Un ciudadano llamado Manolo García. Esquire (Carlos H. Vázquez)

Manolo García (Barcelona, 1955) lleva, literalmente, toda una vida siendo músico de oficio, y eso es algo que le ha aportado la pasión necesaria para saber cuándo y cómo ponerse a trabajar en algo que le gusta y que le llena pero que no quiere aborrecer. Si la música le empieza a empachar, escribe, y si la escritura le satura, pinta. Así hasta que decide volver a la música.

Aunque las suelas de sus zapatos ya habían pisado tarima, fue con Los Rápidos cuando Manolo empezó a desgastar un poco más su calzado. Después, con Los Burros, comenzó a indagar en nuevas formas de caminar, dando lugar, tiempo más tarde, a El Último de la Fila, una de las bandas más icónicas de la historia de la música española. Junto a Quimi Portet, se enfundó unas botas nuevas que vieron mundo y otros escenarios distintos a los ya conocidos, logrando la grandeza dentro de la tregua que da la anestesia del recuerdo, tal y como cantaba en Lápiz y tinta. Pero todo eso pasó. Fue otro tiempo. Tocaba establecer novedosas hojas de ruta y calcular sobre el mapa los itinerarios que recorrieran océanos de sal en busca del reconocimiento a una labor que alegrara la existencia del resto de los humanos. Y así, hasta el día de hoy, Manolo García ha ido atracando su barco en dispares puertos que han satisfecho singulares inquietudes artísticas, dando lugar a Todo es ahora (Sony, 2014), un LP grabado en Nueva York con los músicos que acompañaron a David Bowie en The next day (Columbia, 2013). «Es gente veterana», dice Manolo García de Zachary Alford, Earl Slick y Gerry Leonard (entre otros). «Me encanta Bowie, pero un día me puse ‘The next day’ y pensé que tenía que tocar con esos tíos». De ese modo, el músico barcelonés registró en The Clubhouse Studio un álbum distinto que enlazaba con algunos detalles de Los días intactos (Sony, 2011), alargando la curiosidad eterna, labrada, como él dice, junto «a unos amigos que ya son para toda la vida». En una coqueta sala de su discográfica, y bajo la mirada de un retrato de María Dolores Pradera, músico y entrevistador se olvidan de los guiones y de la grabadora durante un momento.

Encuentro en Un giro teatral [canción perteneciente a Los días intactos] una conexión directa con Todo es ahora, sobre todo por el tratamiento de las guitarras.
Hay una cosa curiosa respecto a lo que acabas de decir que yo no atino a explicarme pero que sucede siempre, y es que en cada disco doy un paso respecto al anterior y doy un pasito respecto al siguiente. Es algo instintivo que yo no controlo. En cada disco me pasa. Si alguien se fija y es observador, se encontrará con un poquito del anterior, un núcleo central, que es el mayor, por suerte y para mí, del actual y de lo que es el disco. También se dan coincidencias técnicas. Por ejemplo, Un giro teatral está mezclada por Michael Brauer, que es la persona que ha mezclado este disco también. La canción, de hecho, está grabada con músicos americanos, aunque en ese caso no son los mismos que han tocado en Todo es ahora. Es un tratamiento de guitarras que se da mucho allí y que a mí me gusta, entonces puede recordar en algo.

Pero recordar, nada más.
El disco, en general, es diferente al anterior, como todos los que he ido haciendo. Es un esfuerzo, un reto y una lucha que me propongo en cada ocasión. Si tengo canciones nuevas hago un nuevo disco, pero nunca miro hacia atrás para repetir fórmula. Me alegro de que tal canción gustara mucho, pero yo soy otro, el mundo es diferente, todo evoluciona, todo se mueve, han pasado dos años o tres… Soy incapaz de aburrirme. ¡No puedo aburrirme! Y si me aburro yo, voy a acabar aburriendo a los demás. Podría matar el becerro de oro, pero es que para mí el becerro es la música; la posibilidad de seguir haciendo canciones, la posibilidad de seguir grabando discos, de seguir tocando. Es algo vital para mí, algo importante. Lo que elegí hacer cuando era adolescente, que era ser músico, y sigo pensando lo mismo. Quiero ser músico y quiero ser muchas cosas en la vida, pero una de ellas, muy importante, es la música. Con lo cual, en cada disco tengo que ir en otra dirección. Quiero tratar de sorprender para que la gente siga pidiéndome más canciones.

