuerdo de nada, pongo la grabadora y esa primera impresión me da la respuesta: quizá esto lo voy a mejorar, o no, o esto es un tostón y hay que darle al ‘erase’.

–Cataluña unplugged.¿Qué me dice?

–Estoy cansadín de este tema. La población civil somos un paisanaje, unos elementos y luego está el cuerpo político que lleva sus refriegas y sus movidas. Cuando una capa de la población importante de una zona quiere hablar y pide un referéndum hay que dárselo. Esto es una democracia y el pueblo es soberano.

–España sin gobierno. ¿Cómo le suena la copla?

–Estamos todos hasta las narices. Estamos hechos a a la idea de que necesitamos que se nos gobierne, pero sin embargo hay países con gobierno de gestión, que son casi autocracias, y funcionan. Estamos bajo una bota que nos pisa el cuello a todos en todos los sentidos y todas las direcciones. Soy pelín ácrata, tanto gobierno, tanta gente mandando para todo…. Vamos a atenernos a la frase de Churchill que dice que la democracia es la menos mala de las formas de gobierno y digamos ‘señores, hagan pactos, dejen ya de mostrarnos tan pornográficamente que solo están interesados en ustedes mismos’. Hay una capa de la población con problemas muy graves y esto no se arregla. Es repugnante. Me parece indignante que no nos rebelemos. Para qué quiero un estado si no me da una buena enseñanza, sanidad…

–Vamos a un territorio más amable. Hizo el servicio militar en Gijón. ¿Reconoce la ciudad?

–Ha cambiado. Es una ciudad más luminosa. Con Gijón me pasa como con Bilbao. Salía de Gijón a dedo y llegaba a Bilbao y allí me cogía el autobús hacia Cataluña. Recuerdo una ciudad más bronca, más gris, pero los últimos años, siempre he visto una ciudad más rejuvenecida, más bonita. Y no es que tenga malos recuerdos, al contrario, Asturias me gustó muchísimo, descubrí el Norte y me enamoré, iba a la cuenca minera, a Mieres, a Sama, a La Felguera… pero Gijón ha ganado mucho con los años, cuando he vuelto he visto una ciudad con más colorido.

–‘Todo es ahora’ es el título de su disco, una suerte de ‘carpe diem’. ¿Es obligado aplicarse el ‘vive el momento’?

–Es la receta que intenta aplicar todo el mundo que pasa de una edad. Hasta cierta edad no hace falta repetirlo, pero una vez que has cumplido 40, 50, hay que decir ‘venga p’alante’, ‘espabila’.

–¿Cómo se consigue ser un músico y no un famoso?

–No pasando por el aro en muchas cosas, ante ciertas sugerencias y peticiones, y dejando clara tu postura en el mundo de la música y obrando en consecuencia. Desde que era jovencito quería ser músico, nunca pensé en forrarme y no he perdido de vista ese norte. Mi camino es la musica y no voy a bajarme del burro. Es lo primero.

–¿Y la pintura qué es?

–Lo segundo. Es un mundo pequeñito, personal, intransferible, es algo también del alma. Estuve en Asturias en La Pola hace año y pico exponiendo, llevé una treintena de obras, fotografía, pintura… Me encanta, me sirve de descanso, es un apeadero, un área de descanso. Nunca he dejado de pintar desde que era joven y con los años cada vez pinto más.

Fuente: El Comercio.es – ENLACE