Gran faena de El Último de la Fila

Existen dos tipos de artistas: los que contribuyen a la evolución de la música y los que alimentan la industria discográfica ayudando a que ésta siga creciendo. Hubo una época en que El Último de la Fila conjuntaba ambas cualidades. Hoy, la abultada popularidad del grupo los ha convertido en cabezas de serie del segundo bloque. Sólo de ése.

Anoche, cuando el servicio de megafonía anunciaba que el inicio del concierto se iba a retrasar para que los últimos seguidores llegasen al recinto, se hacía difícil creer que todavía cupiese más gente. Pero escuchar los primeros compases de Cuando el mar te tenga y comprobar cómo la gente todavía podía apelotonarse un poco más fue todo uno. Insurrección clásico entre los clásicos, Conflicto armado de Los Burros y Remando sobre el polvo completaron una tanda inicial que Manolo García interrumpió para saludar a la audiencia y ofrecer la primera dosis de novedades: Sin llaves, Uva de la vieja parra, Vestido de hombre rana y El bombero del atardecer, estas dos últimas con La risa tonta de por medio.

Hasta ese momento, el repertorio se había mantenido en el mismo orden que durante el concierto de inauguración de la presente gira en Reus. Y sin cambios se mantuvo hasta Querida Milagros, un himno antibelicista de bellísima factura que fue precedido por El que canta su mal espanta, A veces se enciende con una notoria intervención de Pedro Javier González a la guitarra española, Sara momento en que Manolo García bajaba al coso para dejarse acariciar por la primeras filas, Mar antiguo primera oportunidad para empuñar los mecheros y Dios de la lluvia.

El cantante de El Último de la Fila, brillante como vocalista y pletórico en la aplicación de todos y cada uno de los trucos de estadio, presentaba entonces a la banda. Y el sexteto con Quimi Portet al frente se lanzaba a por un instrumental de apoteosis sinfónica nada convincente. De hecho, la instrumentación previsible cuando no fallida fue la única pega de una interpretación en directo que tiene su gran baza en la figura de Manolo García, uno de los pocos cantantes capaces de llenan cualquier recinto con su espléndida voz.

Mi patria en mis zapatos, Como un burro amarrado en la puerta del baile un single incombustible y una versión de Huesos en clave de hard plomizo daban por acabado un recital que retomaría el pulso con Bailarás como un indio, Las hojas que ríen dos piezas nuevas y Son cuatro días, enlazada de forma nada convincente con Aviones plateados.

Pedir tu mano, en una segunda tanda de bises, servía de entremés para que Lápiz y tinta mostrase a los filos más melódicos en su último momento de plenitud compositiva. Y la readaptación de Llanto de pasión a ritmo de funk-jazz, siendo la más acertada de la noche, supuso un severo contratiempo: la toma original es ya insuperable.

En una tercera reaparición en escena, y tras animar al público a apoyar el movidón que están llevando a cabo Greenpeace y Depana ambas asociaciones instalaron stands en sendos rincones de la Monumental; las ubicaciones más concurridas estaban reservadas a la venta de camisetas, bragas y demás complementos del merchandising de El Último de la Fila, sonaban Dímelo tú, No me acostumbro cima lírica de Portet y Navaja de papel de Los Rápidos, ya con las luces de la plaza abiertas y el público todavía en pie. n El dúo presentó La rebelión de los hombres rana en la Monumental Más de 17.000 personas vibraron con un concierto generoso y apoteósico Manolo García y Quimi Portet dieron un repaso a su amplio repertorio GUILLERMO MOLINER Manolo García, tirándose agua por la cabeza, ayer en la Monumental.El cantante de El Último de la Fila estuvo pletórico en su papel de líder.

Fuente: El Períodico – Edic. Impresa 14/9/1995 – NANDO CRUZ

El mestizaje como bandera CONTRACRÓNICA
La pareja representa musicalmente la esencia de Barcelona

Cuenta la leyenda, y así lo recogen los dossiers de prensa, que Quimi Portet y Manolo García se conocieron un día de 1982 en Hostalets de Balenyà, en la Catalunya profunda. Eran entonces, y por separado según siguen diciendo la leyenda y el dossier, dos pioneros de la nueva ola del pop español. Sin embargo, de la fusión nació uno de los engendros musicales más originales y de mayor éxito que se recuerda por estos pagos: El Último de la Fila. Los críticos ya lo han dicho casi todo sobre ellos. Pero tal vez hoy, cuando acaban de conseguir su enésima apoteosis, convenga quedarse más que nunca con su concepto de música mestiza: su sabiduría para mezclar los gorgoritos aflamencados de Manolo con los guitarreos rockeros de Quimi. Si conectan tanto con el público es precisamente porque han innovado a base de mezclar el Mediterráneo y Liverpool, Chicago y LHospitalet, la Barcelona profunda y alegre de Peret con la movida de Berlín, las historias de la puta mili con los poemas de la modernez. Su patria, como la de muchos de nosotros, está en sus zapatos.

En estos días de lanzamiento de huevos y de abstrusos debates sobre la catalanidad, El Último de la Fila aporta el sabor cosmopolita de una Barcelona alegre, tolerante, culta y osada. Por eso su concierto de ayer fue a la vez profesional y cálido. Manolo y Quimi siguen en la cresta de la ola. Pasaron en tiempos difíciles por encima del estrecho corsé del rock catalán y por el insulso traqueteo televisivo de los hijos de los pegamoides. Ayer, ante miles de fans que lo coreaban todo, volvieron a demostrar que son los indiscutibles números uno del pop-rock español.

Han tenido también la habilidad de conjugar cierto estilo rebelde ayer dedicaron su concierto a grupos ecologistas y a Amnistía Internacional con un aire pegadizo que da mucho de sí en Los 40 Principales, dicho sea sin ningún demérito hacia la comercialidad. Sus letras tienen el grado justo de ambigüedad para no poder ser catalogadas dentro del alicaído género de la canción protesta ni caer tampoco en el universo de la banalidad.

También en este sentido son como Barcelona. Una ciudad que no puede lucir etiqueta de la más progre de Europa, pero que sí saca pecho de capital avanzada y cosmopolita.

Portet, García y sus muchachos volvieron ayer a hacernos sentir como halcones llamados a las filas de la insurrección, pero no nos explicaron cuál era nuestro objetivo como insurrectos declarados. Su perfecta puesta en escena y la contundencia de su sonido nos hizo olvidar a El Último de la Fila como gran producto intelectual, que lo es, para arrastrarnos por la pendiente de la música mágica y mestiza. Y no nos importó.

Fuente: El Períodico – Edic. Impresa 14/9/1995 – JUANCHO DUMALL