Resulta interesante que lo diga una persona que empezó como batería.
(Risas) Exacto, fui batería durante diez años en grupos de baile, en orquestas, en bandas de orquesta mayor… Era un trabajo dignísimo que me dio un aprendizaje magnífico en cuanto a coger tablas y a coger oficio se refiere. Y luego ya, una vez pasaron esos diez años y volví del servicio militar, pensé que me daba el aprobado, una nota correcta, a pesar de lo que significa ser músico: muchas noches sin dormir, muchas horas de viaje, muchos hoteles… Cosas que yo ya había comprobado durante diez años y que me gustaban. Pretendía seguir dedicándome a ese oficio y a esa cuestión, a ser posible, toda mi vida. Y en eso sigo. Han pasado treinta y tantos años de eso y sigo igual.

Tu padre, si no me equivoco, no estaba de acuerdo con que te dedicaras a la música. Supongo que es por la sensación de inestabilidad que da este oficio. Por el contrario, tu madre sí te apoyó.
Mi madre siempre me estuvo apoyando, sí. En ese sentido, fue una persona muy alegre y muy vitalista. La música y el baile eran cosas que le parecían bien. Mi padre, el hombre, quería un oficio que diera de comer, algo seguro. Ya sabes, ¿no?, esa cosa que había en los años 70, pero ahora ya… ni eso, lamentablemente. Por desgracia, ahora, hagas lo que hagas, hay un mercado laboral incierto. ¡Dios sabe qué será lo mejor para nadie! Estudiar o no estudiar, aprender un oficio o no… ¡Vaya lío! Y estando la cosa como está… En aquella época había trabajo, pero a pesar de eso, yo no tenía interés en trabajar en un trabajo al uso; digno y correcto, pero que no me interesaba. Y sin despreciar a nadie, claro, porque es tan necesario un tornero como un pintor de brocha gorda o como un conductor de autobuses. Todo es necesario en esta sociedad, pero empecé a pensar que los músicos, los poetas o los filósofos eran también tan necesarios o tan importantes como un mecánico.

¿Nadie es por lo que fue, sino por lo que es?
Todos somos por lo que fuimos y por lo que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida. Todos somos lo que fuimos construyendo. En cuanto a nuestra persona me refiero.

¿Uno puede decir que ha vivido lo suficiente cuando tiene la edad o la perspectiva suficiente como para mirarse las muescas que ha ido adquiriendo durante su existencia? Por ejemplo, en tu caso, ¿el mejor disco es el que está por venir?
No, no. Esa es una idea prefabricada en el sentido de que hay que estar siempre ilusionado en lo que vamos a hacer, pero no podemos decir que estamos de vuelta de todo. Sería horrible. O sea, Picasso, con ochenta años, seguía enloquecido por la pintura y por las mujeres. Esa es una actitud genial y vital que a mí me maravilla y que, incluso, me parece la adecuada. De todas formas, el mejor disco no está por hacer. He hecho discos que me gustan, claro, pero es que me gustan todos los que he hecho, si no, no los habría publicado. Sería una torpeza por mi parte decir que un disco es una mierda y que lo publico porque no hay otra cosa que hacer. Si estoy convencido de un disco, lo publico, y para eso hay un trabajo previo de maquetas con el que se va conformando un proyecto que me complace, me gusta y luego publico. Pero ya te digo que nunca queda exactamente como uno quiere porque siempre es máxima la expectativa. Es como esa vieja frase que dice que los discos, los cuadros o los libros nunca se acaban, sino que se abandonan. El mejor disco está siempre en la mente, en la ilusión y en las ganas del creador. ¡Ahí se va creando el mejor disco! A lo largo de la carrera musical, si ha sido larga –porque has ido complaciendo a un público-, se encuentran hitos o marcas que, en realidad, son canciones y discos disfrutados por el propio creador y por la gente.

Esas muescas de las que hablábamos.
Claro. Es que estamos ahí, en el tiempo, y no tenemos más tiempo que el presente. Piensa que tocas una canción y que es disfrutada por ti y por el público en ese instante, ¿vale? Eso está muy bien, pero una vez pasado ese momento, al siguiente año o al siguiente mes, tu vista ya está puesta en lo que hay delante para intentar hacer canciones nuevas. ¿Son mejores las primeras canciones de Dylan en comparación con las últimas? No. Son para cada cual. Hay gente que me para por la calle para felicitarme por el concierto de El Último de la Fila en Las Ventas y también para preguntarme si volveríamos a juntarnos, pero lo que quiere en realidad esa gente es que vuelvan sus veinticinco años, y eso no va a volver; somos otros. Y aquello, esa energía y aquel tiempo, es irrepetible. Ahora tenemos la energía que nos toca, pero si queremos desenfreno bastaría con mirar a la gente joven. Y en cambio, si queremos mesura, no hay más que mirar hacia la gente más mayor. Debemos situarnos donde nosotros más queramos, pero hay que ser realista con lo que se tiene.

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¿Haces, entonces, música que se corresponde con tu edad?
Absolutamente. A mi sentir, a mis ganas, a mi energía,… Yo siempre he tenido un punto muy rockero a tenor de que mi voz es melodiosa y muy limpia. Afino bien, pero no tengo una voz dura de Rock, aunque la instrumentación siempre me gusta cruda, como también me gustan mucho las guitarras eléctricas. Bueno, me gustan las guitarras. Cualquier tipo de guitarra me encanta, pero lo que es la instrumentación Pop-Rock me gusta, igual que el Rock duro, pero en el sentido cañero. Es decir: me gusta Nirvana, ese algo tan adusto, tan austero pero a la vez tan contundente; un bajo, una batería, una guitarra y una voz. Es algo que me parece muy bien, como el primer disco de The Police [Outlandos d’amour], que me parece muy bonito. El London calling de The Clash, por ejemplo, me parece el disco. The River, de Springsteen, me parece también un gran disco. Incluso hay unos cuantos discos de Neil Young que me parecen geniales. De Led Zeppelin hay una gran cantidad de obra impresionante, como toda la obra de Hendrix, que me parece desmesuradamente buena, vital, brutal y sincera.

Se podría decir que menos es más…
Sí, pero muy contundentes y con un mensaje muy claro, sobre todo si nos referimos a todas estas bandas. Hay ahí una energía y una vitalidad sin ningún tipo de mesura o cortapisa. Nadie los encaminaba o los dirigía o los marketizaba. No. Han sido vidas de tipos muy libres y libertarios, musicalmente hablando. ¡Mira Triana! No me los imagino en una reunión de marketing decidiendo el single o la ropa que se van a poner en el videoclip para que guste más y venda más. Me los imagino pensando en canciones y tocando, lo demás les importaba un bledo. En ese momento, pienso, porque supongo que después la vida les cambiaría.

Triana era una banda que tardaba bastante en sacar disco.
Claro, pero porque era una gente que estaba viviendo y eran, también, personas con una capacidad musical y con una necesidad de vida. No estaban absortos o engatusados por el anzuelo del dinero, de la fama o de la importancia. No. Es un error. Ellos querían música.

¿Pensabas en ello cuando eras más joven?
Cuando yo era jovencito nunca pensaba en querer ser millonario, en querer ser famoso o en tener mejor coche que mi vecino. Jamás. Pensaba en querer ser músico y en querer ser libre con la música. Vivir una vida plena en cuanto al día a día, en tener esa libertad y en hacer algo que me gustara. Quería levantarme cada día y que el plan fuese hacer canciones y cosas que estaban alrededor de algo que me apasionara, como era la música. Eso es lo que entiendo yo con llevar una vida plena. A veces, como todo el mundo, pasas temporadas en las que tienes que hacer cosas que no te complacen tanto, pero también lo haces con toda la dignidad posible y con todo el talante posible. Recuerdo que, cuando iba al colegio, un profesor nos dijo una frase que nos hacía mucha gracia pero que en realidad era muy sencilla: «Siempre hay una máxima filosófica muy básica y muy simple: Siempre alegres para hacer felices a los demás». En aquella época nos daba mucha risa, pero en el fondo estaba muy bien. La frase en sí es cómica, pero luego, en la realidad, es muy sana. Si tu talante es saludable y tranquilo y además eres una persona que cuida su cuerpo y su mente –mens sana in corpore sano-, acabarás por tener un rollo más positivo y, probablemente, vas a estar mejor con la gente. Pero por el contrario, una persona malhumorada y quemada, la gente que lo rodea, o le teme o le odia. Es lo mismo si te juntas con personas agradables, pues tu vida pasaría a ser mucho más plácida. Son cosas muy básicas y muy simples pero que, en la práctica, funcionan y ayudan.

Algo similar a lo que cantas en Es mejor sentir. Cosa que, además, me ha recordado a lo que Chaplin decía en su discurso en El gran dictador: «Pensamos demasiado y sentimos muy poco».
Lo mío es una percepción personal, como cuando de repente le doy muchas vueltas a algo, pero paro y me pregunto para qué le doy tantas vueltas si así sólo consigo marearme a mí mismo. Hay que tener calma, porque lo suyo es reflexionar puntualmente, algo normal, y tomar una decisión para hacer lo que vas a hacer. Pero a veces –y es una reflexión mía, propia- me dejo llevar por el instinto, por mi olfato, por mi percepción, por mi instinto animal. En la vida siempre hay disyuntivas y cruces de caminos, pero hay que hacerle caso al instinto o al corazón.

¿Y qué sucedería con la cabeza?
La cabeza, a veces, tortura un poco, por lo que esa pequeña idea básica mía acabo convirtiéndola en una canción. Quiero sentir más y pensar menos, que es lo que digo en la canción, y vivir mi día de ahora. No de mañana o de la semana que viene, sino de hoy. Esta mañana he hecho varias entrevistas y ahora estoy haciendo esta entrevista contigo y luego haré otra, pero procuro que sea una mañana agradable. Ahora mismo estoy aquí contigo, relajado, hablando, tranquilo, y no pensando en terminar para irme a comer, porque para mí no está siendo un coñazo. Me levanto pensando en que tengo que hacer tres entrevistas y en que las voy a hacer muy contento y no muy cabreado, porque si voy cabreado, voy mal. Voy a intentar sentirme bien y no voy a pensar demasiado. Sentiré la placidez del día. No tengo otro. Ayer ya pasó y el mañana aún no ha llegado. Es algo tan tonto como eso. Ahora estoy hablando de mi trabajo y de mi disco; sentir. Y el ahora está claro. Por supuesto que es lícito y es conveniente planear, tener proyectos, ilusiones… ¡Lógicamente!, pero hay que disfrutar el camino puesto nadie sabe hasta dónde va a llegar. Puedes mirar muy lejos y pretender llegar, es lícito, pero pobre de ti si no has disfrutado el camino y además no llegas. Por lo menos, cada paso que vas dando en el día a día, tiene que estar bien. El hoy.

Como en Caminaré cuando dices eso de «hoy, mejor no esperar, que la vida se me escora con la espera». De todas formas, me pregunto si la creatividad puede convertirse en una dictadura.
No, no, yo me muevo en zigzag, como las liebres. Mi condición de músico no me aplatana y tampoco me machaca. No es un peso que yo tenga encima y que sienta que me oprime, porque yo, durante muchos meses al año, no soy músico, sino que soy un ciudadano civil que va al cine, al bar de la esquina para tomarse una cerveza con un amigo para hablar… Pero no, no soy músico durante ese tiempo y ni toco la guitarra. Es más, cierro la regleta donde tengo enchufado el ordenador, la guitarra, el amplificador, el teclado… ¡No toco esa regleta en meses! Me olvido de que soy músico y nadie me dice que haga una canción, porque no tengo que hacer canciones: ni nadie me obliga ni lo necesito. Vivo mi día a día. En ese tiempo, en el que hago otras cosas, un día me levanto, cojo la guitarra y la toco, la hago sonar [Manolo hace ruidos con la boca simulando el rasgueo y punteo de una guitarra], entonces pienso: «¡Cómo mola, tío! ¡Qué bien me lo estoy pasando!» (Risas). Claro, ¡si hacía seis meses que no tocaba la guitarra! O sea, quiero decir que no estoy enfermo por tener que tocar, por vender más o por ser el mejor, no, sino que en realidad yo estoy enfermo, ansioso y deseoso por vivir. El triunfo no es vender discos, vender coches, ser el ejecutivo que más ventas tiene en la empresa o ser el reportero que mejores críticas hace, sino que el premio de la vida es vivir y estar contento. Hay que manejar el ego y la vanidad, no podemos dejar que esas cosas nos lleven a una carrera descontrolada. Yo me curo en salud con eso en el sentido de que paro de tocar una vez he terminado la gira porque, simplemente, me siento cansado. ¿A ti te gusta escribir?

Claro, me encanta. ¿Por?
Imagina que te pido que hagas, en este año, cuatrocientos cincuenta artículos. Seguramente te volvería loco. Ahora, si a ti te gusta escribir, te pediré que hagas los que te apetezca; los veré, y si me gustan, los publicaré. A lo mejor me traes quince artículos magníficos en un año debido a que llevas un ritmo natural, pero si te presiono y tú, por dinero o por necesidad, tienes que hacerlos, tus artículos irán a menos, cada vez serán peores, más apretados y parecerán más desesperados. Es como un pozo del que vas sacando agua, pues si no paras, terminará por agotarse el agua y sacarás barro. Hay que dejar que, otra vez, vuelva el agua limpia. A lo mejor, al cabo de un tiempo, vuelves a tirar el cubo y sacas agua limpia otra vez. Todo tiene un límite. Yo, con la música, me lo paso muy bien, pero si después de tres meses grabando un disco me piden que grabe otro, diré que lo mejor es que no me obliguen, porque si lo hacen, empezaré a sufrir, y sufriendo no puedo dar lo mejor de mí. Por eso me olvido cuando acabo una gira. Tengo esa capacidad. Ni soy famoso y tampoco soy músico en ese tiempo, no soy nada, simplemente una persona que se llama Manuel y que vive sus días haciendo otras cosas, como ir al cine o ver el concierto de otro músico que toca en su ciudad y disfruta como uno más.

Hasta que pasa el tiempo.
Sí, claro. Al cabo de unos meses, esa persona llamada Manuel tiene ganas de nuevo y coge una guitarra. Es así de sencillo.

Tengo una duda respecto a Te veneré cuando dices «por ti arrastré cadenas que no merecía». ¿Eso es porque amamos nuestras cadenas? Te lo pregunto para saber tu punto de vista como ciudadano, no como músico.
Bueno, hay de todo. Hay personas que tienen el famoso síndrome de Estocolmo, se acostumbran y son conscientes, pero hay de todo. Creo que esta sociedad es una sociedad que camina en una dirección errónea. Nos lleva a todos en una dirección errónea, y a las pruebas me remito. No creo que estemos castigados por un pecado original que nos obligue a estar todos, toda la vida, arrastrando cadenas y trabajando. Es correcto lo de ganarse el pan con el sudor de nuestra frente, sí, pero no tanto. Quiero decir que estamos inmersos en un sistema social haciendo, continuamente, trabajos que a veces no nos gustan para comprar objetos que a veces no nos sirven para nada y que encima no nos hacen felices. Es absurdo. Ahí hay un error grandísimo. Luego, dejamos que unos poderes políticos, económicos y financieros marquen nuestras vidas y las dirijan. Todo para que nos obliguen. Hay unos mercados económicos brutales que nos aplastan y nos obligan. ¿Por qué todo tiene que ser más caro cada vez? ¿Por qué hemos de estar en el euro? ¿Por qué hemos de tener monedas? Hay personas que ganan mil euros, si es que llegan, y tienen que vivir una vida que les cuesta tres mil. ¿Por qué dejamos que pase eso? Eso significa que todo el mundo va a estar estrangulado siempre. O sea, que unos pocos acaba estrangulando al resto. Yo creo que hay que luchar para que eso no suceda y, también, hay que luchar para intentar liberarnos de esas cadenas que nos machacan y nos atan a todos. El músico o la persona que busca un oficio que le guste para poder desarrollarlo y vivir de ello, lo que está haciendo, es hacerse un pequeño hueco donde esta presión de la que hablamos sea menor. Alguna presión tenemos todos, obviamente, incluso el que se gana la vida con un oficio que le complace, pero aún así hay cosas ajenas que nos oprimen cada día. La cosa es muy complicada, y el momento actual, como todos los momentos de la historia, es un momento que es la leche. ¡Manda cojones! Nadie dijo que la vida en este planeta fuera fácil, pero ya que se supone que hemos avanzado y hemos progresado, sobre todo en temas de tecnología, tendría que ir la cosa para bien y no para mal. Habría que orquestar todo esto para que todo el mundo viviera dignamente. ¿Por qué no todo el mundo come? Aquí algo falla.

La desigualdad.
Y eso es violencia y terrorismo en sí, porque tienen aterrorizada a una parte de la población que no come, que no vive, que no tiene una vida mínimamente digna… Eso es terrible. Entonces, algo falla en este sistema.

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¿Vivir sin responsabilidades es un tesoro que debemos aprovechar? Te lo pregunto por el mensaje que tiene la canción Exprimir la vida. Además, aún estando dentro de ese pequeño hueco en el que la opresión no es tanta, siempre quedará espacio para ciertas responsabilidades.
Hombre, yo creo que lo básico es ser responsable de uno mismo y tener una ética. En las escuelas tendrían que enseñar a vivir. A mí, que un gobierno como el que ahora tenemos eche a un lado las asignaturas de humanidades o de filosofía, me parece una salvajada muy grande. ¿¿Cómo pueden echar fuera también la ciencia?? Me parece que es un golpe de mano muy duro contra la ciudadanía y contra el derecho de tener una vida, anímica y materialmente, mejor, porque esas humanidades o esas filosofías nos enseñan a vivir mejor como seres humanos. Marcan unos caminos éticos y morales absolutamente necesarios para la convivencia entre todos en esta sociedad, en el mismo barco. Uno tiene que aprender a respetarse a sí mismo y a respetar a los demás, manejando muy bien la vanidad y el ego, todo con mucho cuidado. No podemos dejar que nos lancen a una vía donde vamos todos contra todos, que es como estamos ahora. Es algo nefasto. En otros tiempos de la historia del planeta, en lugares, digamos, geopolíticos concretos, el de abajo ha luchado contra el de arriba y el de un lado ha luchado contra el del otro lado, pero es que ahora estamos en un todos contra todos para sobrevivir.

¿Omite eso al enemigo común, en caso de haberlo?
Bueno, hay un enemigo común, que es nuestro propio sistema. Somos una gran manada que necesita mucha comida para sobrevivir y mucho espacio, pero tenemos delante una manada, en este caso de búfalos, que nos dicen que los sigamos, cuando en realidad nos están llevando al precipicio. ¡Y nosotros les seguimos en lugar de decirles que no! Si ellos quieren tirarse por el barranco, muy bien, que lo hagan, pero nosotros no queremos. Últimamente, y sobre todo a partir del 15-M, están apareciendo voces ciudadanas y civiles, fuera de la política, que hablan de cosas relativamente correctas y razonables. Mientras que por el lado de la clase política lo que está saltando a la palestra últimamente son cosas brutales de corrupción, robos, estafas…

Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Exactamente. Eso es horrible y es una tomadura de pelo absoluta. O sea, piden que los votemos pero luego quieren que les dejemos hacer lo que les dé la gana. Y encima, si protestamos, nos ponen un multón de flipar o nos mandan a la policía para darnos cuatro garrotazos o cinco pelotazos. Si replicamos, nos reprimen, y eso no puede ser. No es democracia.

El miedo es la clave…
Inocular el miedo en la gente, evidentemente. Un animal herbívoro, en la selva, sabe que un carnívoro se lo puede comer en cualquier momento, pero no vive aterrorizado. Cuando tenga que correr, porque el carnívoro está encima, correrá para salvar su vida, pero durante el resto de las horas del día se dedicará a pacer, a buscar agua o hierba y no a andar acojonado buscando al león. En cambio, a nosotros nos tienen acojonados todo el día, ya sea con el tema laboral o con otras cosas, ¡hostias! Por favor, hay que orquestar esto de alguna manera. Todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida dignamente, pero no hay derecho a que unos pocos vivan económicamente más y más arriba mientras que cada vez más abajo haya vidas lamentables, indignas, atemorizadas y tristes. Es una situación peligrosísima y nefasta para todos. Dejen que todo el mundo viva, porque todo el mundo se levanta por la mañana con la mejor intención de vivir, de trabajar, de ser útil a los demás e incluso de pagar impuestos. Vale, si hay que pagarlos, los pagaré, pero por favor, empleen ese dinero adecuadamente y no para sus patrañas, sus historias y sus mierdas.

¡Que no dejen de sonar campañas de libertad!
Absolutamente.

Para hablar de la farsa utilizas la palabra carnaval en los temas Todo es ahora y Campanas de libertad, pero me ha llamado mucho más la atención lo que cantas en ésta última: «‘Vete’, dijo ella. ‘Poeta en Nueva York’, pensé. Donde Lou Reed a Lorca conoció…». ¿Manolo García ha pasado toda la noche en los andamios de los arrabales?
«A esa estación lunar me encaminé». Es que, para mí, Nueva York es una estación lunar. Imagínate, siendo de pueblo… (Risas) Bueno, en la vida he visto muchas cosas, pero he vivido en el lado sencillo. Soy un chaval de barriada que ha vivido lo que vive un chico de barrio, con lo cual, no tengo ningún tipo de dato sobre el otro lado de la calle o de la autopista. Ahora me estaba acordando de un viaje que hicimos a Venezuela con El Último de la Fila. Estando allí, me chocó mucho una autopista por la que pasamos, en la que a un lado estaban las macrourbanizaciones elitistas de lujo, valladas y con guardias armados, y al otro los ranchitos, las casas pequeñas, donde había pobreza absoluta. Más que pobreza, diría que había miseria. Para que te hagas una idea, aquello era como las favelas de Brasil. No daba crédito cuando lo vi. No podía ser. Si me preguntaran dónde me soltarían, si en un lado o en el otro, por tendencia mía diré que al lado de los ranchitos porque allí la vida no es falsa, sino que es más auténtica y real.

Otra vez lo de las máscaras del carnaval…
Otra vez las máscaras, sí. No voy a despreciar a nadie, porque no soy quién para despreciar a nadie, ni de un lado ni de otro. Allá cada uno si tiene grandes fortunas y posibles económicos, no lo voy a odiar ni lo voy a detestar, pero, personalmente, no me sentiré en ese lado.

¿Por qué?
Porque creo que todo el trabajo de esa gente consiste en amasar más y más dinero y en intentar que no se lo quiten. En el otro lado, aunque tengan poco, comparten lo que atesoran. Veo mucha más solidaridad ahí. Está demostradísimo. No voy a ir ahora de chico bueno o de chico enrollado, porque aunque tengo trabajo, un coche y un piso, voy a tratar de ser razonable con lo que tengo entre manos. Además, lamentablemente, el que tiene trabajo está visto como por encima del que no tiene trabajo, cuando no debería de ser así. También hay gente que no quiere trabajar, pero yo lo voy a respetar, porque los que tenemos la suerte de poder trabajar vamos a mantener y a ayudar a esa gente que no tiene. De hecho, y puestos a que la cosa tenga que decantarse, simpatizaría más con el 15-M y con la gente de la calle, porque es mi gente. Ayudaría a esas personas, a los que no tienen, pero no a los bancos. Me gustaría que el dinero de mis impuestos fuese a parar a la gente que no puede pagar impuestos debido a que no tiene trabajo. Sabiendo eso, pagaría impuestos encantado: el cuarenta, el cincuenta, el sesenta o el ochenta por ciento. Firmaría ahora mismo si me dicen que lo mío, lo de Raphael, lo de Serrat, lo de Ana Botín, lo del Presidente del Gobierno o lo del mecánico de la esquina se destinará a ayudar a los demás para que puedan vivir. Firmaría ahora mismo. Mújica, el Presidente de Uruguay, vive con el veinte por ciento de su sueldo y dice que le sobra aún así. El resto lo da. Me parece muy plausible.

Como dice el refrán: «No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita».
Obviamente. Es una verdad como un edificio.

Fuente: Esquire – ENLACE – De Carlos H. Vázquez – Fotos: Oscar Carraquí